domingo, 29 de junio de 2008

EL DIA DE DECIR SI AL PARAISO

Daniel Iglesias
Ha llegado, está aquí, a tan sólo unas horas. El partido que tanto hemos esperado, el que nos puede dar billete al paraíso de la gloria, asoma a la vuelta de la esquina. España por fin está en una final después de décadas austeras dando mordiscos a manzanas insípidas. Es inevitable acordarnos de París, de 1984 y de Arconada, del gran capitán que comprobó lo pérfido que puede llegar a resultar el balón. Es momento de dar plantón a las desgracias, de borrar las desesperanzas, las maldiciones, la palabra fracaso… España no es inferior a Alemania, Alemania no tiene más entidad que España, España está jugando de maravilla y Alemania gana por su monumental inercia… Pero las inercias también tienen punto y final. Todo se reduce a 90 minutos y 22 jugadores vestidos de corto en un terreno de juego, no hay más. Hay que mirar de frente, con fe; porque sólo el que cree llega a su verdad y nuestra verdad es la copa, la ansiada copa.

Más quisieran algunos de los miembros de la selección alemana tener el palmarés de Casillas o Xavi. Más quisieran los alemanes jugar al fútbol cómo España, combinar con tanta fluidez, asemejándose cada toque de balón al delicioso sonido de un arpa bien acariciada, rozando la excelencia en cada golpeo, haciendo circular el cuero con un demente sentido común que embauca al espectador… España no es inferior a Alemania, repito, y hay que guardar en el cajón de los olvidos todos esos tópicos que rodean al conjunto teutón que tan bien supo sintetizar Gary Lineker en una sola frase.

España llega embalada, con pólvora capaz de abrasar al más pintado. España tiene que comprender que hoy es su día, el que históricamente se le ha resistido, en ocasiones de forma cruel… La selección tiene que salir al campo sin complejos, liberada, sin presiones. El conjunto de Luis ha demostrado ser el Ferrán Adría de esta Eurocopa, cocina un fútbol sabroso y lúcido que le ha hecho ser favorito; el plato estrella ya está montado y ahora lo que falta es bañarlo de salsa.
Y obviamente a la selección no le puede temblar la cuchara en el momento decisivo. Sólo los valientes cantan victoria; hay que ser valientes y jugar con la mayor naturalidad del mundo, sin tener en cuenta que el que está en frente es un monstruo que casi siempre gana. La cuchara no puede temblar porque ha costado mucho trabajo montar el plato.