Jordi Grimau
El PSG se puso con un pie y medio en cuartos de final de la
Liga de Campeones tras hacer una exhibición descomunal de fútbol ante el
Barcelona en el Parque de los Príncipes de París. Con Di María y Draxler
imperiales en las bandas, dirigidos por la brújula Verratti en el centro del
campo, el equipo francés anuló a un Barcelona inerte y le endosó un 4-0 en la
ida que dejó a la capital francesa en estado de éxtasis.
Hasta la noche de este martes, Unai Emery, a los mandos de
Almería, Valencia, Spartak de Moscú y Sevilla, había disputado 23 partidos
contra el Fútbol Club Barcelona. El balance: un triunfo, seis empates y 16
derrotas. Hoy, con el PSG, se anotó un segundo triunfo. Uno que al lado de las
estadísticas palidece ante la frialdad de los números, pero que para todo aquel
que fuera testigo, quedará como uno de esos partidos que difícilmente se
olvidan.
Llegaba Emery a este partido con críticas por tener a un
acomodado París Saint Germain en el segundo puesto de la Ligue 1, en apariencia
un ultraje para el equipo que ha arrasado en los últimos cuatro campeonatos.
Por el contrario, tras la clasificación para la final de Copa y la goleada al
Alavés, el Barcelona se plantaba en París recuperando la confianza perdida.
Advertía Emery que este partido serviría "para superar
un escalón" y que "lo más importante serán los duelos colectivos e
individuales", advirtiendo que "somos dos equipos que vamos a buscar
al adversario por todo el campo".
Así lo dijo. Y así ocurrió. Una vez el colegiado polaco
Szymon Marciniak pitó el comienzo del partido, sólo un equipo apareció en el
campo. Presionando en toda la cancha, el PSG se propuso dominar desde el primer
momento. Ya el primer susto lo dio Cavani en el minuto seis cuando recibió un
gran pase de Di María dentro del área. El uruguayo estuvo lento en el control
y, de estar solo ante el portero, pasó a dar tiempo a la defensa y a Ter Stegen
a colocarse para abortar la ocasión.
Sin conservadurismo alguno, con Verratti sujetando a su
centro del campo para liberar a un Matuidi desatado, omnipresente en las dos
áreas y con sus llegadas que insuflaban aún más energías a un ataque con los
eléctricos Draxler y Di María en las bandas.
El alemán y el argentino se iban turnando a la hora de
generar dolores de cabeza a la zaga azulgrana. El dominio era abusivo. Sólo
exsitía un equipo y ese era el PSG. El mediocampo del Barcelona, superado por
completo. Ni André Gomes ni Busquets ni Iniesta eran capaces de parar la pelota
y combinar.
El gol local rondaba y acabó llegando en el minuto 19.
Umtiti derribó a Draxler en el borde del área. Un lanzamiento quizás demasiado
cercano, pero que usando la estrategia sirvió a Di María para abrir la cuenta
goleadora el día de su cumpleaños. Con dos compañeros incrustados en la
barrera, Di María apuntó a esa zona. El salto de los defensas en la barrera
quedó inservible ante la puerta abierta y el balón entró en la portería bajo la
mirada de Ter Stegen al espacio que debía ser protegido por sus zagueros.
La demostración física del PSG era excesiva y ya con el
marcador a favor decidió dar un paso atrás. Lo que para cualquier otro equipo
hubiera sido un suicidio, entregar la pelota al Barcelona apenas cambió el
estatus del partido. Bien colocado, el equipo parisino apenas sufrió en este
cambio de papeles. El Barcelona era incapaz de encontrar el camino al área de
Trapp. El primer chut, por así decirlo, fue una falta lejana que bloqueó la
barrera en el minuto 26.
Dos minutos después llegó la gran oportunidad del Barcelona.
Aprovechando el espacio dejado por Kurzawa en su banda, André Gomes apareció
por la derecha para quedarse en un mano a mano con Trapp. Sin embargo, el
portero teutón supo desviar la única ocasión en la que se vio obligado a
desplegar sus talentos.
Cómodo, el PSG seguía a gusto sabedor de que con Draxler y
Di María, sus contraataques podían hacer daño. El teutón, en el minuto 34,
volvió a forzar la intervención de Ter Stegen para evitar el segundo.
