Antonio Blanca
Mucho tiempo preparándolo, y sólo una semana para perderlo. Uno de los anfitriones, Suiza, ya está fuera de la Eurocopa, de su Eurocopa. La ha eliminado Turquía, en el partido más épico de lo que va de torneo. Con los antecedentes violentos que precedían al último encuentro que ambas selecciones disputaron en la memoria, suizos y turcos se jugaban en 90 minutos el mantenimiento de la esperanza de continuar en la competición.
En una lluvia torrencial, insistente, dos países se jugaban el honor, el amor propio. Y han vencido los que viven el fútbol con más fuerza y pasión de los dos. No puedo imaginar cómo estaría Turquía en el descanso, cuando perdían por 1-0. En un partido igualado, de intercambio de golpes, barullos y máxima tensión, los turcos han golpeado una vez más que sus rivales. Han dado la vuelta al partido y han provocado el silencio absoluto en un país entero.
La fuerte lluvia y los lagos que formó la misma, convirtió a todos en luchadores, gregarios, que debían desprenderse del toque y la calidad para conseguir llegar a la portería contraria. La pasión, el esfuerzo y la lucha pasaron a un primer plano. Y ahí, los suizos se sentían más cómodos, jugaban en casa. Cada arranque de orgullo era jadeado como el último, y eso se notó. Un jugador turco con la camiseta de Suiza, Yakim, anotó el primero de la noche. El país entero gritó antes de suspirar de alivio: seguían vivos.
Sin embargo, en la segunda mitad, un perfecto centro de Nihat, lo poco que hizo en el partido, acabó en un cabezazo de Sentürk, empatando el encuentro e igualando las opciones de clasificarse de los dos. A partir de aquí, los suizos, anfitriones, empujados por su público, se echaron hacia adelante, con valentía y orgullo, pero sin acierto. Ocasiones claras marradas que provocaron que los turcos salieran vivos. Y en una contra, los turcos, malvados ellos, hicieron el segundo, destrozando las ilusiones de un país entero, que no se vuelve a casa porque ya estaba en ella.
No se puede hablar de tácticas, ni de esquemas, ni de jugadas maravillosas ni regates bellos. Pero ha sido un encuentro épico, con una lluvia incesante, sudor, sangre e intercambio de golpes. Y uno de esos golpes, el de Arda Turan, ha destrozado el reloj de los suizos, y sus minutos en la Eurocopa han terminado.