Aránzazu Gálvez
Fue un empate a nada. Ese es el resumen de la semifinal de la FA Cup entre el Manchester United y el Everton. Ferguson alineó a suplentes de los suplentes, ¿un valiente que pensó en lo apretado de su calendario y en que la suerte le sonreiría desde el punto de penalti? De la semifinal uno se queda con el ambiente, con medio Wembley engalanado de azul y el otro medio de rojo.
La semifinal de la FA Cup debe servirle al Manchester United y a Ferguson para recapacitar la línea que se ha marcado en cuanto al juego. Hace tres años perdió una semifinal contra el Milan en la Champions, cuando pensó que eso no era posible. El sueño del buen juego se hundió frente al resultadismo, y desde ese día, Ferguson especula con el juego en los campeonatos con eliminatorias. En la final de la Carling planteó un partido parecido al del domingo frente al Everton. Allí, la tanda de penaltis, de otro empate a nada, ocultó una victoria que debió ser una derrota. Esta vez el iPod de Foster en la tanda no ha servido para poder jugar la final.
El sábado Hiddink no se andó con medias tintas, ni miró el calendario cargado, ni lo que se avecina. Alineó a todo lo mejor que dispone, tal y como hizo Wenger, y regresará a Wembley. Y eso es lo que creo. No vale la excusa de la apretura del calendario, cuando se trata de un partido tan importante. David Moyes ya tiene el reconocimiento que le correspondía por el trabajo bien hecho. El penalti transformado por Jagielka le hizo justicia. ¿Hubiera bastado el trabajo y el orden demostrado hoy por el Everton para frenar a un United con los titulares? Eso queda para el terreno de la hipótesis. Se trataba de la semifinal de la FA Cup. Es lo que tiene jugar con fuego. Que uno puede quemarse.