Julio Candela
El enfrentamiento madrileño por
excelencia regresa este sábado envuelto en un paisaje de inercias
contrapuestas. Es por ello, que la tradicional rivalidad que conlleva
este partido goza, en esta ocasión, de algunos ingredientes adicionales
que añaden trascendencia al mero valor de tres puntos.
El Real Madrid, que ejerce de local y cuenta con una racha
inmejorable en los últimos derbis capitalinos, llega a este encuentro
tras caer en el Benito Villamarín y quedar a once puntos del Barcelona.
Una nueva derrota, amén de desatar la crisis en el seno madridista de
forma definitiva, complicaría la pugna por la Liga BBVA antes de llegar a
diciembre. No en vano, el bloque merengue ha cedido a estas alturas de
la temporada 13 puntos, tan solo uno menos que la pérdida total en el
ejercicio 2011-2012. Esta urgencia adquirida marca el derbi como la
oportunidad idónea para levantar el vuelo, unir al vestuario y relanzar
el ánimo de plantilla, directivos y aficionados.
Sin embargo, el Atlético de Madrid que jugará el sábado en el
Santiago Bernabéu no es el mismo de las ediciones pasadas. Tras un
arranque de temporada fulgurante, la seriedad del bloque de Simeone se
ha confirmado con el paso de las jornadas. Tan solo una derrota en Valencia ha frenado a los colchoneros en la carrera por el liderato de la Liga BBVA.
El trabajo colectivo y la puntería de Falcao convierten al Atlético en
uno de los rivales más duros del panorama nacional. Los rojiblancos
llegan al Bernabéu con el hambre de victorias, con una trayectoria
impecable en Liga y Europa y con la obsesión de romper la mala racha de
los últimos derbis.
El clásico madrileño de este sábado se presenta como uno de los más
igualados. Con el Atlético en la segunda plaza de la tabla y el Madrid
en la tercera, la distancia entre ambos llega a los 8 puntos.
El dominio de la posesión del balón es un elemento que se asocia más al conjunto madridista. Con posesiones largas, los pupilos de Mourinho pueden erosionar el orden colchonero. Sin embargo, la falta de fluidez y velocidad en las combinaciones —mal del que adolecen los merengues en la presente temporada- puede alimentar el vertiginoso dispositivo de contraataque del “Cholo”. Su equipo se maneja con comodidad esperando en su campo, agazapado. Un desarrollo natural del juego entregará la posesión del balón al Real Madrid. Los errores en la circulación de la pelota serán penalizados casi con total seguridad en un duelo tan táctico.
Ambos equipos construyen su rendimiento desde la zaga. El orden táctico y el sistema de ayudas colectivas en defensa es la herramienta común a los sistemas diseñados por Mourinho y Simeone. Pero esta apuesta no es cerrada, sino que da paso a la construcción de ataques fulgurantes. Las transiciones constituyen el arma principal de ambos equipos y puede significar el terreno resbaladizo para el que no consiga atar de cerca al rival.
Madrid y Atlético son dos de los equipos menos goleados, pero los
tantos encajados han penalizado más a los madridistas. Las lesiones en
los laterales y la ausencia de Marcelo ha condicionado de forma
determinante el estilo de juego, ya que la amplitud del lateral
brasileño no se ha cubierto con la participación de Essien, primero, y
Coentrao, después. Este apartado en el lateral izquierdo y la
capacidad física de los mediocampistas defensivos para cubrir los
espacios entre líneas y equilibrar el equipo resultará clave. La
situación de fractura y distancia entre el frente ofensivo y el
defensivo creará espacios inconcebibles para los entrenadores y muy
peligroso para el desarrollo del partido.
En este apartado, los madridistas han encajado un número considerable de tantos en lo que va de temporada, pero también han anotado goles bajo similar escenario. Los colchoneros comparten balance, aunque el número de goles encajados y anotados es inferior. Esto significa que ambos sistemas defensivos sufren lagunas de concentración y marcaje cuando una jugada a pelota parada sobrevuela el área propia. La implicación en estas acciones de los futbolistas en liza desde el rol defensivo se antoja una variable a tener en cuenta ante un partido tan igualado.
Iker Casillas y Thibaut Courtois conciben con claridad cuál es el principal peligro para su portería: Radamel Falcao y Cristiano Ronaldo. Sin
embargo, y considerando a ambos futbolistas como los líderes ofensivos
de sus equipos, no sería desdeñable que Simeone establezca un
dispositivo especial para frenar la movilidad del luso en su recorrido
desde la izquierda hasta el centro del área, y que Mourinho ahogue las
llegadas de los laterales para evitar que le lleguen balones a la
exuberante capacidad rematadora de Falcao, tendiendo en cuenta que son los pichichis de la Liga junto a Leo Messi.
Es bajo este supuesto donde la lectura del partido admite otra
interpretación. Real Madrid y Atlético de Madrid construyen su línea de trecuartistas -en términos italianos- sobre el concepto de llegador.
Ambos técnicos conciben a sus mediapuntas como jugadores que, amén de
moverse entre líneas para desestabilizar, regatear o dar asistencias a
sus delanteros estrella, gozan de la capacidad de rematar a gol con
garantías. Di María, Arda Turán, Özil y Raúl García representan a
la perfección la figura del llegador deseado por sus entrenadores. La
opción de tirar desde fuera del área, aproximarse a la frontal para
recoger algún rechace de la defensa o aparecer en el segundo palo son
acciones que pertenecen a jugadores de este perfil y que, ante la atención defensiva que acaparan Ronaldo y Falcao, pueden gozar de libertad para adquirir su protagonismo en el partido.
Real Madrid y Atlético se despliegan en el terreno de juego concibiendo las bandas como autopistas para que sus laterales lleguen a la línea de fondo para centrar, doblen a los centro campistas para crear caos en la zaga rival o sumen efectivos al centro del campo para dominar la posesión del balón. La elección de jugadores como Juanfran, Filipe Luis, Coentrao o Marcelo no es casual. La importancia de contar con carrileros largos y con capacidad ofensiva es uno de los núcleos del fútbol moderno, que concibe la posesión del balón como un ejercicio que involucra a todos los futbolistas que participan del partido, jueguen en la delantera o en la zaga.
Una de las claves para entender la apuesta de ambos entrenadores en el derbi consiste en observar dónde colocan el límite a los laterales ambos preparadores. Un partido en el que los carrileros gozan de libertad para apurar sus subidas hasta dónde gusten asegura espectáculo, ya que aportan más efectivos al ataque y generan espacios a su espalda que puede aprovechar el equipo rival. Sin embargo, dada la importancia que este partido conlleva contemplando la clasificación, se presume un encuentro con subidas selectivas de los laterales. Este podría ser uno de los elementos que desequilibren el enfrentamiento.