El
pasado martes el Real Madrid hizo uno de los peores partidos en años ante un
rival de inferior calidad y bordeó un ridículo que no llegó por mera fortuna
Antonio Blanca
Los
octavos de final de la Champions League
de la presente campaña no pasarán a la historia del club blanco. Sí que se
recordará la sonora bronca que el público le tributó a sus jugadores tras un
pésimo partido, y a su entrenador, Carlo Ancelotti, el capitán del buque al
frente de la nave que se hunde inexorablemente. Para el que no conozca al
público del Santiago Bernabéu, en Copa de Europa suele ser festivo y afable,
serio y severo en Liga, lo que hace ver a las claras lo mal que estuvieron los de
Ancelotti, el esperpento de partido que disputaron para que al final de los
noventa minutos el Bernabéu por completo abroncara a los suyos.
De
enero de 2015, dicen que en Dubái comenzó toda esta debacle, a el 10 de marzo
van unos setenta días, dos meses y medio de tedio, mal juego, falta de
confianza y de compromiso. Un equipo que dista un abismo de aquel que maravilló
a finales de 2014. ¿Qué le pasa al Real Madrid? Un equipo enfermo cuyo
entrenador no da síntomas de saber diagnosticar que males le acucian. Puede ser
solo un dato más pero Ancelotti que no lleva ni dos temporadas tiene a la mejor
plantilla en la historia del Madrid, con un gasto en fichajes de 293’6 millones
de euros, que contrastan con los 163 de los tres años de Mou, y son menores en
proporción que los 250 millones del año de Pellegrini, sus resultados deben ser
exigidos a la altura de lo que tiene.
Ancelotti
está al frente de la nave, y se está cayendo con todo el equipo. El italiano ha
sido señalado por el dedo acusador del Bernabéu y está muy tocado. Ya ni la
Décima se lo va a perdonar. El pasado martes la clasificación a cuartos de
final estuvo con la espada de Damocles pendiendo de un hilo, un partido
horroroso, a excepción de Ronaldo todos los demás lo mejor que estuvieron
fueron vulgares. Bale e Iker Casillas fueron los peor parados. El capitán
blanco no está para jugar. Falló en tres de los cuatro goles recibidos, y como
Lineker dijo, Casillas es una sombra de ese portero “para lo todo” que fue. Lo positivo,
lo único para valorar, la vuelta de Modric. Se lesionó el croata, y el Real
Madrid empezó a desinflarse.
Que
los jugadores son los principales causantes de esta situación no merece ser
cuestionado. Son los once que saltan al campo los que deben dar la cara y sacar
los partidos, pero no es menos cierto que el director de orquesta debe encajar
los instrumentos de manera que se interprete una bella sinfonía y no un pasodoble
pachanguero de las siete de la mañana de cualquier pueblo en sus fiestas de
verano, donde el defensa toca la “cucaracha”, el mediocampista “Paquito el
chocolatero” y el delantero “El rey”.
El
Santiago Bernabéu recordó tiempos pasados. Justo la etapa pre-Mourinho, cuando
se sumaron seis años consecutivos cayendo en los octavos. La suerte en el
fútbol también cuenta. Esa que le faltó al portugués en la final de Copa frente
al Atlético tras bombardearlo a ocasiones. Se quedó en una tanda ante el Bayern
cuando remontó en la vuelta (fallos de Kaká, Ronaldo y Ramos). Tras la debacle
de Dortmund, solo un gol en la remontada (fallos de Ozil, Higuaín y Ronaldo), y
ese arbitraje dudoso en las “semis” de vuelta en el Camp Nou.
Ancelotti
está teniendo toda esa fortuna. La vuelta de los cuartos en Dortmund, el
testarazo inmortal de Ramos en Lisboa, el palo del martes de Huntelaar. Dicen
que el Madrid gana pese a Ancelotti. Discrepo. Veintidós partidos consecutivos
y esa manera tan primorosa de hacer fútbol que se le ha visto a este equipo no
es fruto de la casualidad.
Tal
vez con esa famosa “mano blanda”, que sirvió pero que ya no, esté el italiano
cayendo en pecados mortales de necesidad. Está muy bien el compadreo con la
plantilla, caerle simpático a los periodistas, pero un entrenador lo que tiene
que hacer es entrenar. Su función principal. ¿Cómo y cuanto se entrena?
Demasiada concesión a los jugadores, que manifiestan estar con su entrenador en
los micrófonos, pero posteriormente en el césped no se ve ese compromiso con el
técnico italiano.
Ancelotti
no premia al que se lo merece, más entrena y en mejor forma está. Ocurrió con
Jesé e Isco el pasado año. Ahora está empecinado con la BBC, sin buscar otras
opciones, sin recordar que el mejor fútbol del Madrid llegó con el 4-4-2. Una pésima
gestión de minutos con los titulares, sin motivar a los jugadores del banquillo
(apenas tienen oportunidades), ya ha quemado a Kroos y está cerca de lograrlo
con Isco. Muchas lesiones fruto de una mala planificación deportiva…
El
público estalló el martes porque es consciente de esa apatía, de esa falta de
entrega y sacrificio, de la no exigencia o la ley del mínimo esfuerzo. De no
tratar a todos por igual y establecer gerifaltes en un vestuario que no tiene
ni ganas ni confianza, llegando a primar más el individualismo que el
colectivo. La gente se percata de tal compadreo, de la pérdida de la cultura
del trabajo y el esfuerzo, de la disciplina para saber qué hacer, de los
cumpleaños y cenas hasta las seis de la mañana (cada uno en su vida privada
hace lo que quiere, pero luego debe cumplir en sus quehaceres laborales).
Los
valores del mérito y sacrificio se han perdido (por eso gritó el Santiago
Bernabéu el nombre de José Mourinho, no porque quieran el regreso del
portugués, o ¿sí?). Eliminados de la Copa en octavos, con la Liga empeñados en
tirarla por la borda, la pírrica clasificación para cuartos no invita a pensar
en un futuro halagüeño. Quedan dos meses para que se cierre la temporada 2015,
y el barco sigue a la deriva sin que Ancelotti sepa los síntomas ni como
arreglarlo.