Con la temporada recién comenzada, con la marcha de
José Mourinho del Real Madrid al Chelsea hace ya tres meses, es hora de con
pausa observar lo que ha dejado The Only
One
Antonio Blanca
Insisto porque es algo de lo que estoy absolutamente
convencido, el Madrid sufrirá la desgracia de no haber dejado a José Mourinho
concluir su proyecto al frente de la nave. Transcurridos ya dos meses desde que
el Bernabéu viera sentarse al portugués por última vez en el sillón azul del
banquillo merengue, es el mejor momento para poder hacer balance.
Muchos medios de comunicación, de forma arbitraria y
cuasi orquestada, quieren enturbiar y dejar para la posteridad en la memoria
colectiva del seguidor al fútbol y simpatizante o aficionado blanco también, la
imagen de que “Mou” llegó a un Real Madrid ganador y no en declive, un equipo
que no despilfarraba euros a mansalva y no ganaba ni a las canicas, que tenía
una cantera espectacular y su ‘11’ titular procedía casi todo de ella, y que el “general”
luso destruyó en tres años cual caballo de Atila, rey de los Hunos, donde pisaba
no volvía a crecer el césped.
Para una corriente de opinión, Mourinho ha sido un
fracaso absoluto como entrenador, su equipo no jugó bien nunca, ha dejado al
Real Madrid en peor situación que cuando él llegó, ha dividido a la afición y a
la plantilla y por tanto, será el culpable de cualquier mal resultado del
Madrid en el futuro.
Para
bien o para mal, con el uso de las redes sociales, “blogoesfera” y twitter
sobre todo, no solo se pueden leer u oír las críticas y opiniones de una parte,
sino que la afición madridista ha podido abstraerse de parcelas interesadas de
poder y dinero y ser capaz de valorar el paso de José Mourinho por su equipo
sin tan tóxica influencia (Marca, As, Cuatro, País, Economista…). Así que
tantos versos libres y sueltos (por suerte me incluyo dentro), que pueden
expresarse como mejor y oportunamente consideren, se han convertido en una
auténtica marea que ha hecho frente a tanta afrenta hacia el buen entrenador
portugués. Esa afición catalogada como “tardofranquista” o yihadista por mucha prensa ya mencionada.
En tres años no todo han sido parabienes y glorias,
Mourinho por supuesto ha cometido errores durante éstos, muchos, vendidos y
magnificados hasta la saciedad, sin decir por ejemplo que se fue sin ningún
finiquito bajo el brazo, sin cobrar ni un solo euro más de su último día de
trabajo, o que él no estafó a Hacienda... Un entrenador que defendió cien por
cien a su equipo el Madrid, se partió la cara por el escudo y recuperó la vieja
filosofía blanca, la auténtica, no la barata y sumisa que se ha pretendido
vender.
Devolver al Real Madrid al
primer escalafón del fútbol mundial
Para muchos seguidores puede que les sea difícil
ponerse en la situación en la que estaba el equipo capitalino hace tres años.
Cuando existía la sensación de tener miedo a un cruce contra el Olympique de
Lyon o una Roma venida a menos en Copa de Europa, y mucho menos la sensación de
no ganar ninguna eliminatoria europea durante 7 años, que se dice pronto. Ahora
los blancos sí son temidos, como el Rey de Europa que es.
Habrá quien esgrima que "el Madrid siempre ha
sido un grande en Europa", yo le contestaré que marchaba camino de dejar
de serlo. Estaba ya, de hecho, relegado a un segundo plano (segundo bombo en el
sorteo, no era ni cabeza de serie).
Eso en cuanto a escala continental, puesto que a nivel
doméstico el Barcelona le pisaba el cuello sin dejarle respirar, con un aparato
mediático que hoy incluso se ha hecho más fuerte, pero al que al menos alguien tuvo
la gallardía de haberse enfrentado de una vez por todas, porque hasta la
llegada de José Mourinho la respuesta del Real Madrid como club no era otra que
la sumisión, meter el rabo entre las piernas y guardar silencio.
