jueves, 5 de enero de 2017

MONUMENTAL EXHIBICIÓN

En la víspera de la noche de Reyes el Real Madrid le regaló a su afición un partido redondo ante un Sevilla desdibujado desde el primer minuto

Antonio Blanca

El Real Madrid espantó los fantasmas relativos a la resaca del baño y masaje japonés con una de sus expresiones corales más elevadas. Aumentó de este modo a 38 los partidos encadenados sin padecer el amargo sabor de la derrota, y en el aniversario de Zidane como comandante en jefe (mantiene su registro de tres títulos y dos partidos perdidos), goleando por 3-0 al Sevilla, y con un juego seductor que hizo las delicias de los aficionados y público en general.

Las ausencias (Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Pepe, Gareth Bale, Mateo Kovacic y Lucas Vázquez) y la acumulación de duelos (tres en doce días ante los hispalenses) condujeron al técnico galo a entregar descanso a Isco y Benzema. Así, Asensio y James ocuparían sus escaños en una alternativa que amortizaría, con creces, el “cafetero”. Nacho y Varane se añadían como zaga de circunstancias al resto de titulares irrebatibles en liza. Sampaoli, por su parte, sentó a Vietto, Sarabia y Nico Pareja para apostar por Correa, Ganso y Mercado (como central) y mitigar la nuclear sanción al 'Mudo' Vázquez. Pero el preparador argentino, que había reclamado la exclusividad de la pelota en Chamartín en la previa, hubo de repensar sus elecciones en el descanso. En parte por su libreto y en parte por la labor oponente.

Se topó el arquitecto de la primera Copa América chilena con uno de los rendimientos colectivos más compactos y consistentes del vigente campeón de Europa. Se planteó sobre el verde un desafío en el que los dos conjuntos adelantaban líneas y presionaban con fiereza, pero se destacó superior el bloque capitalino con prontitud. Porque Marcelo y Carvajal actuaron como carrileros agresivos desde el pitido inaugural, soltando a Kroos y Modric para asociarse en una superioridad perenne de enlace fluido con Asensio y James. La intensidad pautada por Zizou marcó el galope de salida merengue y los andaluces sólo pudieron avisar y achicar agua. El intercambio de golpes acontecido en los primeros tres minutos (remate de Morata que rozó el poste y disparo de Correa desviado por Nacho) se tornaría en un oasis de equidad nada representativo.

La naturalidad con la que el cuero salía desde Casilla hasta la cancha ajena, en manera asociativa, y la coordinación en la presión madrileña negaron el guion a los sevillanos, que quedaban expuestos cada vez que su tercio ofensivo era superado en fase defensiva. El combate de valentía posicional, riesgos y exigencia con y sin el esférico cercenó con radicalidad la teoría y práctica visitantes. No obstante, en el 11 de juego se materializó lo tangible de la temeridad de Sampaoli. El tú a tú atacante y vertical quedó resquebrajado cuando Casemiro se anticipó a N´Zonzi en campo contrincante, generando un dos para dos en la frontal de Rico. James acogió el regalo, condujo, amagó y pegó su rosca de zurda aterciopelada a la cepa del poste diestro. Un gol fenomenal que subrayaba la personalidad perdida y buscada por Zidane en las últimas fechas de 2016. En el 15, con el Sevilla desposeído de su identidad (Vitolo, Nasri y Ganso eran transparentes en defensa y se ahogaban sin el cuero), el fluir de la producción madridista se disparó. James aglutinó defensores, descargó hacia Modric, que abrió para el centro de Carvajal y rubricó la pintura el croata con una tijera que lamió la madera. El balcánico y su pareja alemana gobernaban el envite con clamorosa impunidad. Iborra y N´Zonzi no bastaban como retén y, tanto por fuera como por el interior, el Madrid localizaba rutas de avance y aproximación.

En torno al minuto 20 bajó revoluciones y empezó a tender hacia la horizontalidad el líder. La discusión por la posesión se equilibró, por consiguiente, con Nasri empotrado en el ecuador del terreno. Sin embargo, la variante más cohesionada sevillana, de apariencia reactiva, no mitigó el paisaje. Kroos probó desde desde larga distancia, sin éxito, -minuto 27- antes del pico de inflexión. Carvajal inició el movimiento con una apertura soberbia con el exterior que conectó con el envío parabólico de James. En el segundo palo apareció, incorporado a tiempo, Marcelo, que descerrajó una volea cruzada que condecoró los reflejos de Rico. La pelota se fue a córner y desde ese rincón partiría (por obra de Kroos) hacia el cabezazo certero (y aislado) de Varane. Al tiempo que asomaba una mejoría de la apariencia colectiva andaluza, el Sevilla sufrió el mordisco de gracia. Incluso su sollozo impedido pudo ser más ácido, pues, a continuación, el meta internacional español salvó a los suyos, a tiro de Morata. Una nueva imprecisión en la salida nervionense, producto de la renovada presión madridista, confluyó en una concatenación de fintas ejecutada por el canterano merengue que el arquero acertó a conjugar en el peor momento de los de Sampaoli. Cuando se asomaban al abismo en un trance de partido y eliminatoria. Las quejas por una presunta falta previa de Morata sobre Rami en el segundo tanto no arribaron a puerto.

