La
libertad de expresión es uno de los bienes más preciados con los que contamos
todas las personas y que nada ni nadie puede socavar
Antonio Blanca
Lo
dijo el director del semanario francés Charlie Hebdo, Stéphane Charbonnier,
fatídicamente asesinado en la mañana de ayer a manos de tres islamistas
radicales, “prefiero morir de pie a vivir de rodillas”. Este adalid de la
libertad, llevó su premisa hasta las últimas consecuencias. Ejerció su libertad
de expresión, y hete aquí que ofendió a una parte del Islam, la
fundamentalista, y cual torero aguantó valiente los distintos lances en forma
de amenazas a su vida, porque quiso vivir de pie, con dignidad y valor. Dos principios
extensibles a todo el equipo de la revista cómica francesa.
El
ataque repentino, el asesinato siempre es vil y canalla, cobarde en sus cotas
máximas. Este repugna más todavía porque las balas atacan a las palabras,
porque se mata a la libertad. “La muerte de Charlie” nos debe hacer más libres,
no puede quedar en vano, de nada servirá llorarla sin honrarla.
Que
en la segunda década del siglo XXI haya seres humanos que maten a otros iguales
por usar la palabra, en este caso, la caricatura o el dibujo, para expresar su
opinión, es un síntoma de deshumanización terrible. Los periodistas de Charlie
Hebdo eran culpables de pensar y manifestar su pensamiento. Discrepar de forma
tan contundente con quienes se manifiestan en contra de lo que consideramos
nuestra libertad, no nos concede el derecho a desear que desaparezcan. Que no
existan. Que no escriban. Que no piensen de forma distinta.
Porque
desear que no se expresen es tanto como tratar de callar palabras que no nos
gusta oír. Ocho años de amenazas del extremismo islamista contra 'Charlie
Hebdo', han concluido con una masacre vil y repugnante. Todos los días mueren
de forma violenta y cruel seres humanos en nombre de una idea, de un Dios, de
una verdad única e implacable. En el día a día nos debemos obligar a
reflexionar sobre varios aspectos de la libertad de palabra y pensamiento.
Que
la evolución del hombre nace en esa discrepancia. Que el periodismo es una
profesión que ha de defender esa discrepancia. Que el respeto incluso a lo que
no nos agrada es la demostración más saludable de nuestros ideales y principios
y que no tenemos derecho a usar ningún tipo de violencia para defender nuestra
libertad. La violencia trata de inculcarnos el miedo que nos impida
expresarnos. Los 12 muertos desestimaron tenerlo y seguir dibujando. Olé por
ellos.
¡Viva
la libertad!
Nota: hoy mi artículo deportivo ha sido un homenaje a los que ayer perdieron la vida en nombre de la libertad de expresión. Solo se puede darle las gracias y llorar su pérdida.