Todas las miradas se deberían dirigir al jugador que anoche se encumbró en Basilea. Responde al nombre de Arshavin, y hoy, como hizo en la final de la UEFA contra el Glasgow Rangers, se ha vuelto a salir en el escaparate europeo, en el mejor de los partidos y ante el mejor rival, Holanda, de ahí que acabara tirado en el suelo llorando al terminar el partido. La joven generación rusa, de ese mago del banquillo, pese a sus fracasos en los clubes, que es Guus Hiddink, se ha reivindicado y le ha dicho a la Holanda de Van Basten, cómo y dónde se le debe ganar. Ni selecciones tan experimentadas como Italia o Francia han podido con el poder naranja como lo han hecho hoy los rusos. Han hecho un gran partido, nadie les puede decir nada a los holandeses, han ganado los mejores, y estos han sido los rusos.
Hoy Pavlyunchenko se ha mostrado a Europa como el gran delantero que hace goles que no goleador que es, y que tanto se había podido ver en las parabólicas de la liga rusa. Que Arshavin ha demostrado todo lo bueno que de él se conocía, hoy era como si en las televisiones y radios españolas le hubieran descubierto, no era Arshavin era el “10”, cuando todos los blogueros sabíamos que es un crack. Un jugador cambiando toda una selección, toda una apuesta de Hiddink pese a los dos partidos de sanción.
Si Inglaterra hubiese ganado a Croacia, hoy Rusia no hubiera jugado contra Holanda. Si no es por Van der Sar, hoy Holanda se hubiera restirado con una goleada, y no hubiéramos visto a la misma selección que físicamente no ha parado de correr en todo el partido, incluída prórroga. Como hizo en la primera parte frente a España, se ha hecho con la pelota, ha bailado a Van Basten, el cambio de Heitinga lo va a tener que explicar, como la ausencia de Robben, y se ha hecho amo y señor del partido, salvo por la única aparición de Van Nilsteroy, que forzó la prórroga, periódo que no ha hecho más que reivindicar el juego ruso. Hiddink murió con las botas puestas, fiel a su filosofía, pese al varapalo frente a España, creyendo en un juego contruído alrededor del balón, con unos jugadores técnicos, con el riesgo de poder ser goleado por el supuesto rodillo naranja.
No ha sido así, hemos disfrutado 120 minutos de gran fútbol, casi siempre ruso. De Arshavin, crack y ahora mismo el jugador más determinante del campeonato.