Julio Candela
Regresaba tocando techo en intensidad la Liga de Campeones a la ribera del Manzanares. El Atlético afrontaba el primer obstáculo sin red de la temporada,
con bajas sensibles, en un escenario aliñado por la presión que su
esplendorosa temporada pretérita le adjudica al nivel del exigencia
rojiblanca. El subcampeón continental y triunfador en el balompié
doméstico, por delante de los dos gigantes, no estaba en disposición de
contemplar una caída en los octavos de final. No después de ganar 20 de
los últimos 22 duelos disputados en el coliseo capitalino. La precocidad
de la eliminación resultaba una vertiente en escorzo que no admitía una
pulgada de reflexión. Aunque la ida dejara un 1-0 de partida en este
martes y la trayectoria en 2015 de ambos contendientes muestra líneas de
desarrollo antagónicas -cinco victorias seguidas alemanas-. Así lo
atestiguó Simeone en la previa, respondiendo con tono socarrón a la
cuestión de la inercia trompicada: "La mejor manera de ganar es jugar al
fútbol".
Y lo plasmó de inicio sin prejuicios. Las bajas de Godín, Saúl y, sobre todo, Tiago, obligaban a revolucionar en parte la propuesta. El Cholo dibujó, quizá, la apuesta inicial más ofensiva, sobre el papel, de que dispone a estas alturas de calendario. Koke retrasaría su posición ocupando el rol de Gabi -en el banquillo de inicio- y Arda y Cani -gran novedad- surtirían de alimento a Griezmann, el señalado en la labor exclusiva de desequilibrio, y Mandzukic, que regresaba al once en jornada grande. Mario Suárez figuraba, pues, en soledad con respecto al bagaje de obreros que aseguren el equilibrio. El Atlético debía manejar la pelota y, sobre la hierba, con Juanfran y Gámez sumando en la medular, dominar y golpear. Asumía el técnico argentino el riesgo de contener las vertiginosas transiciones con menos peones de lo habitual en su esquema.
Roger Schmidt, por su parte, no ejecutó un viraje similar al del bloque español. De hecho, mantuvo la punta de lanza intacta, en nombres y disposición. El frenesí a la contra quedaba de nuevo representado por la velocidad exuberante de Bellarabi, el desborde en asociación de Son, la clase de Çalhanoglu y el veneno de Drmic. Por detrás, para sostener esas oleadas, Gonzalo Castro, lanzador oficial de transiciones y Bender, la pieza más defensiva del sistema. La altura de los laterales, capacitados para disfrazarse de carrileros, marcaría lo ambicioso de la intención alemana. la teoría señalaba que arribaban para marcar gol. De este modo, el Atlético gozaría de espacio tras el robo de pelota, siempre y cuando saliera rápido de la primera presión teutona.
Con este duelo de bloques simétricos y el filo del contragolpe como amenaza arrancó el primer partido capital del Atlético 2015. Y lo hizo bajo el paraguas de la tensión mutua, de la reducción de espacios y riesgos. Ambos bloques elevaron su línea defensiva para disparar su presión y ahogar la salida limpia de pelota. El primer cuarto de hora no consiguió encontrar una rendija de respiro que rebajara los decibelios de intensidad defensiva. Solo Bellarabi pudo aprovechar una pérdida de Koke en la medular para lanzarse a la llegada y el chut que no encontró arco tras ser desviado.
Respondió Koke, con centro chut en saque de falta frontal, cuando el duelo permanecía replegado y embarrado si se intentaba encontrar carrilles de avance sobre la hierba. Así, la apuesta del Cholo de incluir a Arda y Cani en la mediapunta mostraba su matiz de laboratorio: captar la segunda jugada tras el pelotazo y crear en campo rival. Asimiló el planteamiento Schmidt, que no arriesgó un solo pase entre líneas para abrazar el balón largo a Drmic. Una situación que ganó el dúo Miranda-Giménez con absoluta claridad en el primer acto.
Mandzukic sacó bajo palos el primer remate serio del duelo en botas de Son, que conectó la dejada en el centro del área en una acción de pizarra. Antes del 20 quedaba, pues, desplegadas las claves del envite: no ceder en la labor de repliegue, no regalar balones muertos en la medular ante el riesgo de padecer una contra vertiginosa y la vigencia, casi exclusiva, del balón parado como arma.
El Atlético parecía ocupar mejor los espacios. Sin embargo, el Leverkusen empezaba a esbozar avisos en forma de contras que rentabilizaban errores locales. La primera salida con peligro tras pérdida (de Cani), no supuso el 0-1 porque el físico de Çalhanoglu supuso una barrera entre el artista turco y la pelota cuando encaraba a Moya. Una acción, en el 21 de juego, que suponía, además del susto madrileño, el primer punto de inflexión: Moyá sufría una lesión muscular y dejaba su puerta a Oblak.
