El
‘7’ del Real Madrid y Portugal atraviesa un dulcísimo momento en su carrera
futbolística que le hace acreedor de ser el mejor jugador del mundo del momento
Antonio Blanca
Actualmente, en la sociedad en la que vivimos, el deseo de ser el mejor se ve,
se vende, se toma como una provocación. El mundo es amable con los humillados y
suspicaz con los excelentes. Así es la naturaleza humana y ni siquiera el Real
Madrid puede cambiarla. Por eso a Cristiano Ronaldo le salen tantos
consejeros que le recomiendan un poco más de hipocresía, es decir, un poco más
de falsa humidad. Es decir, que diga que no está entre los mejores de siempre,
que simule que no aspira obsesivamente al número uno, que se conforme con lo que
ha conseguido.
Pero Cristiano Ronaldo no nació en Funchal para llegar a la cima y, una vez
allí, fingir que nada ha cambiado. Yo entiendo que eso lo hagan los cantantes,
los políticos, los emprendedores corruptos y los novelistas comerciales, porque
su trabajo depende de la simpatía del público. Pero el trabajo de Cristiano
Ronaldo consiste mayormente en marcar goles, y ese trabajo lo cumple realmente
bien. Tan bien que va por su tercera Bota de Oro y mantiene el mejor promedio
goleador de la historia del fútbol español. O sea, que es el mejor. Y si los
números dicen que es el mejor, sería una tontería subir a un estrado a recoger
un premio y proclamar lo contrario.
Yo criticaría a Cristiano si no se diese cuenta de que en el fútbol, por muy
bueno que sea uno, nadie puede brillar sin el concurso de los compañeros; pero
Cristiano, cada vez que recoge un premio, que va siendo cada semana, se deshace
en gratitud hacia el equipo, el club, la institución, la familia. Y cuando
juega, ya da casi tantas asistencias como goles marca. Y cuando a sus
compañeros, o a los chicos del filial, o a los chicos del filial de otro equipo
que se le acercan les preguntan por el trato de Ronaldo, siempre responden lo
mismo: “No entendemos por qué le ponen esa imagen de arrogante”. Creo que esto
lo ha declarado hasta Piqué.
Sospecho que tal imagen de arrogancia del portugués es la manera que ha
encontrado el antimadridismo de reprocharle su exceso de eficacia, que saca los
colores a todos los demás por comparación. Personalmente, prefiero que Ronaldo
siga aspirando obsesivamente a ser el mejor de todos los tiempos, y que además
lo reconozca, y que además haya quien llame arrogancia a su honestidad
profesional sencillamente porque no tuvo la fortuna de tenerlo en su equipo.