Hace
más de tres lustros el Alavés se colaba en una final europea, en esta ocasión
será la primera final de Copa del Rey que dispute el equipo vitoriano
Antonio Blanca
Dejó
el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca para los tiempos de los tiempos su
archi popular proverbio “¿Qué es la vida?
Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor
bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, y
efectivamente los sueños son eso, empero en a veces, se hacen realidad. El Alavés
recién ascendido a la Primera división tendrá oportunidad de catar las mieles
de una final. Ya lo hizo ante el Liverpool cuando aquel modestísimo cuadro se
plantaba ante todo un histórico del deporte rey y a punto estuvo de pergeñar la
machada. La historia vuelve a ponerle alfombra roja para una cita grande, para
que ejerza de mata gigantes, para que derrote al Barcelona allá por el 27 de
mayo, previsiblemente en el Vicente Calderón (su último gran partido para
albergar), pese que a la directiva culé pida el Santiago Bernabéu fiel a su
costumbre de llamar a casa ajena para molestar únicamente.
Así,
con un gol de Edgar Méndez, vini, vidi,
vinci al salir en el minuto 78, anotar en el 82 y retirarse lesionado en el
descuento, desató la euforia en Mendizorroza tras 170 minutos sin un gol en la
eliminatoria.
Protagonizando
una gran segunda parte, el período de tiempo con mejor fútbol de toda la
eliminatoria, el Alavés cimentó su triunfo. Dominio, ocasiones y mejor juego
que su rival ponían de manifiesto la merecida victoria. Sin embargo, cada balón
que el Celta hacía llegar a Iago Aspas era sinónimo de peligro, como demostró,
sobre todo, en la primera mitad.
El
ímpetu con el que salió el equipo local en Mendizorroza estuvo a punto de ser
recompensado en el minuto 4, pero Toquero no alcanzó a rematar un envío de
Ibai, el mejor de los blanquiazules.
Con
un soberbio giro de 180 grados dentro del área que le valió para dejar atrás a
un defensa, Aspas se situó en posición franca de disparo tras un centro raso de
Hugo Mallo desde la derecha. Pero a pesar del gesto técnico del delantero
gallego, ahí apareció Pacheco con una estirada que impidió el tanto.
Ibai
y Aspas intercambiaban el protagonismo en cada área. El alavesista primero, con
un remate de falta rechazado por el larguero, y el celtiña después, con un
intento de vaselina desde fuera del área que fue errado por centímetros, se
encargaron de poner algo de pimienta a un juego que se iba aletargando con el
paso de los minutos hasta llegar a un descanso ansiado por todos.
En
la reanudación, el Alavés trató de repetir esquema con una salida en tromba,
bien abortada por el Celta. Con el juego algo más igualado, el peligro seguía
llegando por el bando local, con Ibai como epicentro de todo ya fuera con un
intento de gol olímpico o con chuts desde la frontal. Deyverson aprovechaba su
superioridad en banda izquierda para asistir a sus compañeros.
Berizzo
asisitía desde la banda a la impotencia de los suyos, pues maniatados por el
juego vitoriano, eran incapaces de acechar las inmediaciones del área de
Pacheco. Un remate de Wass cabeceado al centro fue lo más cerca que estuvo el
Celta del tanto.
En
el minuto 78, Pellegino dio entrada al canario Édgar Méndez en lugar de
Toquero. El primer balón que tocó, a los cuatro minutos de estar en el campo,
se convirtió en el gol de los suyos. Tras cazar un balón en el área y recortar
a la defensa, su lanzamiento fue a parar al fondo de la red de la portería de
Sergio.
El
gozo se extendió por Mendizorroza, pero el peligro seguía latente: adiós a la
prórroga, pero un tanto del Celta significaba la eliminación. Berizzo se
dispuso a la ofensiva final poniendo a Guidetti y Rossi sobre el campo. Pese a
los intentos, en vano, del Celta, que no llegó a generar peligro ante la sólida
zaga del Alavés, fue Camarasa el que estuvo a punto de sentenciar en el
descuento en un mano a mano con Sergio aprovechando la subida masiva de
efectivos celestes. El cancerbero se impuso en el duelo, pero ya el ticket para
la final tenía dueño: el Deportivo Alavés.
Tres
meses y medio para que un equipo, una plantilla, una afición, una ciudad en
definitiva se preparen a conciencia para un momento histórico, si bien pase lo
que pase el Alavés ya ha triunfado, aunque no deben soslayar que en la vida los
sueños, sueños son, aunque a veces se hacen reales.