La
exigencia constante a la que Ancelotti viene sometiendo a Isco está
convirtiendo al malagueño en un futbolista total, al que se añaden unas
desconocidas facultades defensivas hasta ahora
Antonio Blanca
La búsqueda
de un enriquecimiento de las prestaciones individuales con el objetivo de
satisfacer necesidades colectivas concretas. Así, al dictado de esta filosofía
trabaja Carlo Ancelotti en el
Real Madrid, con todo de cara o ante la adversidad. La transformación
futbolística experimentada bajo su dictado por Francisco Román Alarcón Suárez, Isco, en los últimos
tiempos ejemplifica a la perfección dicha forma de proceder.
El talentoso
centrocampista ofensivo andaluz viene realizando de un tiempo a esta parte un
tremendo esfuerzo por mejorar su
aportación en los planos defensivo y táctico. En proceso de aprendizaje
progresivo de tales labores se hallaba cuando Luka Modric cayó lesionado en un partido con su selección. Ahora,
habrá de asumir un mayor protagonismo en ambos apartados si lo que desea es
gozar de la continuidad que todo jugador anhela.
Ancelotti pretende
mantener a Isco en la titularidad de manera habitual. Porque confía plenamente
en su capacidad para adaptarse
al desarrollo de tareas que no encajaban en un principio con su perfil y porque
el de Benalmádena se lo ha ganado con creces. El italiano quiere que sus
hombres continúen empleando el estilo
profundamente ofensivo que los ha caracterizado desde que diera comienzo
la presente temporada.
Para ello, se antoja vital que todo virtuoso aporte un plus de
sacrificio, y en el caso del malagueño, teniendo en cuenta el rol que parece
reservársele con vistas a hacer frente a las actuales circunstancias que rodean
al equipo, de forma más significativa si cabe.
Isco ha
cambiado en el Real Madrid. Pronto comprendió que la calidad no era suficiente
para triunfar en Chamartín, donde en mayor o menor grado todos la poseen.
Probablemente se dio cuenta de ello cuando después de firmar un fulgurante
inicio vestido de blanco en el curso de su llegada, fue perdiendo presencia
poco a poco. Hoy es otro: presiona y
recupera el sitio rápidamente, interviene con acierto en la destrucción y corre
tanto como el que más. Todo con el objetivo de encajar, ganar minutos y
ajustarse a las exigencias que demanda de él su entrenador. No hay duda de que
ha seguido sus consejos, ni de que, en parte, su metamorfosis se ha producido en virtud de ello.
Ha ampliado también su registro táctico. De actuar únicamente con la premisa de ejercer
influencia en zona de tres cuartos de campo, como interior o mediapunta, a
poder hacerlo en la medular pura, integrando junto a un compañero la
composición de un doble pivote,
a modo de medio mixto interviniente en
similar medida tanto en fase de creación como de repliegue. Debe
corregir ciertos vicios en este
sentido, pero es cuestión de tiempo y adaptación al puesto que lo logre.
Tenedor de un magnífico regate en parado y conducción, le convendría seguir el
ejemplo de Modric; utilizarlo con vistas a desestabilizar toda una línea
oponente, sin olvidar jamás que una pérdida de esférico en la parcela que ahora
ocupa derivaría irremediablemente en una situación de máximo riesgo para su
zaga.
Retrasar la
posición de Isco sobre el campo implica limitar sus prestaciones en ataque, y
en el Real Madrid lo saben. Aun así, Ancelotti lo asume con la tranquilidad que
le otorga el saber que puede contar con
el compromiso defensivo del español y del resto de finos estilistas que pueblan el
centro del campo y los tres cuartos merengues.
El técnico italiano quiere ganar controlando los partidos, llevando el peso del
juego, y está dispuesto a arriesgar con tal de no traicionarse a sí mismo. De
momento, le está dando resultado. Otro invento suyo que funciona a añadir a la
colección.