Empate
sin goles en la ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones en el derbi
madrileño que se le ha atragantado al Madrid que lleva siete partidos sin
vencer al Atlético en una misma temporada
Antonio Blanca
Se
vistió el Calderón con su traje de aforo completo para acoger el derbi más
trascendental de la presente temporada. Se conjugaba, en el ambiente y sobre el
césped, una suerte de intercambio de revanchas (final de Lisboa y balance sin
victoria merengue en los enfrentamientos en los que va de ejercicio) y el cruce
de inercias y sensaciones antagónicas. El Atlético cumplía un año natural sin
caer en su coliseo en competición continental y un bagaje goleador de 7-0 en
las visitas del enemigo íntimo en Liga, Copa y Supercopa. El Madrid arribó como
el conjunto más afinado a domicilio en el torneo del viejo continente y con el
ánimo reconstruido tras volver a recortar la distancia con la cima de la
batalla doméstica, situándola en dos puntos. El envite, más cerrado e igualado
que nunca, con ambos técnicos disponiendo de todas sus piezas en plantilla,
sobrevino para medir la consistencia de uno y el punto de rehabilitación de
otros.
Diego Pablo Simeone apostó de inicio por el resguardo físico de Mario Suárez en detrimento de Tiago, colocando, además, a Siqueira en el lateral izquierdo, en un claro movimiento en busca de ganar superioridad en banda y buscar las cosquillas en transición. Arda, Koke y Griezmann se encargarían de hilvanar entre líneas, por delante de la zaga visitante y Mandzukic ocuparía el centro del área en busca de lograr la indigestión aérea de los centrales oponentes. Una combinación de intensidad en el despliegue e intentona de disputar la pelota con puntiaguda coherencia. Sin descuidar esta última faceta, para controlar el tempo, la pizarra no cedía terreno en el guión del “Cholo”.
Carlo Ancelotti, por su parte, jugó la baza sobre el papel de 4-3-3, con James, Modric y Kroos en una medular creativa obligada a esmerarse en el cuidado del equilibrio y el achique de las contras rojiblancas. Varane ocupaba el escaño de Pepe, que no llegó en plenitud física al choque, cayéndole una nueva prueba de fuego a su seriedad en la faena defensiva. El mensaje oficial apuntaba que la intensidad y compromiso de los artistas en la cobertura no significaba ya un problema y, con el mantra de que cada pérdida penaliza, el Madrid disponía un esquema destinado a batallar por la posesión y adaptarse a un viraje hacia el robo y salida si fuera menester. La pericia para encontrar caminos por el carril central no resultaba baladí comprobada la horizontalidad del pretérito 4-0. Isco esperaría su lugar como revulsivo, de nuevo el italiano siendo injusto. De nuevo el italiano demostrando que no sabe ganarle la partida a Simeone.
Arrancó este partido elitista con la línea de presión y la altura de los laterales como incógnitas a solventar, factores decisivos en la pugna por ganar el centro del campo, con el paso de los minutos. Se desató una maravillosa conversación de alta tensión por la preponderancia táctica: la presión de ambos esquemas buscaban ahogar la salida de pelota con vehemencia. Exhibió personalidad el Madrid para esquivar el brío local con asociaciones lúcidas que le otorgaron, además del control del cuero, las primeras llegadas a puerta: Carvajal resultó el primero en probar los guantes de Oblak con un chut cruzado tras pase de James y mal rechace colchonero, en el dos de juego; en el 8, Ronaldo encañonó de falta directa desde larga distancia para la atajada del meta esloveno; y, por el camino, en el 3 de duelo, Godín pifió un despeje franco para dejar a Bale en mano a mano con el portero local. El galés condujo su carrera hasta perdonar en las primeras de cambio. El sustituto de Moyá aguantó para tapar con seriedad.
Pasado el fogonazo del primer cuarto de hora, el escenario dibujaba un Atlético intenso que bajada grados en la altura de su presión. La posesión merengue, horizontal, bastaba para atemperar la atmósfera y la amenaza sufrida provocó cierto repliegue colchonero. Sin embargo, la trompicada verticalidad merengue no descontroló el orden de los pupilos de Simeone, que se activaron en faceta ofensiva con las primeras dos acciones a balón parado y una galopada de Griezmann en contragolpe que desbordó la anatomía de Ramos.
Atravesado del ecuador de primer acto, el sistema de Ancelotti poseía en monopolio el cuero y controlaba, con resbalones aislados, el riesgo de transición atlética. La vigencia del peligro en el robo y salida permanecía latente y los madridistas no subieron decibelios en su intención. Les bastaba con manejar la asociación con fluidez, con Kroos, Marcelo, Modric y James en rol destacado. El ritmo de juego cayó, si bien la tensión competitiva no cedió pulgada alguna.
