Antonio Blanca
Liverpool-Chelsea y Barcelona-Manchester United. Supremacía anglosajona en las semifinales ’08 de la Copa de Europa. Por tres ingleses, uno de ellos estará seguro en la gran final de Moscú del 21 de mayo, un equipo foráneo de las islas. El Barcelona, último reducto del fútbol español, superviviente en la Champions, y representante del ocaso que vive el fútbol latino (italiano, español, portugués) por el resplandeciente horizonte que tanto la Premier League como la Eredivise, cada vez más seguida, tienen ante sí.
De hecho, sólo dos representantes de ese fútbol mediterráneo, nacido de la calle están en las semifinales europeas, el ya mencionado Barça en la Champions, y la Fiorentina en la UEFA. Muestra inescindible a la crisis que sufren estos dos países, más acervada en Italia que en España. Aún recuerdo, no ha mucho, esas “semis” donde se colaban Madrid, Barcelona, Valencia, Deportivo de la Coruña, Villarreal… donde éramos capitanes de barco, ahora simplemente servimos de relleno, marineros rasos y con pocos galones.
El mejor parado de los dos partidos ha sido el Chelsea, que jugó en Anfield la ida, y sacó un resultado inmejorable para lo hecho sobre el tapete de ese mágico campo. Debería ser delito la simple idea de derruir Anfield Road. Es un ente más del fútbol, un campo con alma y guardia pretoriana, “This is Anfield” reza en el pasillo del vestuario al césped. Y Anfield apoyó a los suyos, que jugaron un partido correcto, con grandes ocasiones, Torres desperdició dos mano a mano con Cech (el meta checo fue el mejor de los londinenses) y al final lo terminaron pagando muy caro. Riise se anotó un gol en propia puerta a cinco segundos de la conclusión del partido. Mísero resultado para los de Benítez por lo ocurrido en el campo de Liverpool. 1-1 y el Chelsea que por primera vez en estas contemporáneas clásicas semifinales de Copa de Europa, tres veces en cuatro años, recibirá a los “reds” en su campo en el partido de vuelta. Ahí puede residir la ventaja de los chico de Avram Grant para plantarse en esa ansiada final de Roman Abramovich, tan buscada con Mourinho en el banquillo (cuanto se echa de menos a José) y que paradójicamente puede llegar con él fuera de Stamford Bridge. El factor campo y el arbitral, cambiado el primero, con reticencias el segundo, definirán al finalista. El partido de vuelta será otra guerra Londres-Liverpool, en la que casi siempre, la ciudad de los Beatles se lleva el gato al agua, dejando claro que ningún “Yesterday” fue mejor que el actual presente.
Al Barcelona de Rijkaard le falta gol. Así de claro. Un equipo grande, una potencia del fútbol continental, no puede darle el baile que anoche le metió el Barça al Manchester United (mejor equipo de Europa para mí) y dejarlo vivo. Craso error que los culés lo pueden pagar el próximo martes en Old Trafford, ese Teatro de los Sueños, que da los pupilos de Rijkaard licencia para soñar con una posible final. Pero, queda ese regusto agridulce, de toque levemente amargo, porque ayer en el Camp Nou, el conjunto blaugrana realizó un partidazo, excelente presión, mejor colocación, desmarque, transición de pelota rápida, miedo al tiro desde la distancia media, pecaron de acabar siempre las jugadas dentro del área, fallo grande de los culés, y no materializaron la absoluta superioridad de la que hicieron gala. Ni Messi, Eto’o, Bojan o Henry encontraron el camino del gol, y eso que lo buscaron con ahínco. Pero a este equipo le cuesta un mundo encontrar la portería contraria. Por parte del Manchester, venía como favorito indiscutible y con casi la obligación moral de golear al Barça, una decepción enorme, los de Ferguson se marcaron un partido para borrar, torpes, apáticos en ocasiones, desdibujados en las más veces, se pueden alegrar de irse con cero goles en su casillero. Hasta Ronaldo, mejor jugador del momento estuvo horrible, marró un penalti en el minuto 2 de partido. Anduvo el portugués entre el limbo y protestas al árbitro fuera de órbita. En definitiva una decepción mayúscula la del United, que se hipoteca ahora a ganar en su campo, es el único resultado que le vale. El 0-0 de ayer fue sorpresivo, tanto por la mala imagen del Manchester, como por la vida perdonada por el Barcelona, que puede ser acabando su propio verdugo tras tal muestra de misericordia. Las espadas, ahora en todo lo alto, caerán el martes y rodarán cabezas. ¡Qué ganas!