Con
la suspensión por ocho años de Joseph Blatter y Michael Platini se pone de
manifiesto que el mundo del balón no ha sido ajeno a una corrupción que sacude
sus cimientos
Antonio Blanca
Dominado
por las mismas camarillas durante varias décadas seguidas, el fútbol
latinoamericano ha perdido por fin en 2015 el velo de impunidad que le ha
permitido salvarse sistemáticamente de las denuncias y sospechas permanentes
por apropiarse de muchos millones de dólares, de México a Argentina, en los
últimos lustros. 2015 será el año del antes y el después para la FIFA, para
Blatter y para Platini, pero el continente clave es América. La Confederación
Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) y la Confederación de Norteamérica, Centroamérica
y el Caribe de Fútbol (CONCACAF) están en el centro de la gigantesca
investigación por sobornos de hasta 200 millones de dólares impulsada por el
FBI desde comienzos de año. Abarca casi 100 imputaciones por delitos como
organización mafiosa, fraude masivo y blanqueo de dinero. Ya avisó en mayo la
fiscal jefe de Estados Unidos, Loretta Lynch: “Nadie se salvará. No podrán
esconderse”.
Se
trata de la mayor trama de corrupción conocida en la historia del deporte y en
la treintena de personas imputadas destacan algunos de los mayores dirigentes
del fútbol en el continente americano: presidentes de federaciones nacionales,
directivos de la FIFA, etc. Varios de ellos han sido extraditadas ya a Estados
Unidos y otros esperan la resolución de sus recursos. Todo comenzó el pasado 27
de mayo, cuando agentes policiales detuvieron en Zúrich, sede de la FIFA, a
siete dirigentes de la entidad rectora del fútbol internacional. Desde entonces
el goteo de noticias, detenciones, imputaciones y escándalos es imparable.
Ya
entonces quedó patente el cariz latinoamericano del proceso: entre los
arrestados sospechosos de corrupción figuraban los presidentes de varias
federaciones nacionales de fútbol (Nicaragua, Costa Rica, Venezuela), el
vicepresidente de la FIFA Jeffrey Webb y el ex presidente de la CONMEBOL
Eugenio Figueredo (uruguayo). Quedaba detenido el vicepresidente del fútbol
brasileño, José María Marin, de 83 años, que presidió la hasta hace poco
todopoderosa Confederación Brasileña del Fútbol hasta después del Mundial 2014.
Poco
después se emitían órdenes de búsqueda y captura contra el mismísimo presidente
de la CONCACAF, Jack Warner, y el paraguayo Nicolás Leoz, presidente de la
CONMEBOL durante 26 años (hasta 2013). La mayoría de ellos, septuagenarios y
octogenarios que, según las autoridades estadounidenses, llevaban lustros
robando a manos llenas. Leoz también será extraditado próximamente a Estados
Unidos.
Medio
año después, suspendidos el presidente y vicepresidente de la FIFA (Joseph
Blatter y Michel Platini) por un posible pagó desleal de 1,8 millones de euros
a favor del francés (también presidente de la UEFA, suspendido temporalmente),
dirigida la institución interinamente por el camerunés Issa Hayatou, el FBI ha
ejecutado este mes su segunda ronda de detenciones, también en Suiza. La
investigación se nutre en gran medida del testimonio Chuck Blazer, exsecretario
general de la CONCACAF, de nacionalidad estaodunidense, a quien la policía de
su país seguía esde 2010 por su gran riqueza y evasión fiscal, y que llegó a un
acuerdo de delación premiada con las autoridades antes de dejar su cargo en el
organismo.
Entre
los afectados aparecen, ni más ni menos, fueron los nuevos presidentes de la
CONCACAF, el hondureño Alfredo Hawit, y de la CONMEBOL, el paraguayo Juan Ángel
Napout. Se sospecha de sobornos en patrocinadores de la mayoría de las
selecciones sudamericanas y para la adjudicación de los Mundiales de 2006
(Alemania), 2010 (Sudáfrica) y 2014 (Brasil). Entre los personajes acusados hay
incluso un ex presidente del Gobierno, el también hondureño Rafael Callejas,
que dirigió el país entre 1990 y 1994. Ya hay ocho acusados en prisión, seis en
proceso de ser enviados a enfrentar la justicia de Estados Unidos, uno prófugo
y uno en libertad.
El
futuro del fútbol sudamericano, a sólo 7 meses de la edición especial de la
Copa América por su centenario, es extraordinariamente confuso tras décadas de
podredumbre acumulada. Tras la detención (y extradición a Estados Unidos) de
Juan Ángel Napout, el uruguayo Wilmar Waldez, presidente de la Asociación
Uruguaya de Fútbol (AUF) parece el único dirigente en condiciones de asumir el
cargo. Especialmente después de que sea el único vicepresidente en funciones de
la CONMEBOL: el venezolano Rafael Esquivel fue detenido en mayo y Sergio Jadue,
máximo responsable del fútbol chileno, dimitió la semana pasada tras aceptar
otro acuerdo de extradición a Estados Unidos para ser juzgado.
Napout
ha quedado en libertad bajo fianza tras presentarse ante un juez federal de
Nueva York, donde se comprometió a pagar 20 millones de dólares. Las elecciones
a la FIFA, previstas para el próximo 26 de febrero, no tendrán ningún candidato
americano. Parecen aplicarse a todo el continente las constantes denuncias
hechas en Brasil por el ex futbolista Romario, hoy senador, que lleva años
llamando “mafiosos” y “ladrones” a los dirigentes federativos de su país.
El
tiempo le ha acabado dando la razón. El resto del continente también
experimentaba situaciones asombrosas: en junio pasado, el presidente de
Paraguay, Horacio Cartes, derogó la inmunidad diplomática con que contaba la
Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) desde hace casi dos décadas. El
Estado paraguayo le había dado al edificio de una entidad deportiva el mismo
nivel de protección que una representación diplomática de la ONU. La impunidad
del fútbol americano también se ha terminado.