jueves, 12 de marzo de 2015

LA CATÁSTROFE BLANCA


El pasado martes el Real Madrid hizo uno de los peores partidos en años ante un rival de inferior calidad y bordeó un ridículo que no llegó por mera fortuna

Antonio Blanca

Los octavos de final de la Champions League de la presente campaña no pasarán a la historia del club blanco. Sí que se recordará la sonora bronca que el público le tributó a sus jugadores tras un pésimo partido, y a su entrenador, Carlo Ancelotti, el capitán del buque al frente de la nave que se hunde inexorablemente. Para el que no conozca al público del Santiago Bernabéu, en Copa de Europa suele ser festivo y afable, serio y severo en Liga, lo que hace ver a las claras lo mal que estuvieron los de Ancelotti, el esperpento de partido que disputaron para que al final de los noventa minutos el Bernabéu por completo abroncara a los suyos.

De enero de 2015, dicen que en Dubái comenzó toda esta debacle, a el 10 de marzo van unos setenta días, dos meses y medio de tedio, mal juego, falta de confianza y de compromiso. Un equipo que dista un abismo de aquel que maravilló a finales de 2014. ¿Qué le pasa al Real Madrid? Un equipo enfermo cuyo entrenador no da síntomas de saber diagnosticar que males le acucian. Puede ser solo un dato más pero Ancelotti que no lleva ni dos temporadas tiene a la mejor plantilla en la historia del Madrid, con un gasto en fichajes de 293’6 millones de euros, que contrastan con los 163 de los tres años de Mou, y son menores en proporción que los 250 millones del año de Pellegrini, sus resultados deben ser exigidos a la altura de lo que tiene.

Ancelotti está al frente de la nave, y se está cayendo con todo el equipo. El italiano ha sido señalado por el dedo acusador del Bernabéu y está muy tocado. Ya ni la Décima se lo va a perdonar. El pasado martes la clasificación a cuartos de final estuvo con la espada de Damocles pendiendo de un hilo, un partido horroroso, a excepción de Ronaldo todos los demás lo mejor que estuvieron fueron vulgares. Bale e Iker Casillas fueron los peor parados. El capitán blanco no está para jugar. Falló en tres de los cuatro goles recibidos, y como Lineker dijo, Casillas es una sombra de ese portero “para lo todo” que fue. Lo positivo, lo único para valorar, la vuelta de Modric. Se lesionó el croata, y el Real Madrid empezó a desinflarse.

Que los jugadores son los principales causantes de esta situación no merece ser cuestionado. Son los once que saltan al campo los que deben dar la cara y sacar los partidos, pero no es menos cierto que el director de orquesta debe encajar los instrumentos de manera que se interprete una bella sinfonía y no un pasodoble pachanguero de las siete de la mañana de cualquier pueblo en sus fiestas de verano, donde el defensa toca la “cucaracha”, el mediocampista “Paquito el chocolatero” y el delantero “El rey”.

El Santiago Bernabéu recordó tiempos pasados. Justo la etapa pre-Mourinho, cuando se sumaron seis años consecutivos cayendo en los octavos. La suerte en el fútbol también cuenta. Esa que le faltó al portugués en la final de Copa frente al Atlético tras bombardearlo a ocasiones. Se quedó en una tanda ante el Bayern cuando remontó en la vuelta (fallos de Kaká, Ronaldo y Ramos). Tras la debacle de Dortmund, solo un gol en la remontada (fallos de Ozil, Higuaín y Ronaldo), y ese arbitraje dudoso en las “semis” de vuelta en el Camp Nou.

Ancelotti está teniendo toda esa fortuna. La vuelta de los cuartos en Dortmund, el testarazo inmortal de Ramos en Lisboa, el palo del martes de Huntelaar. Dicen que el Madrid gana pese a Ancelotti. Discrepo. Veintidós partidos consecutivos y esa manera tan primorosa de hacer fútbol que se le ha visto a este equipo no es fruto de la casualidad.

Tal vez con esa famosa “mano blanda”, que sirvió pero que ya no, esté el italiano cayendo en pecados mortales de necesidad. Está muy bien el compadreo con la plantilla, caerle simpático a los periodistas, pero un entrenador lo que tiene que hacer es entrenar. Su función principal. ¿Cómo y cuanto se entrena? Demasiada concesión a los jugadores, que manifiestan estar con su entrenador en los micrófonos, pero posteriormente en el césped no se ve ese compromiso con el técnico italiano.

Ancelotti no premia al que se lo merece, más entrena y en mejor forma está. Ocurrió con Jesé e Isco el pasado año. Ahora está empecinado con la BBC, sin buscar otras opciones, sin recordar que el mejor fútbol del Madrid llegó con el 4-4-2. Una pésima gestión de minutos con los titulares, sin motivar a los jugadores del banquillo (apenas tienen oportunidades), ya ha quemado a Kroos y está cerca de lograrlo con Isco. Muchas lesiones fruto de una mala planificación deportiva…

El público estalló el martes porque es consciente de esa apatía, de esa falta de entrega y sacrificio, de la no exigencia o la ley del mínimo esfuerzo. De no tratar a todos por igual y establecer gerifaltes en un vestuario que no tiene ni ganas ni confianza, llegando a primar más el individualismo que el colectivo. La gente se percata de tal compadreo, de la pérdida de la cultura del trabajo y el esfuerzo, de la disciplina para saber qué hacer, de los cumpleaños y cenas hasta las seis de la mañana (cada uno en su vida privada hace lo que quiere, pero luego debe cumplir en sus quehaceres laborales).

Los valores del mérito y sacrificio se han perdido (por eso gritó el Santiago Bernabéu el nombre de José Mourinho, no porque quieran el regreso del portugués, o ¿sí?). Eliminados de la Copa en octavos, con la Liga empeñados en tirarla por la borda, la pírrica clasificación para cuartos no invita a pensar en un futuro halagüeño. Quedan dos meses para que se cierre la temporada 2015, y el barco sigue a la deriva sin que Ancelotti sepa los síntomas ni como arreglarlo.