miércoles, 15 de febrero de 2017

HUMILLACIÓN HISTÓRICA

Jordi Grimau

El PSG se puso con un pie y medio en cuartos de final de la Liga de Campeones tras hacer una exhibición descomunal de fútbol ante el Barcelona en el Parque de los Príncipes de París. Con Di María y Draxler imperiales en las bandas, dirigidos por la brújula Verratti en el centro del campo, el equipo francés anuló a un Barcelona inerte y le endosó un 4-0 en la ida que dejó a la capital francesa en estado de éxtasis.

Hasta la noche de este martes, Unai Emery, a los mandos de Almería, Valencia, Spartak de Moscú y Sevilla, había disputado 23 partidos contra el Fútbol Club Barcelona. El balance: un triunfo, seis empates y 16 derrotas. Hoy, con el PSG, se anotó un segundo triunfo. Uno que al lado de las estadísticas palidece ante la frialdad de los números, pero que para todo aquel que fuera testigo, quedará como uno de esos partidos que difícilmente se olvidan.

Llegaba Emery a este partido con críticas por tener a un acomodado París Saint Germain en el segundo puesto de la Ligue 1, en apariencia un ultraje para el equipo que ha arrasado en los últimos cuatro campeonatos. Por el contrario, tras la clasificación para la final de Copa y la goleada al Alavés, el Barcelona se plantaba en París recuperando la confianza perdida.

Advertía Emery que este partido serviría "para superar un escalón" y que "lo más importante serán los duelos colectivos e individuales", advirtiendo que "somos dos equipos que vamos a buscar al adversario por todo el campo".

Así lo dijo. Y así ocurrió. Una vez el colegiado polaco Szymon Marciniak pitó el comienzo del partido, sólo un equipo apareció en el campo. Presionando en toda la cancha, el PSG se propuso dominar desde el primer momento. Ya el primer susto lo dio Cavani en el minuto seis cuando recibió un gran pase de Di María dentro del área. El uruguayo estuvo lento en el control y, de estar solo ante el portero, pasó a dar tiempo a la defensa y a Ter Stegen a colocarse para abortar la ocasión.

Sin conservadurismo alguno, con Verratti sujetando a su centro del campo para liberar a un Matuidi desatado, omnipresente en las dos áreas y con sus llegadas que insuflaban aún más energías a un ataque con los eléctricos Draxler y Di María en las bandas.

El alemán y el argentino se iban turnando a la hora de generar dolores de cabeza a la zaga azulgrana. El dominio era abusivo. Sólo exsitía un equipo y ese era el PSG. El mediocampo del Barcelona, superado por completo. Ni André Gomes ni Busquets ni Iniesta eran capaces de parar la pelota y combinar.

El gol local rondaba y acabó llegando en el minuto 19. Umtiti derribó a Draxler en el borde del área. Un lanzamiento quizás demasiado cercano, pero que usando la estrategia sirvió a Di María para abrir la cuenta goleadora el día de su cumpleaños. Con dos compañeros incrustados en la barrera, Di María apuntó a esa zona. El salto de los defensas en la barrera quedó inservible ante la puerta abierta y el balón entró en la portería bajo la mirada de Ter Stegen al espacio que debía ser protegido por sus zagueros.

La demostración física del PSG era excesiva y ya con el marcador a favor decidió dar un paso atrás. Lo que para cualquier otro equipo hubiera sido un suicidio, entregar la pelota al Barcelona apenas cambió el estatus del partido. Bien colocado, el equipo parisino apenas sufrió en este cambio de papeles. El Barcelona era incapaz de encontrar el camino al área de Trapp. El primer chut, por así decirlo, fue una falta lejana que bloqueó la barrera en el minuto 26.

Dos minutos después llegó la gran oportunidad del Barcelona. Aprovechando el espacio dejado por Kurzawa en su banda, André Gomes apareció por la derecha para quedarse en un mano a mano con Trapp. Sin embargo, el portero teutón supo desviar la única ocasión en la que se vio obligado a desplegar sus talentos.

Cómodo, el PSG seguía a gusto sabedor de que con Draxler y Di María, sus contraataques podían hacer daño. El teutón, en el minuto 34, volvió a forzar la intervención de Ter Stegen para evitar el segundo.