El último cuarto de hora tomó cuerpo con la primera posesión prolongada y con llegada en banda del Atlético. Siqueira ganó espacio en combinación con Mario para centrar sin consecuencias. Un oasis que aceleró las revoluciones de creación y atacante de los de Chamartín, que multiplicaron su productividad de ocasiones hasta el descanso disparados en las pérdidas de la medular local. Bale abrió fuego con un disparo rotundo desde media distancia que Oblak acertó a sacarse de encima en el 30, Modric probó desde la frontal tras robo y salida sin encontrar la diana en el 39, James remató una contra tras mal saque de esquina rojiblanco obligando al héroe ante el Leverkusen a estirar sus reflejos y Benzema cerró el bagaje con un cabezazo alto en el peor momento del Atlético.
El conjunto del “Cholo” parecía desestabilizado en la recta final, buscando en el encierro ganar el intermedio. Tan solo un fallo en la salida de pelota de Ramos que recogió Griezmann y Casillas enjugó y el testarazo final del galo a centro de Siqueira desperezaba al portero visitante. Concluyeron 45 minutos de sobriedad merengue, que no remató las situaciones generadas cuando gozó de espacios. El cuerpo técnico local debía modificar su argumentación para volver a suponer una amenaza a la plácida combinación del campeón europeo.
Se quemaron los primeros 20 minutos de segundo acto bajo un paisaje similar. El Madrid combinaba sin encontrar pasillos entre líneas y el Atlético se entregaba al achique y balón aéreo al gigante croata en busca de la segunda jugada. Del pentagrama trató de salir un inoperante Arda -sacrificado por la causa-, asociando su talento al de Griezmann, intentando abrir fisuras entre líneas, y encontró un cabezazo desviado a centro de Juanfran en el 49. Sin embargo, el tempo pertenecía al Madrid. Un golpe de Ramos a Mandzukic que tuvo al croata fuera de juego por emanación de sangre fue aprovechado por Simeone para tratar de perder tiempo lanzando botellas de agua a la hierba. Una estratagema que denotaba el estado de ánimo del intervalo de partido.
Si consiguió el bloque colchonero reducir las opciones de remate merengues, que quedaron limitadas a un disparo lejano de Kroos que atajó Oblak con seguridad, en el 56 de juego. La combinación visitante no alcanzaba a superar el plano horizontal y los espacios para la transición se minimizaron en coherencia con el eficaz rendimiento del encierro local.
Percibió el bloqueo Ancelotti que dio entrada a Isco en la hoja de ruta. En el 74, Benzema, privado de balón y hueco, salía de escena para poblar el centro del campo de piezas que no permitieran variación en la superioridad en la medular. Simeone reaccionó apostando por Raúl García y sacando a Griezmann, apuntalando la segunda jugada y el juego directo.
Llegaba el advenimiento del desenlace de este primer asalto con el Atlético buscando adelantar líneas, complicar la salida asociativa rival y ocupar los espacios para mayor respiro del esfuerzo. Isco, frío, perdió una pelota que condujo sobre terciopelo Arda para encender el Calderón ante el bajón físico madridista.
La volea desviada de Raúl García tras el saque de banda profundo de Siqueira confirmaba el boceto de aire fresco rojiblanco. Torres sería el siguiente movimiento vertical de Simeone, que leía el descenso de fuelle del rival y sacaba a Koke para tratar de cosechar una victoria en el cuerpo a cuerpo, con o sin balón. Ancelotti incluía a Arbeloa en la ecuación, por Carvajal, para aportar pulmones.
La recta final ofreció la cesión del Madrid en el mando sobre la pelota y el ritmo de juego, con una perspectiva salpicada de interrupciones que aliñó el Atlético con una ración de brío que generó indecisión en la zaga merengue, que regaló saques de esquina que no encontraron éxito por el cierre in extremis de Casillas (que tuvo su preceptiva cantada de cada derbi) y Arbeloa. Sufriendo, sin la pausa que le granjeó comodidad en buena parte del cruce, se deshacía la calma de los de Ancelotti, superados por el ascenso energético efervescente rival, con Torres trazando slaloms imposibles. Un chut de Modric alto tras despeje de la zaga rojiblanca, después de un saque de esquina en el 86, representó el balance estadístico de ocasiones hasta que James cedió para el chut cerrado de Ronaldo en el tiempo añadido.