Y, en plena inconcreción de la dirección horizontal del partido, el club rojiblanco encontró rédito a un regalo. Spahic derribaba a Cani en el flanco derecho del centro del campo alemán. Una acción más o menos intrascendente considerando la superioridad numérica y en colocación de la línea defensiva teutona. Segundo después de que el bosnio viera la amarilla, Koke lanzaba una falta que, tras rebotar en escorzo, confluyó en un balón suelto en la frontal que Mario cazó para abrir el marcador de chut raso y seco. La pelota, que sufrió el desvío de un zaguero, se coló en la red sin que la anatomía de Leno reaccionara a tiempo. Eliminatoria empatada en el 27.
No cambió el pentagrama el Leverkusen y el Atlético seguía su hoja de ruta, cercenando cualquier salida de pelota limpia visitante. Tan solo un fogonazo de Arda que tomó cuerpo en pase entre líneas y en vuelo que dejaba solo a Mandzukic -anulado por fuera de juego- aclaraba que había calidad ara jugar por el césped en la cancha, consumida ya la media hora. Çahlanoglu y Son permanecían sacados fuera de eje, sin balón que mover, y los pupilos de Schmidt no encontraban soluciones. Tan solo registrar un error y explotarlo.
El partido se encaminó al intermedio con el Atlético exhibiendo cerradura: Mario destacaba en la cobertura de las pérdidas en el centro del campo para abortar el escaso peligro, Giménez crecía sin freno en la pelota aérea y el colapso combinativo alemán era ya un hecho, con Bellarabi como islote en el bagaje creativo. Hubo tiempo, por contra, para que Suarez no encontrara portería por el desvío de un zaguero en otro remate desde la frontal y para que el Leverkusen mostrara su primera asociación con centro, tapado por los centrales colchoneros, en el 44 de partido. Y bajo esa prohibición impuesta de ceder balones por error, que beneficiaba al Atlético, sobrevino el descanso.
Abrió fuego de manera precoz Simeone cambiando una pieza: salía Cani, intrascendente, y entraba en acción Raúl García, en búsqueda de subir la presión y pugnar y cosechar mas balones sueltos tras pelotazo. El cuarto clasificado de la Bundesliga no modificó la hoja de ruta y el Atlético retomó, con decisión, su dominio del espacio, con más balón -gracias a l salto a escena de Arda y Griezmann mezclando entre líneas- y sin pestañear en el derroche físico. No obstante, el cuadro alemán solo pudo achicar en los primeros 20 minutos de la reanudación. Sólo dos disparos desde larga distancia y tras acción individual de Bellarabi y Çahlanoglu dieron respiro a la vertiginosa estructura visitante.
Transitaba la eliminatoria empatada hacia el desenlace con el equipo de Simeone dominando el escenario. Griezmann se multiplicaba agujereando el centro de la zaga alemana y los generadores de veneno visitante no incomodaban la concentrada placidez colchonera. Arda y Raúl García tuvieron el 2-0 en ese intervalo central: el primer al mandar a la grada un pase a la frontal del punta francés y el segundo al rematar una falta frontal botada por Koke que lamió el poste izquierdo de Leno. Trató de implementar un cambio de plano Schmidt en esa tesitura introduciendo al elemento fijador de centrales Kiessling, con el fin de provocar un cierto repliegue de líneas local. Drmic dejaba su escaño sin haber ganando ningún cuerpo a cuerpo.
Cuando el minutero señaló que quedaban menos de 15 por jugar Schmidt incluyó en la partida a Rolfes, el obrero capaz de otorgar fluidez a la ausente combinación entre Castro y Bender. Son quedaba fuera tras un partido vacío de uno de los vértices verticales alemanes. Cedía terreno el Atlético, que sin embargo contragolpeaba con ligereza -Arda forzó a Leno en el 80- y el tramo final dibujaba un destino incierto con el club español en superioridad en cualquier faceta del juego analizable. El solar de llegadas alemanas rompió la inercia helada con un remate muy desviado de Kiessling al tiempo que Simeone agitaba a la tribuna dando descanso al guerrero croata e inyectando a Torres en la atmósfera. El espacio a la espalda de la zaga estaba haciendo daño a los de Schmidt.
