Triste protagonismo arbitral en la segunda jornada de octavos del Mundial de Sudáfrica con el uruguayo Larriondo y el italiano Rosetti
Antonio Blanca
Un gran partido, Alemania-Inglaterra, clásico del fútbol europeo y mundial, con revanchas históricas en mente, y justicia poética o no, futbolística llamémosle, el 27 de junio de 2010 pasará a la historia de los mundiales por el error gravísimo contra Inglaterra, que para los corazones alemanes supone la reparación de aquel gol de Hurst que no fue en la final de 1966 y que dio el único Mundial que en sus vitrinas posee Inglaterra.
44 años después pasó a la inversa. Gol claro de Lampard, un golazo, tiro desde la frontal que golpea en el larguero y bota claramente dentro de la portería. Todos vimos gol menos el árbitro, que era quien tenía que haberlo visto o en su defecto el linier, mal ubicado. Perjuicio mayúsculo para la selección de Capello. El marcador registraba 2-1 y eran los mejores minutos británicos, el empate habría dibujado otro panorama.
Pero no subió el gol y Alemania se rehízo del susto y volvió a componer sinfonías. Ozil en director de orquesta, allegro en las contras, llevó a Muller y Podolski hacia arriba para que dejaran el resultado en un abrumador 4-1. Jugó mejor Alemania, no hay duda, Inglaterra cometió garrafales errores defensivos, “Calamity” James mostró que le tiene miedo a los tiros fuertes y que no sabe tapar la portería y arriba sólo brilló Frank Lampard. Con esas armas Alemania pasaría seguro o casi, y ese casi fue despejado por el fallo enorme de Larriondo, que aún no me explico como fue capaz de no ver entrar la pelota.
La tarde quedó marcada por ese fallo, el vendaval germano fue consecuencia del mismo (no es quitar méritos a los alemanes, solo describir lo sucedido fielmente), y la noche empezó oscura, negra, como los árbitros, que ya no visten de negro pero que realizan una labor zahína y torpe. Malos de solemnidad y curiosamente siempre para favorecer al grande y perjudicar el pequeño. Típico de pueriles conductas, ser pelota con el poderoso y tirano con el pobre.
El árbitro italiano Rosetti omitió un fuera de juego monumental de Tévez que supuso el 1-0 para Argentina que pasaba momentos malos. Fuera de juego como el “Everest de grande”. Tévez era el único que estaba delante, el portero y los defensas estaban más atrasados, reglamento en mano posición ilegal clarísima, pero para más “INRI” aunque es cierto que no está permitido (en algunos casos parece que sí, como en la final de Alemania 2006, cuando se expulsó a Zidane vía televisión) el uso del televisor, en los videomarcadores del estadio se repitió la jugada y todos los allí presentes pudieron observar tamaña atrocidad. Rosetti en lugar de corregir su equívoco, con actitud apócrifa se dispuso a hablar con el árbitro asistente, sería para decidir donde cenaban, y validar por segunda vez su fallo.
A posteriori, con el robo ya perpetrado sobre México, su defensa Osorio erró como un chavalín de diez años en un partido de colegio y dejó a Higuaín el segundo en bandeja, cuarto en su cuenta particular, “pichichi” del Mundial. Los de Aguirre desnortados, sin fútbol y ahítos de una brújula que les devolviera a la senda de la esperanza, tiraron de casta y con eso no da para vencer a Argentina, que con un golazo de Tévez anotó el tercero. El “Chicharito” Hernández marcó el gol mexicano, gran zurdazo que se coló por la escuadra y que no fue suficiente.
Pregunta, ¿cuándo decidirá la FIFA hacer uso de las nuevas tecnologías? Televisión, no es rearbitrar ni quitarle emoción al fútbol, es darle justicia, evitar favorecer a unos en detrimento de otros, ayudar a los colegiados, que sus errores, son humanos y los pueden cometer se subsanen en el momento. La decisión sea idónea y acertada. No se trata de pitar todo con base a la televisión, sino en despejar polémicas innecesarias que le cuestan a dos selecciones, a dos países, un Mundial, una ilusión, los españoles desgraciadamente ya tenemos experiencia en esto.
Por eso clamo por la introducción de la televisión en el mundo del fútbol. No es comprensible que en el S. XXI, el siglo de las máquinas y la inteligencia artificial, un deporte que mueve a las masas le de la espalda de esa flagrante manera. O, ¿es que a la FIFA y grupos de poder futbolísticos no le interesa? Quitarle el sabor a la competición, mentira, sino pregunten a cualquier mexicano o inglés, a ver que responde.