El
presidente del Barcelona ha abierto el debate y la polémica al afirmar que si
Cataluña se independizara de España el Barça jugaría la liga española
Antonio Blanca
La
polémica está servida y ya no solo a nivel de tertulia de bar entre un grupo de
amigos. Va más allá. Mucho más. Primero porque se politiza el deporte. El
seguidor blaugrana de fuera de Cataluña, el cordobés, pacense, maño… no se ve
reconocido en las palabras del presidente del equipo de sus amores. Ha sido la
propia institución la que ha decidido meterse en camisa de once varas. Mas
convoca elecciones para el 25 de noviembre, a partir de ahí habrá que ver como
se obra.
Pero
la independencia en el panorama actual y con la legislación vigente es muy
difícil de encajar y lograr, no solo ya en España, merced a nuestra
Constitución, sino también la Unión Europea. Rosell no ha pensado las
consecuencias de sus palabras. Equivocadas del principio al final. Jugará la
liga de otro país caso lograr la secesión porque él lo diga, sin preguntarle a
los demás, sin tener en cuenta demás opiniones y normas deportivas, porque
según estatutos FIFA y UEFA, y los de la RFEF y LFP, no podría entrar en la
liga española, ya que la comparación que él hace del Mónaco en la liga
francesa, está viciada por completo. Mónaco no tiene más equipos, Cataluña sí,
igual que pasa en Escocia, que no juega la Premier, sino que tiene su propio
campeonato. Además, si tanto orgullo produce el sentimiento de catalán, muy
respetable, que mejor que ser un conjunto integrante de su liga, y batirse el
cobre con equipos de su “país”.
Por
tanto no tiene sentido lo que propone Rosell. Me salgo, no participo en los
deberes pero como soy el Barça sigo gozando de privilegios y juego con vosotros
porque yo quiero, aunque los demás, el resto, la mayoría no quiera. Vamos una
independencia a la carta que absolutamente nadie va a aceptar. Es más con estas
actuaciones, lo que están consiguiendo es que haya más independentistas fuera
que dentro de Cataluña, sin contar el enorme feo, el desdén con el que se está
tratando al aficionado culé que no catalán, como si no fuera importante.
Fútbol
es fútbol, pero ya no es igual para todos.