La memoria es muy frágil, pero para eso está la
hemeroteca y por si alguien lo ha pasado por alto, entre junio de 2002 y mayo
de 2010 lo que más celebró el madridismo a nivel europeo, casi como un título,
fue que el Inter de Milán de “Mou” eliminase al Barcelona y éste no pudiese
ganar la Copa de Europa en el Santiago Bernabéu, lo que hubiera supuesto otra
humillación más. A ese nivel peregrino y secundario estaba llegando todo un
Real Madrid. En los últimos tres años el
panorama ha sido totalmente distinto, los blancos entre los cuatro mejores, a
un paso de la gloria: un arbitraje muy casero ante el Barcelona (expulsión de
Pepe, gol anulado a Higuaín); una tanda de penaltis ante el Bayern (fallos de
Ronaldo, Kaká, Ramos…); un partido penoso en Dortmund y un solo gol que hizo
falta en el Bernabéu. Se rozó la final en tres ocasiones con la yema de los
dedos, pero no se llegó. Antes un precipicio les separaba de ella. Y para
aquellos que digan que es un fracaso por no haberla ganado, que se le trajo
para conquistarla, me pregunto si cualquier entrenador que firma por el Madrid
no es traído para ganarla. Y si persisten en la afirmación, salvo Muñoz,
Villalonga, Heynckes y Del Bosque, el resto de entrenadores del Real Madrid a
lo largo de su historia ha fracasado.
Despertar del madridismo
Ha habido un cambio en la afición. Se han abierto los
ojos. Ya el madridismo no se cree todo lo que le cuentan o lee, es más lo cuestiona, lo ridiculiza.
Mourinho fue esa isla solitaria, la señal a la que asirse para revelarse contra
el régimen general. Ese señorío inventado y demás falacias utilizadas para
dañar mediáticamente al equipo blanco. El madridismo de las redes sociales
empezó a destapar vergüenzas y miserias, mentiras tirando de hemeroteca para
mostrar cómo se varían las opiniones sobre una misma acción dependiendo de
quién la haga, cómo intentan adoctrinar a las mentes débiles que compran su
discurso. Del paso de Mourinho por el Madrid queda la semilla de un madridismo
crítico e independiente y ahora debe seguir creciendo. Mourinho mostró el
camino de un Madrid independiente.
Nunca se sometió y por ende
el Madrid tampoco
El Real Madrid giraba en el año 2010 en una espiral en
la que se dejaba llevar por la música de una prensa que le golpeaba sin cesar,
aletargado, sin darse cuenta de que esa música le estaba matando lentamente. Florentino
Pérez fue a una entrevista al telediario de Cuatro y la entrevista resultó de
todos menos una entrevista, donde el interrogado casi no podía elucubrar
respuesta. El Barcelona tenía un aparato mediático enorme, dominando no sólo
las portadas de Sport y Mundo Deportivo sino las de As y Marca, que no dudaban
un segundo en agrandar la figura de Guardiola y atizar al Madrid a la mínima
ocasión. En el madridismo existía la sensación de que la situación cambiaba,
que el equipo merengue ya no era el primero, la prensa azotaba y la Real
Federación también con su presidente Villar a la cabeza.
Los equipos jugaban contra el Madrid como si se
jugasen la final de la Champions y se
presentaban rendidos y con algunos suplentes al Camp Nou. Por ahí andaba Alfredo
Relaño denunciando el “Villarato”, pero más tarde demostraría que no era su
guerra, porque cuando la teoría del Villarato se opuso a su necesidad de que
Mourinho abandonase el Real Madrid la dejó a un lado, nunca más se supo.
Quién alzaba la voz para quejarse era un loco, llorón,
no tenía derecho a defenderse por ser del Madrid. En la institución nadie, absolutamente nadie, de
la directiva o el cuerpo técnico levantaba la voz por escandaloso que fuese un
arbitraje en su contra o un trato discriminatorio. Sumisión absoluta. Hasta que
llegó José Mourinho, que no es ese tipo de persona que pasa por el aro sin más.
Afortunadamente. Aquella rueda de prensa tras las semifinales contra el
Barcelona en la Copa de Europa de 2011, con el arbitraje de Stark expulsando
injustamente a Pepe (fue tildado de carnicero, asesino, y ahora es un
futbolista ejemplar) y condicionando el resultado fue el punto de inflexión.
Mourinho dijo lo que casi todo el madridismo pensaba, alguien desde dentro del
club ponía voz a las quejas. Aquello acabaría costándole caro. Aunque durante
tres años el Real Madrid tuvo a alguien que no calló y tragó sin más, que eso
del “señorío” no es poner la otra mejilla mientras todo el mundo se ríe de ti.