Dispusieron los madrileños de varias opciones a balón parado ante la total inoperancia ofensiva teutona, que no supuso una amenaza en todo el segundo acto, pero el duelo arribó la prórroga. Debía, ahora sí, mostrar un viraje más ambicioso el cuadro de Schmidt, que se guardó una sustitución para el tiempo extra. Sin fútbol y con la gestación de las contras cercenada bajo mandato de Simeone, los alemanes ganaron 30 minutos más de esfuerzo. Y el Atlético, que no se descompuso en su esfuerzo, no encontró caminos continuados hacia el gol definitivo.
Con el cansancio pasando de extra a actor principal empezó la prórroga. Cedió la tensión competitiva y ambas escuadras buscaron, como consigna paradigmática, no desguarnecerse. Si bien el duelo se desarrollaba más en terreno alemán, la batalla en la medular consumía la energía y alejaba el peligro de las porterías. Si bien el Atlético había rozado el pase con balón, la pelota surcaba el cielo ante los avisos de ruptura de líneas en ambos contendientes. Un remate de Kiessling sin consecuencias tras el error de cálculo de la zaga local supuso el único intento dirigido del periodo inicial -minuto 94-. Decidió el técnico alemán apuntalar su repliegue, antes del cambio de campos, sacando a Bender -gris con la pelota- e introduciendo a Papadopoulos y la épica reclamaba su espacio a falta de 15 minutos de partido.
Se consumió el primer suspiro de este suspiro con el Atlético mordiendo bajo la chistera de Arda Turan: primero encuentra a Raúl García en el interior del área y el navarro encañona al primer poste para el despeje apurado de Leno -minuto 106- y, más tarde, levanta a la grada con un número de luchador y malabarista. Por el camino Rolfes heló el ambiente con un cañonazo prototípico alemán -desde larga distancia y plano- que lamió el poste de un Oblak batido y Torres respondió con un testarazo cruzado sin consecuencias. La pelota no entraba ya en la fórmula colchonera -el Bayer gozaba de posesiones más largas y precisas- y el temor a resbalar parecía apoderarse de la recta final, con la tanda de penaltis como telón de fondo. Los últimos estertores de la batalla tocaron tierra en forma de fútiles balones aéreos, bien defendidos. La tensión se trasladaba del notable despliegue colectivo a el duelos de especialistas.
Y en esta suerte se mostró superior, por un margen igual de escaso que en la eliminatoria. Raúl García y Çahlanoglu abrieron la tanda con doslanzamientos horribles y, tras los aciertos de Griezmann y Rolfes, los alemanes pecaron de inexperiencia lanzando a las nubes los intentos de Toprak y el definitvo de Kiessling. Koke falló y Torres anotó el último del bando español. El Atlético supera una piedra rocosa en la que se extrae el crecimiento en el repliegue, un nuevo triunfo táctico de Simeone, que tapó la creación de juego visitante, y los problemas para compaginar calidad y pelota. Aún así, los rojiblancos están en cuartos de la Liga de Campeones. Un año más.
Y lo plasmó de inicio sin prejuicios. Las bajas de Godín, Saúl y, sobre todo, Tiago, obligaban a revolucionar en parte la propuesta. El Cholo dibujó, quizá, la apuesta inicial más ofensiva, sobre el papel, de que dispone a estas alturas de calendario. Koke retrasaría su posición ocupando el rol de Gabi -en el banquillo de inicio- y Arda y Cani -gran novedad- surtirían de alimento a Griezmann, el señalado en la labor exclusiva de desequilibrio, y Mandzukic, que regresaba al once en jornada grande. Mario Suárez figuraba, pues, en soledad con respecto al bagaje de obreros que aseguren el equilibrio. El Atlético debía manejar la pelota y, sobre la hierba, con Juanfran y Gámez sumando en la medular, dominar y golpear. Asumía el técnico argentino el riesgo de contener las vertiginosas transiciones con menos peones de lo habitual en su esquema.
Roger Schmidt, por su parte, no ejecutó un viraje similar al del bloque español. De hecho, mantuvo la punta de lanza intacta, en nombres y disposición. El frenesí a la contra quedaba de nuevo representado por la velocidad exuberante de Bellarabi, el desborde en asociación de Son, la clase de Çalhanoglu y el veneno de Drmic. Por detrás, para sostener esas oleadas, Gonzalo Castro, lanzador oficial de transiciones y Bender, la pieza más defensiva del sistema. La altura de los laterales, capacitados para disfrazarse de carrileros, marcaría lo ambicioso de la intención alemana. la teoría señalaba que arribaban para marcar gol. De este modo, el Atlético gozaría de espacio tras el robo de pelota, siempre y cuando saliera rápido de la primera presión teutona.
