El
City de Pep Guardiola vive una situación delicada tras los problemas que
arrastra en la Premier League y la
eliminación de la Copa de Europa
Antonio Blanca
Marzo
de 2017 no quedará inscrito entre los mejores meses en la historia del
Manchester City, definitivamente. La entidad radicada en el Eithad Stadium no
ha parado de concatenar reveses en las últimas semanas. Y es que los nubarrones
no sólo se han constreñido al ámbito del dubitativo devenir del equipo en el
verde, sino que el propio club, en su multiplicidad de esferas y estratos, se
ha visto involucrado en incidentes extracurriculares que en nada han ayudado a
revertir la marejada que aflige a los citizens en un tramo de curso en el que
parece haberse esfumado cualquier tipo de esperanza por circundar la gloria en
el primer año del proyecto Guardiola.
Si
Pep ocupó buena parte de sus ruedas de prensa hasta enero de 2017 en evidenciar
y verbalizar lo rudo y feo de la lógica del estilo futbolístico británico, y su
incapacidad (o dificultad extrema, si se quiere) para adaptar su libreto al
susodicho ("Yo no entreno cómo dar una patada o hacer entradas. Yo entreno
para jugar al fútbol", llegó a decir en la cúspide de la discusión), el
exitoso entrenador catalán ha ido dando su brazo a torcer en estos temas
relativos a la adaptación a medida que su equipo ha ganado en consistencia, si
bien el golpe monegasco ha terminado por mermar la energía del resignado preparador
que hizo historia en Can Barça.
La
improbable eliminación en octavos de final de Liga de Campeones, tras haber
cosechado un 5-3 en la ida, uniformada como cataclismo en las islas -carnaza
para la prensa amarilla y desasosiego para la nación citizen-, ha resultado la
inauguración de unas decenas de días en las que el City se ha visto desprovisto
de su fuelle en la Premier (producto de las lesiones de piezas nucleares como
Gabriel Jesús y de la reiterada falta de puntería en ambas áreas), fuera de su mayor
ambición y epígrafe subrayado en los objetivos que firmó el nuevo entrenador, y
envuelto en dos acontecimientos que lindan con lo ilegal.
Al
tiempo que la Premier nominaba como mejor técnico del mes a Craig Shakespeare
(en un giro sublime de la fortuna que mantiene al Leicester como único
representante inglés en la máxima competición continental a pesar del cuadro
pintado en febrero), que ha ganado tres partidos ligueros y el que le enfrentó
al Sevilla en un pleno inmaculado, y se dejaba fuera de la lista a Guardiola
(al galardón optan Conte, Klopp, Pochettino, Howe, del Bournemouth, y
Allardyce, del Crystal Palace), la UEFA multaba al City por los incidentes
acaecidos el 21 de febrero en la ida ante el club del Principado. La Comisión
de Control, Ética y Disciplina del organismo decidió sancionar con 18.000 euros
al club por incumplir los artículos 11 (2) y 16 (2) de su Código Disciplinario,
que hacen referencia al inicio retrasado de un partido y al lanzamiento de
objetos al césped, así como de una invasión del campo por parte de aficionados.
Además,
y de vuelta a las islas, la BBC publicaba este sábado que el equipo dirigido
por el catalán ha sido multado por la FA (federación inglesa de fútbol) con
motivo de sus reiteradas omisiones del cumplimiento de las normas de la lucha
antidopaje que rigen en el balompié inglés. El monto de 35.000 libras, que
escenifica de forma monetaria la gravedad de la falta, tiene por objeto
sancionar tres infracciones cometidas en un periodo inferior a cinco meses.
La
Asociación de Fútbol acusa y penaliza al Manchester City porque el 12 de julio
no informó a la FA de una práctica no prevista, el 1 de septiembre se registró
que un futbolista no completó el control antidopaje porque la información del
hotel facilitada era errónea y porque el 7 de diciembre hasta seis jugadores no
se sometieron los análisis sorpresa porque el club no había informado a la
federación de que todos ellos estaban disfrutando de un día libre. El problema
reside en que estos fallos programáticos (todos los profesionales que compiten
en la Premier han de ofrecer de manera específica los horarios de cualquier
actividad y el paradero de sus futbolistas) cubren de sospecha a un equipo que
aumentó su rendimiento en febrero, cuando Guardiola fue designado el mejor
preparador de la Liga.