El 0-0 bajó el telón de un partido de sublime intensidad y ortodoxia al guión particular de cada púgil. La calidad en las facetas ofensiva y defensiva, que minimizó la variable de los errores, deja el billete a semifinales para la disputa del Bernabéu. Ancelotti logró ganar el centro del campo, asignatura pendiente, y el Madrid completó un duelo competitivo que denota la cohesión perdida tras la fiesta marroquí. El Atlético, que negó la opción de batallar por la posesión, supo jugar sus cartas físicas hasta apurar el descuento con opciones de hacer daño. Delicioso enfrentamiento en el que cada cual exhibió virtudes. El derbi no decepcionó en su igualdad pronosticada para delicia y alimento de la tensión que le es inherente.
Diego Pablo Simeone apostó de inicio por el resguardo físico de Mario Suárez en detrimento de Tiago, colocando, además, a Siqueira en el lateral izquierdo, en un claro movimiento en busca de ganar superioridad en banda y buscar las cosquillas en transición. Arda, Koke y Griezmann se encargarían de hilvanar entre líneas, por delante de la zaga visitante y Mandzukic ocuparía el centro del área en busca de lograr la indigestión aérea de los centrales oponentes. Una combinación de intensidad en el despliegue e intentona de disputar la pelota con puntiaguda coherencia. Sin descuidar esta última faceta, para controlar el tempo, la pizarra no cedía terreno en el guión del “Cholo”.
Carlo Ancelotti, por su parte, jugó la baza sobre el papel de 4-3-3, con James, Modric y Kroos en una medular creativa obligada a esmerarse en el cuidado del equilibrio y el achique de las contras rojiblancas. Varane ocupaba el escaño de Pepe, que no llegó en plenitud física al choque, cayéndole una nueva prueba de fuego a su seriedad en la faena defensiva. El mensaje oficial apuntaba que la intensidad y compromiso de los artistas en la cobertura no significaba ya un problema y, con el mantra de que cada pérdida penaliza, el Madrid disponía un esquema destinado a batallar por la posesión y adaptarse a un viraje hacia el robo y salida si fuera menester. La pericia para encontrar caminos por el carril central no resultaba baladí comprobada la horizontalidad del pretérito 4-0. Isco esperaría su lugar como revulsivo, de nuevo el italiano siendo injusto. De nuevo el italiano demostrando que no sabe ganarle la partida a Simeone.
Arrancó este partido elitista con la línea de presión y la altura de los laterales como incógnitas a solventar, factores decisivos en la pugna por ganar el centro del campo, con el paso de los minutos. Se desató una maravillosa conversación de alta tensión por la preponderancia táctica: la presión de ambos esquemas buscaban ahogar la salida de pelota con vehemencia. Exhibió personalidad el Madrid para esquivar el brío local con asociaciones lúcidas que le otorgaron, además del control del cuero, las primeras llegadas a puerta: Carvajal resultó el primero en probar los guantes de Oblak con un chut cruzado tras pase de James y mal rechace colchonero, en el dos de juego; en el 8, Ronaldo encañonó de falta directa desde larga distancia para la atajada del meta esloveno; y, por el camino, en el 3 de duelo, Godín pifió un despeje franco para dejar a Bale en mano a mano con el portero local. El galés condujo su carrera hasta perdonar en las primeras de cambio. El sustituto de Moyá aguantó para tapar con seriedad.
Pasado el fogonazo del primer cuarto de hora, el escenario dibujaba un Atlético intenso que bajada grados en la altura de su presión. La posesión merengue, horizontal, bastaba para atemperar la atmósfera y la amenaza sufrida provocó cierto repliegue colchonero. Sin embargo, la trompicada verticalidad merengue no descontroló el orden de los pupilos de Simeone, que se activaron en faceta ofensiva con las primeras dos acciones a balón parado y una galopada de Griezmann en contragolpe que desbordó la anatomía de Ramos.
Atravesado del ecuador de primer acto, el sistema de Ancelotti poseía en monopolio el cuero y controlaba, con resbalones aislados, el riesgo de transición atlética. La vigencia del peligro en el robo y salida permanecía latente y los madridistas no subieron decibelios en su intención. Les bastaba con manejar la asociación con fluidez, con Kroos, Marcelo, Modric y James en rol destacado. El ritmo de juego cayó, si bien la tensión competitiva no cedió pulgada alguna.
El último cuarto de hora tomó cuerpo con la primera posesión prolongada y con llegada en banda del Atlético. Siqueira ganó espacio en combinación con Mario para centrar sin consecuencias. Un oasis que aceleró las revoluciones de creación y atacante de los de Chamartín, que multiplicaron su productividad de ocasiones hasta el descanso disparados en las pérdidas de la medular local. Bale abrió fuego con un disparo rotundo desde media distancia que Oblak acertó a sacarse de encima en el 30, Modric probó desde la frontal tras robo y salida sin encontrar la diana en el 39, James remató una contra tras mal saque de esquina rojiblanco obligando al héroe ante el Leverkusen a estirar sus reflejos y Benzema cerró el bagaje con un cabezazo alto en el peor momento del Atlético.