Con este duelo de bloques simétricos y el filo del contragolpe como amenaza arrancó el primer partido capital del Atlético 2015. Y lo hizo bajo el paraguas de la tensión mutua, de la reducción de espacios y riesgos. Ambos bloques elevaron su línea defensiva para disparar su presión y ahogar la salida limpia de pelota. El primer cuarto de hora no consiguió encontrar una rendija de respiro que rebajara los decibelios de intensidad defensiva. Solo Bellarabi pudo aprovechar una pérdida de Koke en la medular para lanzarse a la llegada y el chut que no encontró arco tras ser desviado.
Respondió Koke, con centro chut en saque de falta frontal, cuando el duelo permanecía replegado y embarrado si se intentaba encontrar carrilles de avance sobre la hierba. Así, la apuesta del Cholo de incluir a Arda y Cani en la mediapunta mostraba su matiz de laboratorio: captar la segunda jugada tras el pelotazo y crear en campo rival. Asimiló el planteamiento Schmidt, que no arriesgó un solo pase entre líneas para abrazar el balón largo a Drmic. Una situación que ganó el dúo Miranda-Giménez con absoluta claridad en el primer acto.
Mandzukic sacó bajo palos el primer remate serio del duelo en botas de Son, que conectó la dejada en el centro del área en una acción de pizarra. Antes del 20 quedaba, pues, desplegadas las claves del envite: no ceder en la labor de repliegue, no regalar balones muertos en la medular ante el riesgo de padecer una contra vertiginosa y la vigencia, casi exclusiva, del balón parado como arma.
El Atlético parecía ocupar mejor los espacios. Sin embargo, el Leverkusen empezaba a esbozar avisos en forma de contras que rentabilizaban errores locales. La primera salida con peligro tras pérdida (de Cani), no supuso el 0-1 porque el físico de Çalhanoglu supuso una barrera entre el artista turco y la pelota cuando encaraba a Moya. Una acción, en el 21 de juego, que suponía, además del susto madrileño, el primer punto de inflexión: Moyá sufría una lesión muscular y dejaba su puerta a Oblak.
Y, en plena inconcreción de la dirección horizontal del partido, el club rojiblanco encontró rédito a un regalo. Spahic derribaba a Cani en el flanco derecho del centro del campo alemán. Una acción más o menos intrascendente considerando la superioridad numérica y en colocación de la línea defensiva teutona. Segundo después de que el bosnio viera la amarilla, Koke lanzaba una falta que, tras rebotar en escorzo, confluyó en un balón suelto en la frontal que Mario cazó para abrir el marcador de chut raso y seco. La pelota, que sufrió el desvío de un zaguero, se coló en la red sin que la anatomía de Leno reaccionara a tiempo. Eliminatoria empatada en el 27.
No cambió el pentagrama el Leverkusen y el Atlético seguía su hoja de ruta, cercenando cualquier salida de pelota limpia visitante. Tan solo un fogonazo de Arda que tomó cuerpo en pase entre líneas y en vuelo que dejaba solo a Mandzukic -anulado por fuera de juego- aclaraba que había calidad ara jugar por el césped en la cancha, consumida ya la media hora. Çahlanoglu y Son permanecían sacados fuera de eje, sin balón que mover, y los pupilos de Schmidt no encontraban soluciones. Tan solo registrar un error y explotarlo.
El partido se encaminó al intermedio con el Atlético exhibiendo cerradura: Mario destacaba en la cobertura de las pérdidas en el centro del campo para abortar el escaso peligro, Giménez crecía sin freno en la pelota aérea y el colapso combinativo alemán era ya un hecho, con Bellarabi como islote en el bagaje creativo. Hubo tiempo, por contra, para que Suarez no encontrara portería por el desvío de un zaguero en otro remate desde la frontal y para que el Leverkusen mostrara su primera asociación con centro, tapado por los centrales colchoneros, en el 44 de partido. Y bajo esa prohibición impuesta de ceder balones por error, que beneficiaba al Atlético, sobrevino el descanso.
Abrió fuego de manera precoz Simeone cambiando una pieza: salía Cani, intrascendente, y entraba en acción Raúl García, en búsqueda de subir la presión y pugnar y cosechar mas balones sueltos tras pelotazo. El cuarto clasificado de la Bundesliga no modificó la hoja de ruta y el Atlético retomó, con decisión, su dominio del espacio, con más balón -gracias a l salto a escena de Arda y Griezmann mezclando entre líneas- y sin pestañear en el derroche físico. No obstante, el cuadro alemán solo pudo achicar en los primeros 20 minutos de la reanudación. Sólo dos disparos desde larga distancia y tras acción individual de Bellarabi y Çahlanoglu dieron respiro a la vertiginosa estructura visitante.