Pero, después de todo lo narrado, la gallardía visitante no se permitió relajación alguna y mantuvo en tensión a Casilla, si bien el impulso se acotó al cuarto de hora previo al intermedio. El ex portero del Espanyol observó cómo un exceso de picardía de Casemiro (que fingió ser derribado en la el pico de su área y fue pillado por Lahoz) alimentaba las congeladas constantes visitantes. Ganso peinó por encima del larguero local la infracción y dio paso a la mejor opción del tercer clasificado liguero. La primera, que no única, cuadratura en la que la fase defensiva local quedó desconcertada aconteció en el minuto 34 y forzó a la asunción salvadora de Casilla. Contuvo el mano a mano filtrado (por Ganso, su único chisazo) con Correa y, tras su rechace, Iborra perdonó. El espigado interior remató, de golpeo precario y sin obstáculos de camino a la red, fuera de diana. En el 41 se volvería a cortocircuitar la estructura merengue (Carvajal calculó mal la maniobra de fuera de juego ante la anegada clase de Nasri) y un nuevo uno contra uno, esta vez con Vitolo, ensalzó la concentración del suplente de Keylor Navas. Casilla merece más.

El excelente regateador canario (fuera de sintonía hasta su salida del campo) marró el intento y el Sevilla, que desperdició su reenganche a la competición en este estertor inconexo y pese a haber soportado aflicción en todos los parámetros de este deporte, se iría a la lona en la antesala del descanso. Modric (estelar) recibió un saque de banda nacido en el perfil izquierdo de su ataque y decidió que la jugada basculara hacia el lado diestro. Allí recibió y centró, con pericia, Asensio. El croata, protagonista casi absoluto del bienestar local, fue derribado en una señalización de pena máxima rigurosa (tanto como el posible penalti sobre Vitolo y obviado por Mateu). James engañó a Rico para sentenciar el duelo. El vaso terminó por rebosar en el minuto 43 y el 3-0 clausuró un primer acto de desacostumbrada efectividad colectiva local, para regocijo de la tribuna e impotencia de un Sevilla superado en valentía, rigor táctico e intensidad. Es decir, doliente en su orgullo.

Sampaoli quiso no entregar la cuchara y deshizo parte de su apuesta inicial para refrescar competitividad en la reanudación. Sacaría de la fórmula a un Ganso gris y a un Iborra descontextualizado e introdujo a Sarabia, su punzón familiar y a Kranneviter, un ancla más prototípico que racionalizara el devenir hacia sus intereses. El resultado de la siembra no germinaría a tiempo. A la espera de que el cansancio local generara espacios por los que discurrir, los andaluces subieron su energía y presión a ráfagas, y Correa abrió fuego, de nuevo, con un chut demasiado cruzado. El Madrid, por el contrario, trataría de amasar el resto del choque en liza con la posesión controladora para zanjar la charla a la contra. Marcelo (con lanzamiento desatinado mediante) exigió la atención de los focos como extremo y uno de sus centros no fue rematado por Morata en el cuarto de la noche por poco.

El decantar de la inercia hizo trabajar por igual a ambas zagas, muy adelantadas, con Nacho y Casilla alternándose en la labor de líberos -ante los balones verticales y al espacio que se alzaban como argumento predilecto visitante- y el enfrentamiento mudado en una alternancia intrascendente entre el centro del campo inocuo y el vértigo de transiciones sin remate ni último pase atinados se desvaneció. Asensio y James abandonarían la escena bajo la ovación del respetable e Isco y Danilo participarían de un desenlace descafeinado. Morata se sentaría en la banca aplaudido también y el hambriento Mariano ocupó su atribución con actitud. Kroos y Casemiro chutaron, casi indolentes, desde media distancia, en paralelo a la extinción de esta ida de octavos de final de la Copa del Rey. Pero, pese al plomizo desarrollo que categorizó al segundo tiempo, salpicado de imprecisiones, un gol visitante revivía el espíritu de la rivalidad de cara al cierre en el Pizjuán. Por tanto, Sampaoli desperezó a Ben Yedder (el desacierto goleador de Correa se mantuvo este miércoles) y aguardó al florecimiento anotador sin simiente ni regadío. Sólo la volea venenosa de Escudero resultaría reseñable. El disparo cruzado de Danilo que Rico atrapó ajustició un triunfo rotundo del Madrid en el primer nubarrón teórico que cuestiona el aterrizaje camaleónico del entrenador sevillista. A falta de acta, y salvo cataclismo, las rotaciones funcionaron mejor de lo esperado a Zidane (en el día soñado de los tres peones de la medular capitalina) y los turrones, lejos de relajar al personal, aligeran el hacinamiento de compromisos merengue.