Tal era la desesperación del Barcelona que Messi volvía a multiplicar labores acudiendo a su campo para ayudar en la creación. Sin embargo, no era el día para nadie en el lado visitante. Y en una de estas bajadas del argentino, en su propio campo, perdió la pelota ante la insistencia de Rabiot. El balón le cayó a Draxler, que se lo cedió a Verratti para que el italiano abriera el camino hacia el área de la manera más sencilla: en línea recta. Cerca de la frontal, volvió a entregar el esférico a Draxler, que desde la derecha y dentro del área, no perdonó en esta ocasión mandando la pelota al fondo de la red con un chut raso, fuerte y cruzado.

Con el marcador alumbrando el 2-0, el partido se marchó al descanso. Ese paso atrás dado por Emery en el tramo final de la primera mitad no fue más que una forma de tomar aire. La esperada reacción visitante no llegó y se reanudó el encuentro de la misma manera que comenzó. El huracán PSG borraba del mapa al Barcelona. Con el mediocampo inexistente, y los laterales desbordados, la misión de Piqué y Umtiti era achicar el agua de un trasatlántico hundiéndose con las dos manos. Era pues, una misión imposible.

Del trío de ataque, de los nombres que hacían decir a Thiago Silva que sólo se les podía parar "rezando a Dios", apenas se pudo destacar a Neymar, el único que generó algo de peligro. Un "premio" otorgado más bien por incomparecencia del resto. Messi, superado y Suárez, desaparecido. Sin caer en la intervención divina, el mérito era de la pizarra de Unai Emery.

El PSG seguía a lo suyo, aunque ya pecando de prisas ante un Barcelona incapaz de reaccionar. Ante esa apatía azulgrana, Di María se vino arriba. Tras recibir en tres cuartos de campo y quedarse solo con un amago de los suyos en los que parece que la pelvis se le iba a desencajar, se sacó un disparo desde 25 metros de distancia que acabó dentro de la portería.

Era el minuto 55 y, ya con el 3-0 en contra, Luis Enrique decidió hacer los primeros cambios. Entró Rafinha por André Gomes. En respuesta, Emery no se amilanó y relevó al héroe de la noche, Di María, dando entrada a Lucas Moura. Más madera al ataque local.

De poco sirvió el movimiento azulgrana, pues minutos después la situación seguía siendo igual de desesperada. Busquets, en una entrada de puro desahogo, veía la amarilla tras derribar a Verratti con una fea patada.

Sin que tuviera relación, pues fue debido a un mal gesto en una caída, la brújula del PSG, Marco Verratti, se retiraba lesionado en el minuto 69. El joven Nkunku, de 19 años, salía al gran escenario de la Liga de Campeones para tratar de igualar el espectacular papel desempeñado por su compañero.

Con brújula o sin ella, atacar al Barcelona parecía cosa sencilla. Así lo vio Meurier, lateral derecho de metro noventa de altura, que desde su campo, y en su banda, se marchó de Neymar y andó. Recorrió 40 metros sin mayor oposición que la mirada de Iniesta a unos metros de dsitancia. Llegó al borde del área y con un toque sutil asistió a Cavani, que pese a fallar numerosas ocasiones anteriores, se sacó un remate de primeras con tal fuerza que poco pudo hacer Ter Stegen para que el cañonazo se colara sin remilgos en la portería.


Minuto 72. El electrónico del Parque de los Príncipes señalaba el 4-0. Y más allá de ver algún atisbo de reacción, un gol que forzara la esperanza de una remontada en la vuelta, lo que parecía más cercano era el quinto. 16 tiros a puerta del PSG por 3 del Barcelona en 75 minutos de partido. Umtiti en el 84 rozó el gol con un remate de cabeza al poste, pero no era más que un espejismo. Este martes, en el Parque de los Príncipes, sólo hubo un equipo. En el partido número 24, por fin, Emery espantó los fantasmas del Barcelona. Su PSG encarrila el tramo decisivo de la temporada dejando al Barcelona al borde del KO europeo. Con rematar la faena en 15 días, el equipo francés habrá demostrado que, quizás, 2017 sea el año de contentar al jeque con el sueño de la Champions.