Transitaba la eliminatoria empatada hacia el desenlace con el equipo de Simeone dominando el escenario. Griezmann se multiplicaba agujereando el centro de la zaga alemana y los generadores de veneno visitante no incomodaban la concentrada placidez colchonera. Arda y Raúl García tuvieron el 2-0 en ese intervalo central: el primer al mandar a la grada un pase a la frontal del punta francés y el segundo al rematar una falta frontal botada por Koke que lamió el poste izquierdo de Leno. Trató de implementar un cambio de plano Schmidt en esa tesitura introduciendo al elemento fijador de centrales Kiessling, con el fin de provocar un cierto repliegue de líneas local. Drmic dejaba su escaño sin haber ganando ningún cuerpo a cuerpo.
Cuando el minutero señaló que quedaban menos de 15 por jugar Schmidt incluyó en la partida a Rolfes, el obrero capaz de otorgar fluidez a la ausente combinación entre Castro y Bender. Son quedaba fuera tras un partido vacío de uno de los vértices verticales alemanes. Cedía terreno el Atlético, que sin embargo contragolpeaba con ligereza -Arda forzó a Leno en el 80- y el tramo final dibujaba un destino incierto con el club español en superioridad en cualquier faceta del juego analizable. El solar de llegadas alemanas rompió la inercia helada con un remate muy desviado de Kiessling al tiempo que Simeone agitaba a la tribuna dando descanso al guerrero croata e inyectando a Torres en la atmósfera. El espacio a la espalda de la zaga estaba haciendo daño a los de Schmidt.
Dispusieron los madrileños de varias opciones a balón parado ante la total inoperancia ofensiva teutona, que no supuso una amenaza en todo el segundo acto, pero el duelo arribó la prórroga. Debía, ahora sí, mostrar un viraje más ambicioso el cuadro de Schmidt, que se guardó una sustitución para el tiempo extra. Sin fútbol y con la gestación de las contras cercenada bajo mandato de Simeone, los alemanes ganaron 30 minutos más de esfuerzo. Y el Atlético, que no se descompuso en su esfuerzo, no encontró caminos continuados hacia el gol definitivo.
Con el cansancio pasando de extra a actor principal empezó la prórroga. Cedió la tensión competitiva y ambas escuadras buscaron, como consigna paradigmática, no desguarnecerse. Si bien el duelo se desarrollaba más en terreno alemán, la batalla en la medular consumía la energía y alejaba el peligro de las porterías. Si bien el Atlético había rozado el pase con balón, la pelota surcaba el cielo ante los avisos de ruptura de líneas en ambos contendientes. Un remate de Kiessling sin consecuencias tras el error de cálculo de la zaga local supuso el único intento dirigido del periodo inicial -minuto 94-. Decidió el técnico alemán apuntalar su repliegue, antes del cambio de campos, sacando a Bender -gris con la pelota- e introduciendo a Papadopoulos y la épica reclamaba su espacio a falta de 15 minutos de partido.
Se consumió el primer suspiro de este suspiro con el Atlético mordiendo bajo la chistera de Arda Turan: primero encuentra a Raúl García en el interior del área y el navarro encañona al primer poste para el despeje apurado de Leno -minuto 106- y, más tarde, levanta a la grada con un número de luchador y malabarista. Por el camino Rolfes heló el ambiente con un cañonazo prototípico alemán -desde larga distancia y plano- que lamió el poste de un Oblak batido y Torres respondió con un testarazo cruzado sin consecuencias. La pelota no entraba ya en la fórmula colchonera -el Bayer gozaba de posesiones más largas y precisas- y el temor a resbalar parecía apoderarse de la recta final, con la tanda de penaltis como telón de fondo. Los últimos estertores de la batalla tocaron tierra en forma de fútiles balones aéreos, bien defendidos. La tensión se trasladaba del notable despliegue colectivo a el duelos de especialistas.
Y en esta suerte se mostró superior, por un margen igual de escaso que en la eliminatoria. Raúl García y Çahlanoglu abrieron la tanda con doslanzamientos horribles y, tras los aciertos de Griezmann y Rolfes, los alemanes pecaron de inexperiencia lanzando a las nubes los intentos de Toprak y el definitvo de Kiessling. Koke falló y Torres anotó el último del bando español. El Atlético supera una piedra rocosa en la que se extrae el crecimiento en el repliegue, un nuevo triunfo táctico de Simeone, que tapó la creación de juego visitante, y los problemas para compaginar calidad y pelota. Aún así, los rojiblancos están en cuartos de la Liga de Campeones. Un año más.