Tal era la desesperación del Barcelona que Messi volvía a
multiplicar labores acudiendo a su campo para ayudar en la creación. Sin
embargo, no era el día para nadie en el lado visitante. Y en una de estas
bajadas del argentino, en su propio campo, perdió la pelota ante la insistencia
de Rabiot. El balón le cayó a Draxler, que se lo cedió a Verratti para que el
italiano abriera el camino hacia el área de la manera más sencilla: en línea
recta. Cerca de la frontal, volvió a entregar el esférico a Draxler, que desde
la derecha y dentro del área, no perdonó en esta ocasión mandando la pelota al
fondo de la red con un chut raso, fuerte y cruzado.
Con el marcador alumbrando el 2-0, el partido se marchó al
descanso. Ese paso atrás dado por Emery en el tramo final de la primera mitad
no fue más que una forma de tomar aire. La esperada reacción visitante no llegó
y se reanudó el encuentro de la misma manera que comenzó. El huracán PSG
borraba del mapa al Barcelona. Con el mediocampo inexistente, y los laterales
desbordados, la misión de Piqué y Umtiti era achicar el agua de un
trasatlántico hundiéndose con las dos manos. Era pues, una misión imposible.
Del trío de ataque, de los nombres que hacían decir a Thiago
Silva que sólo se les podía parar "rezando a Dios", apenas se pudo
destacar a Neymar, el único que generó algo de peligro. Un "premio"
otorgado más bien por incomparecencia del resto. Messi, superado y Suárez,
desaparecido. Sin caer en la intervención divina, el mérito era de la pizarra
de Unai Emery.
El PSG seguía a lo suyo, aunque ya pecando de prisas ante un
Barcelona incapaz de reaccionar. Ante esa apatía azulgrana, Di María se vino
arriba. Tras recibir en tres cuartos de campo y quedarse solo con un amago de
los suyos en los que parece que la pelvis se le iba a desencajar, se sacó un
disparo desde 25 metros de distancia que acabó dentro de la portería.
Era el minuto 55 y, ya con el 3-0 en contra, Luis Enrique
decidió hacer los primeros cambios. Entró Rafinha por André Gomes. En
respuesta, Emery no se amilanó y relevó al héroe de la noche, Di María, dando
entrada a Lucas Moura. Más madera al ataque local.
De poco sirvió el movimiento azulgrana, pues minutos después
la situación seguía siendo igual de desesperada. Busquets, en una entrada de
puro desahogo, veía la amarilla tras derribar a Verratti con una fea patada.
Sin que tuviera relación, pues fue debido a un mal gesto en
una caída, la brújula del PSG, Marco Verratti, se retiraba lesionado en el
minuto 69. El joven Nkunku, de 19 años, salía al gran escenario de la Liga de
Campeones para tratar de igualar el espectacular papel desempeñado por su
compañero.
Con brújula o sin ella, atacar al Barcelona parecía cosa
sencilla. Así lo vio Meurier, lateral derecho de metro noventa de altura, que
desde su campo, y en su banda, se marchó de Neymar y andó. Recorrió 40 metros
sin mayor oposición que la mirada de Iniesta a unos metros de dsitancia. Llegó
al borde del área y con un toque sutil asistió a Cavani, que pese a fallar
numerosas ocasiones anteriores, se sacó un remate de primeras con tal fuerza
que poco pudo hacer Ter Stegen para que el cañonazo se colara sin remilgos en
la portería.
Minuto 72. El electrónico del Parque de los Príncipes
señalaba el 4-0. Y más allá de ver algún atisbo de reacción, un gol que forzara
la esperanza de una remontada en la vuelta, lo que parecía más cercano era el
quinto. 16 tiros a puerta del PSG por 3 del Barcelona en 75 minutos de partido.
Umtiti en el 84 rozó el gol con un remate de cabeza al poste, pero no era más
que un espejismo. Este martes, en el Parque de los Príncipes, sólo hubo un
equipo. En el partido número 24, por fin, Emery espantó los fantasmas del
Barcelona. Su PSG encarrila el tramo decisivo de la temporada dejando al
Barcelona al borde del KO europeo. Con rematar la faena en 15 días, el equipo
francés habrá demostrado que, quizás, 2017 sea el año de contentar al jeque con
el sueño de la Champions.