Antonio Blanca
El
Real Madrid compareció en Mendizorroza con la firme intención de romper la
racha de sequía goleadora (no se veía una circunstancia similar desde hace 12
años en el club capitalino) y, de paso, despistar a la crisis de resultados y
presionar al Barcelona en la pugna por el liderato liguero. En la trinchera
local se plantaría un Alavés que navegaba en la sexta plaza clasificatoria, lo
que remarca el buen arranque de curso de los vitorianos. Por tanto, los vascos
exigirían al coloso la concentración, precisión y compromiso colectivos que no
mostraron en los tres duelos precedentes. Y seguir desapreciando puntos en el
torneo de la regularidad no era del todo oportuno para el vigente campeón de
Europa.
Julen
Lopetegui, que ya ha empezado a saborear el aroma del cuestionamiento,
apostaría por virar su esquema hacia el 4-4-2 más equilibrado, ese que le
entregó el mando en el segundo acto del derbi colchonero. Sin sus laterales
titulares -lesionados Marcelo y Carvajal-, Nacho y Odriozola entraron en un
once que colocó a Ceballos al lado del trivote habitual, con Benzema y Bale de
vuelta. También regresaba Sergio Ramos. Apagó el técnico vasco las rotaciones,
dejando a Asensio y a Keylor Navas en la banca. Y Abelardo, por su parte,
reprodujo el dibujo característico (4-4-2 en ataque y 4-5-1 en defensa), con
una medular de perfil físico y flechas para buscar la contra.
Para
romper con la dinámica previa, los visitantes salieron metidos en calor con
rapidez. Monopolizaron el cuero, con circulaciones más rápidas y una
verticalidad mayor, amortizando los desmarques de ruptura de Bale. Ceballos,
Modric y Benzema habrían de mezclar entre líneas y lo harían con precocidad. Con
el Alavés encerrado en campo propio y cediendo metros y la iniciativa, las
ocasiones fluyeron.
En
el quinto minuto Modric atisbó un movimiento al espacio de Bale que el galés
usó para ceder a Benzema. El galo detectó la incorporación de Ceballos, que se
perfiló y desde el pico del área lanzó a la cepa del poste. Pacheco se estiró
para provocar un córner que desembocaría en la parábola del andaluz que peinó
Nacho. La redonda lamió la madera. De inmediato, Odriozola culminó otra
asociación coral (proporcionada por Kroos con un cambio de dirección) con un
centro que Benzema remató para que Laguardia achicara bajo palos.
Pasada
la media hora se sacudió el Madrid la argucia vitoriana con una mayor
intensidad en fase defensiva y vehemencia en la gestión de la posesión. En
consecuencia, y con la insistencia de Odriozola, se refrescaría el dominio del
tempo y la creación de llegadas laterales de los visitantes, para inquietud de
Pacheco y de su escuadrón, cada vez más retrasado. Un robo de Ceballos y
lanzamiento aéreo de Kroos que no conectó Bale advirtió a la renovada
especulación babazorra. Pina, Brasanac y Wakaso cerraban más los pasillos
centrales, pero los carriles se constituyeron en autopistas, sobre todo para
Odriozola. Aunque no localizaran remates.
Aún
así, se decretaría el descanso con placidez de ambos combinados, cada cual
asentado en sus presupuestos. La superpoblación local en la medular le valió
aplacar el juego entre líneas contrincante y los de Concha Espina se
granejearon un monólogo desprovisto de sustos a medida que perdían claridad en
tres cuartos de cancha. La tarjeta al intermedio era familiar para Lopetegui:
74% de posesión y 1 a 6 en tiros. Sólo resultaba diverso, y positivo, el haber
mantenido la portería a cero. No se vieron obligados a remontar, como en cada
uno de sus enfrentamientos en calidad de visitante hasta esta fecha. Pero les
urgía una aceleración en el toque y más desequilibrio individual, con el fin de
derribar el muro vasco y a su propia barrera psicológica anotadora.
Partiría
la reanudación con Mariano en pista (por un Benzema señalado). El preparador no
arriesgó y modificó pieza por pieza -de perfiles distintos-, con lo que eligió
contemporizar y no abrir el campo también por la ausente banda de Nacho. Ordenó
Abelardo discutir el esférico, sacando a la defensa a 30 metros de su área. Así
pues, parecería más optimista del gol el Alavés en el comienzo del segundo
acto, y Kroos salvó a los suyos al conjugar un balón suelto en el punto de
penalti. Casemiro respondería con un derechazo a las manos de Pacheco, tras
otra interceptación alta. Renegó de forma definitiva el Madrid del juego
creativo en la mediapunta para inyectar pólvora a su amontonamiento de centros
laterales.
Una
volea de larga distancia de Duarte desperezó a Courtois y el desborde y centro
de Bale inminente y sin éxito se saltarían el centrocampismo e incertidumbre
crecientes. Asimismo, Calleri y Wakaso lo probaron desde lejos y el candidato a
todo efectuó su segundo cambio: Casemiro dejó su lugar a Asensio. A falta de 30
minutos se la jugaba Lopetegui. Vació de recuperadores a su ecuador de territorio
y acumuló atacantes, justo en pleno crecimiento de la fe atacante local. Dibujó
una suerte de todo o nada, aferrado a la calidad de su plantilla, y Sobrino
recambiaría a Ibai, subrayando la voluntad ganadora vitoriana. Bien en
asociación, bien en transición.
Un
latigazo desorientado del delantero galés -bloqueado sin espacios- marcaría el
inicio del compás postrero: guerreaban los merengues contra su horizontalidad y
los alaveses aguardaban el contexto para propulsarse en vuelo. Tronaría en el
palco madridista, Bale se lesionó de nuevo y Jony se escapó de todos, a pase de
Calleri, para perdonar en un mano a mano con Courtois. La contrarreloj
evidenció su vigencia como estado latente del gigante capitalino y con 0-0, y
sin nada que llevarse a la boca, afrontaba los diez minutos finales.
El
pretendido asalto madrileño ante un sistema vasco recluido estaba servido. Un
centro cerrado de Vinicus, después de encarar a su par en la cal izquierda,
inauguró el respingo. No concatenaba dos pases un Alavés que no estaba en condiciones
de mandar pelotazos bien dirigidos hacia sus faros ofensivos, mas Jony
reaccionó (gran rendimiento) con un cañonazo al cielo a cinco minutos del final.
El pobre estado de forma de Modric y lo dubitativo de Ceballos y Asensio de
cara a la suerte de la finalización arrinconarían a Kroos como el único
elemento decisivo. Ante ese panorama, se congeló el ardor madridista y el reparto
de puntos se sellaría sin aproximaciones peligrosas sobre Pacheco. Sí ante
Courtois, que sacó una mano en el 94 que terminó con el cabezazo a la red de
Manu García. Llegó a la orilla triunfal Abelardo (son terceros, empatados a
puntos con su rival de este sábado) y Lopetegui sigue a la deriva con el
volantazo hacia un estilo combinativo ortodoxo. Otro fallo en la marca
sentenció el cuarto capítulo del derrumbe merengue en esta temporada.