Fin de la hegemonía del
Barcelona
Hay quien se empeña en no reconocerlo, quienes dicen
que el Madrid está igual que hace tres años, erran. José Mourinho cogió en 2010
un equipo acomplejado, que llevaba casi tres años (desde el 4-1 de la 07/08)
sin ganar un partido al eterno rival, perdiendo de forma clara ante un
Guardiola que les había cogido la medida. No en vano, el primer clásico que
disputó el Madrid de Mou ante el Barcelona de Pep, tras apenas dos meses de
competición, lo perdió con un rotundo 5-0. El último partido de Mou en el Camp
Nou con el Real Madrid acabó 1-3 (hacía 50 años que el Madrid no marcaba tres
en Barcelona), he ahí la evolución. El equipo tenía una barrera mental en sus
enfrentamientos contra el Barcelona parecida a la que tenía con los octavos de
final de la Liga de Campeones. Y ninguna de las dos está presente hoy, las hizo
desaparecer José Mourinho.
Hoy Ancelotti coge un equipo que no teme al Barcelona,
un equipo que el año pasado se enfrentó seis veces al eterno rival ganándole en
cuatro de ellas, empatando en otra y perdiendo sólo una, que además resultó
intrascendente puesto que fue la ida de una Supercopa que acabarían ganando el Mou’s eleven. Si hay un equipo que teme
al otro hoy día, es el Barcelona. Aquel complejo terminó, y sólo quienes se
dejen guiar por el rencor y sus gustos, afer de rechazo a José Mourinho no
serán capaces de reconocerle tal
liberación para el Madrid.
Títulos
Tres títulos en tres años, menos de los que se
pudieron y debieron lograr, menos de los que el equipo seguramente mereció,
pero de nada sirve lamentarse, el fútbol no es justicia, es meter la pelota
dentro de la portería. Su único punto negro verdaderamente.
La plantilla de estos tres últimos años estaba
capacitada para haber ganado algún título más, sin duda, y se quedó a las
puertas de varios, pero centrémonos en lo conseguido, que contextualizando, una
vez más, no es poco, ya que en tres años el Real Madrid consiguió el mismo
número de títulos que en los seis anteriores. El primer año llegó la Copa del Rey.
Fue el principio de la liberación y la ruptura de las cadenas que el Madrid tenía
con el Barça. Un puñetazo encima de la mesa. Un “se acabó la fiesta” o un “estamos de vuelta”. En Barcelona la duda era
cuántos goles iban a meter y el Madrid, con un gran partido defensivo secó a
los culés. El signo de estos tres años, grandes minutos del equipo en grandes
partidos que acababan sin la recompensa del gol por falta de acierto en el
remate final y luego se acababa pagando. Pero esa vez no fue así, y aquel
remate de Cristiano Ronaldo de cabeza en la prórroga quedará para la historia.
El año siguiente el Real Madrid ganaría la mejor Liga
de sus 111 años de historia, la mejor desde que existe la Liga, récord de
puntos y récord de goles. Una apisonadora que dominó el campeonato de principio
a fin, un equipo sólido, vistoso y goleador. Uno de los mejores Real Madrid de
la historia, que se quedó a una tanda de penaltis (ese penalti infantil de Pepe
a Robben) de la final de una Liga de Campeones que debió ser suya.
El último año comenzó mal, con un inicio titubeante de
Liga pero con la bocanada de aire del que a la postre sería el último título de
la era Mou, la Supercopa de España, como no, ante el Barcelona. El primer
enfrentamiento de ida y vuelta que ganó el Madrid de Mourinho ante ellos, el
primero desde la semifinal de la Liga de Campeones de 2002. Lo que pasó después
ya se sabe y no conviene enturbiar un texto homenaje con episodios
desagradables como camas, filtraciones y traiciones. Otra vez a las puertas de
la final de la Champions, a un solo gol, y un vestuario que mayoritariamente no
supo (no quiso) aceptar las exigencias de su entrenador, creándose un clima de
tensión que acabó con su marcha.
En definitiva, es injusto valorar el paso de José
Mourinho por el Real Madrid sin contextualizar, trasladando la situación actual
del equipo (que casi se le debe a él) a la situación que había cuando llegó, y
eso es precisamente lo que se está haciendo desde que se fue. El Real Madrid de
hace tres años era un equipo acomplejado en Europa y sometido al Barcelona, y
hoy no es ninguna de las dos cosas. Ese es, sin ninguna duda, el mayor de los
éxitos de José Mourinho al frente del Real Madrid, del que creo que algún día
volverá a cruzarse en su camino.