El conjunto del “Cholo” parecía desestabilizado en la recta final, buscando en el encierro ganar el intermedio. Tan solo un fallo en la salida de pelota de Ramos que recogió Griezmann y Casillas enjugó y el testarazo final del galo a centro de Siqueira desperezaba al portero visitante. Concluyeron 45 minutos de sobriedad merengue, que no remató las situaciones generadas cuando gozó de espacios. El cuerpo técnico local debía modificar su argumentación para volver a suponer una amenaza a la plácida combinación del campeón europeo.
Se quemaron los primeros 20 minutos de segundo acto bajo un paisaje similar. El Madrid combinaba sin encontrar pasillos entre líneas y el Atlético se entregaba al achique y balón aéreo al gigante croata en busca de la segunda jugada. Del pentagrama trató de salir un inoperante Arda -sacrificado por la causa-, asociando su talento al de Griezmann, intentando abrir fisuras entre líneas, y encontró un cabezazo desviado a centro de Juanfran en el 49. Sin embargo, el tempo pertenecía al Madrid. Un golpe de Ramos a Mandzukic que tuvo al croata fuera de juego por emanación de sangre fue aprovechado por Simeone para tratar de perder tiempo lanzando botellas de agua a la hierba. Una estratagema que denotaba el estado de ánimo del intervalo de partido.
Si consiguió el bloque colchonero reducir las opciones de remate merengues, que quedaron limitadas a un disparo lejano de Kroos que atajó Oblak con seguridad, en el 56 de juego. La combinación visitante no alcanzaba a superar el plano horizontal y los espacios para la transición se minimizaron en coherencia con el eficaz rendimiento del encierro local.
Percibió el bloqueo Ancelotti que dio entrada a Isco en la hoja de ruta. En el 74, Benzema, privado de balón y hueco, salía de escena para poblar el centro del campo de piezas que no permitieran variación en la superioridad en la medular. Simeone reaccionó apostando por Raúl García y sacando a Griezmann, apuntalando la segunda jugada y el juego directo.
Llegaba el advenimiento del desenlace de este primer asalto con el Atlético buscando adelantar líneas, complicar la salida asociativa rival y ocupar los espacios para mayor respiro del esfuerzo. Isco, frío, perdió una pelota que condujo sobre terciopelo Arda para encender el Calderón ante el bajón físico madridista.
La volea desviada de Raúl García tras el saque de banda profundo de Siqueira confirmaba el boceto de aire fresco rojiblanco. Torres sería el siguiente movimiento vertical de Simeone, que leía el descenso de fuelle del rival y sacaba a Koke para tratar de cosechar una victoria en el cuerpo a cuerpo, con o sin balón. Ancelotti incluía a Arbeloa en la ecuación, por Carvajal, para aportar pulmones.
La recta final ofreció la cesión del Madrid en el mando sobre la pelota y el ritmo de juego, con una perspectiva salpicada de interrupciones que aliñó el Atlético con una ración de brío que generó indecisión en la zaga merengue, que regaló saques de esquina que no encontraron éxito por el cierre in extremis de Casillas (que tuvo su preceptiva cantada de cada derbi) y Arbeloa. Sufriendo, sin la pausa que le granjeó comodidad en buena parte del cruce, se deshacía la calma de los de Ancelotti, superados por el ascenso energético efervescente rival, con Torres trazando slaloms imposibles. Un chut de Modric alto tras despeje de la zaga rojiblanca, después de un saque de esquina en el 86, representó el balance estadístico de ocasiones hasta que James cedió para el chut cerrado de Ronaldo en el tiempo añadido.
El 0-0 bajó el telón de un partido de sublime intensidad y ortodoxia al guión particular de cada púgil. La calidad en las facetas ofensiva y defensiva, que minimizó la variable de los errores, deja el billete a semifinales para la disputa del Bernabéu. Ancelotti logró ganar el centro del campo, asignatura pendiente, y el Madrid completó un duelo competitivo que denota la cohesión perdida tras la fiesta marroquí. El Atlético, que negó la opción de batallar por la posesión, supo jugar sus cartas físicas hasta apurar el descuento con opciones de hacer daño. Delicioso enfrentamiento en el que cada cual exhibió virtudes. El derbi no decepcionó en su igualdad pronosticada para delicia y alimento de la tensión que le es inherente.