Pinchazos en liga de Real Madrid y Barcelona que dejaron malas imágenes ante Zaragoza y Real Sociedad respectivamente
Antonio Blanca
Tensión, nervios y desconcentración. Lo vivido el pasado miércoles en el Santiago Bernabéu han afectado más de la cuenta a los dos equipos que allí combatieron, porque más que un partido de fútbol, aquello pareció una batalla tanto en el plano físico como en el dialéctico. Real Madrid y Barcelona se juegan mucho en la Champions League, pero entre los dos duelos (posiblemente los más importantes de la temporada) el calendario tenía fijado un compromiso liguero que ambos no parecían ni contemplar. El partido del pasado miércoles no terminó en el minuto 90 ya que continuó en los despachos, por lo que desconectar del clásico europeo no está siendo fácil. Se presumía que el estado de ánimo iba a ser determinante y así ha sido.
Los blancos no levantan cabeza y cedieron su segundo triunfo en casa ante un necesitado Zaragoza, y el Barça, cuando tenía el camino despejado para sentenciar la Liga y los culés ya entonaban el “Campeones” en las gradas, sorprendió a todos al salir derrotado de Anoeta. El Madrid perdió la ocasión de meter más presión al líder y los de Guardiola tuvieron en su mano la posibilidad de abrir una brecha que hubiese sido de once puntos. Esa es la lectura del ‘lo que pudo ser y no fue’ que centró las conversaciones tras los dos encuentros de ayer. Todo sigue igual en la clasificación pero no en el ambiente que se respira en ambos vestuarios.
Esta vez Mourinho no culpó de la derrota de su equipo ni a los árbitros ni a la nube que pasaba por allí, y eso que no le pitaron un penalti y volvió a quedarse con diez. Asumió toda la responsabilidad y se calificó a sí mismo como el único culpable. “Hoy no he sido capaz de motivar lo suficiente a mis jugadores”, dijo el luso al término del encuentro. Reconoció su fallo, pero defendió el once y los cambios posteriores: “Había calidad más que suficiente para ganar. No ha sido cuestión de escoger jugadores".
El efecto ‘Copa del Rey’ le ha durado al Real Madrid una semana, exactamente el periodo de tiempo que transcurrió desde la alegría por la consecución de su primer título de la temporada al desastre de la ida de Champions. Lo que se vio en el Santiago Bernabéu el pasado miércoles fue un equipo con una sola idea: dejar de ser el Real Madrid para no dejar ser al Barça. Un planteamiento muy diferente, sin embargo, al once ofensivo que arrasó al Valencia en Mestalla y a esa mentalidad ganadora que sí consiguió doblegar al Barcelona en la final de Copa durante gran parte del duelo. Ese Madrid, el que sus seguidores y los aficionados al fútbol en generan anhelan, se desvaneció en cuestión de días.
Tras el 0-2 de la Champions, el Real Madrid parece muerto, abatido, pero psicológicamente hablando, porque portentos físicos tiene unos cuantos. La derrota le complicó (por no decir sentenció) la eliminatoria y el palo que ha supuesto para la plantilla se notó ayer sobre el césped del Bernabéu. Ni siquiera el plan B de Mourinho, el que pone en el campo a Granero, Kaká, Benzema e Higuaín, dio el resultado de otras ocasiones. Solo cuando fue consciente de que iba por detrás en el marcador por más de un gol de diferencia y que la derrota sería una realidad de no reaccionar a tiempo, el equipo blanco se puso a trabajar. Eso fue con Marcelo, Özil y Di María ya en el campo. Como dice Mou, lo que falló fue la concentración y la motivación.
El Barcelona también se llevó una lección. Así es como definió Guardiola la derrota de su equipo en rueda de prensa. Y es que a Pep le entraron sus típicos agobios. “Tengo la sensación de que pasaremos momentos malos durante el partido y será muy duro”. El cuadro azulgrana no solo se fue a casa con otra derrota en su impecable currículum, sino que también salió de San Sebastián con dos lesionados (Milito y el canterano Montoya).