domingo, 7 de octubre de 2018

EL MADRID MIRA AL ABISMO

Inoperante el equipo de Lopetegui, suma ya cuatro partidos sin ganar y sin anotar un solo gol

Antonio Blanca

El Real Madrid compareció en Mendizorroza con la firme intención de romper la racha de sequía goleadora (no se veía una circunstancia similar desde hace 12 años en el club capitalino) y, de paso, despistar a la crisis de resultados y presionar al Barcelona en la pugna por el liderato liguero. En la trinchera local se plantaría un Alavés que navegaba en la sexta plaza clasificatoria, lo que remarca el buen arranque de curso de los vitorianos. Por tanto, los vascos exigirían al coloso la concentración, precisión y compromiso colectivos que no mostraron en los tres duelos precedentes. Y seguir desapreciando puntos en el torneo de la regularidad no era del todo oportuno para el vigente campeón de Europa.

Julen Lopetegui, que ya ha empezado a saborear el aroma del cuestionamiento, apostaría por virar su esquema hacia el 4-4-2 más equilibrado, ese que le entregó el mando en el segundo acto del derbi colchonero. Sin sus laterales titulares -lesionados Marcelo y Carvajal-, Nacho y Odriozola entraron en un once que colocó a Ceballos al lado del trivote habitual, con Benzema y Bale de vuelta. También regresaba Sergio Ramos. Apagó el técnico vasco las rotaciones, dejando a Asensio y a Keylor Navas en la banca. Y Abelardo, por su parte, reprodujo el dibujo característico (4-4-2 en ataque y 4-5-1 en defensa), con una medular de perfil físico y flechas para buscar la contra.

Para romper con la dinámica previa, los visitantes salieron metidos en calor con rapidez. Monopolizaron el cuero, con circulaciones más rápidas y una verticalidad mayor, amortizando los desmarques de ruptura de Bale. Ceballos, Modric y Benzema habrían de mezclar entre líneas y lo harían con precocidad. Con el Alavés encerrado en campo propio y cediendo metros y la iniciativa, las ocasiones fluyeron.

En el quinto minuto Modric atisbó un movimiento al espacio de Bale que el galés usó para ceder a Benzema. El galo detectó la incorporación de Ceballos, que se perfiló y desde el pico del área lanzó a la cepa del poste. Pacheco se estiró para provocar un córner que desembocaría en la parábola del andaluz que peinó Nacho. La redonda lamió la madera. De inmediato, Odriozola culminó otra asociación coral (proporcionada por Kroos con un cambio de dirección) con un centro que Benzema remató para que Laguardia achicara bajo palos.

Pasada la media hora se sacudió el Madrid la argucia vitoriana con una mayor intensidad en fase defensiva y vehemencia en la gestión de la posesión. En consecuencia, y con la insistencia de Odriozola, se refrescaría el dominio del tempo y la creación de llegadas laterales de los visitantes, para inquietud de Pacheco y de su escuadrón, cada vez más retrasado. Un robo de Ceballos y lanzamiento aéreo de Kroos que no conectó Bale advirtió a la renovada especulación babazorra. Pina, Brasanac y Wakaso cerraban más los pasillos centrales, pero los carriles se constituyeron en autopistas, sobre todo para Odriozola. Aunque no localizaran remates.

Aún así, se decretaría el descanso con placidez de ambos combinados, cada cual asentado en sus presupuestos. La superpoblación local en la medular le valió aplacar el juego entre líneas contrincante y los de Concha Espina se granejearon un monólogo desprovisto de sustos a medida que perdían claridad en tres cuartos de cancha. La tarjeta al intermedio era familiar para Lopetegui: 74% de posesión y 1 a 6 en tiros. Sólo resultaba diverso, y positivo, el haber mantenido la portería a cero. No se vieron obligados a remontar, como en cada uno de sus enfrentamientos en calidad de visitante hasta esta fecha. Pero les urgía una aceleración en el toque y más desequilibrio individual, con el fin de derribar el muro vasco y a su propia barrera psicológica anotadora.

Partiría la reanudación con Mariano en pista (por un Benzema señalado). El preparador no arriesgó y modificó pieza por pieza -de perfiles distintos-, con lo que eligió contemporizar y no abrir el campo también por la ausente banda de Nacho. Ordenó Abelardo discutir el esférico, sacando a la defensa a 30 metros de su área. Así pues, parecería más optimista del gol el Alavés en el comienzo del segundo acto, y Kroos salvó a los suyos al conjugar un balón suelto en el punto de penalti. Casemiro respondería con un derechazo a las manos de Pacheco, tras otra interceptación alta. Renegó de forma definitiva el Madrid del juego creativo en la mediapunta para inyectar pólvora a su amontonamiento de centros laterales.

Una volea de larga distancia de Duarte desperezó a Courtois y el desborde y centro de Bale inminente y sin éxito se saltarían el centrocampismo e incertidumbre crecientes. Asimismo, Calleri y Wakaso lo probaron desde lejos y el candidato a todo efectuó su segundo cambio: Casemiro dejó su lugar a Asensio. A falta de 30 minutos se la jugaba Lopetegui. Vació de recuperadores a su ecuador de territorio y acumuló atacantes, justo en pleno crecimiento de la fe atacante local. Dibujó una suerte de todo o nada, aferrado a la calidad de su plantilla, y Sobrino recambiaría a Ibai, subrayando la voluntad ganadora vitoriana. Bien en asociación, bien en transición.

Un latigazo desorientado del delantero galés -bloqueado sin espacios- marcaría el inicio del compás postrero: guerreaban los merengues contra su horizontalidad y los alaveses aguardaban el contexto para propulsarse en vuelo. Tronaría en el palco madridista, Bale se lesionó de nuevo y Jony se escapó de todos, a pase de Calleri, para perdonar en un mano a mano con Courtois. La contrarreloj evidenció su vigencia como estado latente del gigante capitalino y con 0-0, y sin nada que llevarse a la boca, afrontaba los diez minutos finales.

El pretendido asalto madrileño ante un sistema vasco recluido estaba servido. Un centro cerrado de Vinicus, después de encarar a su par en la cal izquierda, inauguró el respingo. No concatenaba dos pases un Alavés que no estaba en condiciones de mandar pelotazos bien dirigidos hacia sus faros ofensivos, mas Jony reaccionó (gran rendimiento) con un cañonazo al cielo a cinco minutos del final. El pobre estado de forma de Modric y lo dubitativo de Ceballos y Asensio de cara a la suerte de la finalización arrinconarían a Kroos como el único elemento decisivo. Ante ese panorama, se congeló el ardor madridista y el reparto de puntos se sellaría sin aproximaciones peligrosas sobre Pacheco. Sí ante Courtois, que sacó una mano en el 94 que terminó con el cabezazo a la red de Manu García. Llegó a la orilla triunfal Abelardo (son terceros, empatados a puntos con su rival de este sábado) y Lopetegui sigue a la deriva con el volantazo hacia un estilo combinativo ortodoxo. Otro fallo en la marca sentenció el cuarto capítulo del derrumbe merengue en esta temporada.