Antonio Blanca
El portugués Cristiano Ronaldo cumple seis meses en el Real Madrid entre la brillantez de los goles y el liderazgo en el campo del equipo blanco, pero con las oscuras nubes que provocan su comportamiento, con dos expulsiones similares, respondiendo con violencia los estrechos marcajes de sus rivales, en su descargo hay que decir que los defensas se emplean con suma dureza para frenar a la estrella del país vecino.
Prefiere serlo por méritos deportivos, pero el astro merengue está sacando a relucir en España su cara más chulesca, convirtiéndose en objeto de la ira de la afición rival en estadios que no son el Santiago Bernabéu (aguantando toda clase de insultos) y con acciones de indisciplina sobre el campo, muy similares a las que otros jugadores realizan y no son ni tan siquiera sancionados, pues parece que cuentan con venia para ello. Sin embargo Cristiano es medido con el máximo rasero, al mínimo detalle, y seguro que se le ha sancionado con dos partidos cuando debiera ser uno tan sólo por ser quién es.
Llegó al Real Madrid por 94 millones de euros, una cantidad que aseguró pagaría por si mismo; y a diferencia de otros futbolistas no necesitó un período de adaptación a un nuevo estilo de fútbol. Desde su primer día aportó una tremenda pegada y ha dado al técnico Manuel Pellegrini un buen rendimiento como extremo o segundo delantero. Si no llega a ser por Ronaldo, no sé si el chileno seguiría en el banquillo de Concha Espina.
Sus números hablan por sí solos. Pese a su lesión de tobillo, que le mantuvo dos meses de baja, es el máximo goleador de Liga de Campeones, con seis tantos en cuatro encuentros (una media de gol y medio por partido), y el sexto de la Liga, con nueve en once encuentros (0,81 de media).
El madridismo disfruta de su verticalidad, la calidad técnica que muestra, sus disparos con las dos piernas, sus testarazos, los lanzamientos de faltas “folha seca”. Las virtudes que le condujeron en el Manchester United a ser proclamado el mejor futbolista del mundo.
Pero entre las luces se han colado un buen número de sombras. "Ángel y demonio" en unos segundos, se ha convertido en el futbolista del Real Madrid más odiado, insultado en todos los estadios que visita, donde no ayudan sus gestos. Es su personalidad y no la piensa cambiar, sino, no sería él.
Sí modificó en su etapa en Inglaterra exagerar las caídas. Confiesa que no se tira nunca. Y lo demostró en su última acción polémica.
La primera llegó ante el Almería, cuando respondió a un golpe en la nuca con una fuerte patada por detrás a Juanma Ortiz. Fue expulsado y recibió un partido de sanción, ausentándose del complicado encuentro en Mestalla ante el Valencia. Su segunda acción polémica llegó ante el Málaga. Agarrado por el danés Patrick Mtiliga, que quería frenar un contragolpe, soltó el brazo para zafarse hasta que golpeó su rostro y le fracturó los huesos propios de la nariz.
Pidió perdón en el vestuario del Málaga y en sus posteriores declaraciones explicó sus intenciones. Es un ganador. Le sobra ambición. Nunca frena sus ganas de brillar, de seguir la jugada pese a que un partido esté sentenciado, pero debe aprender a controlar sus impulsos cuando es víctima de alguna entrada y en el trato con los colegiados para no acabar sintiéndose perseguido.
Cristiano firma seis meses de brillantez empañados en parte por acciones polémicas. No estará en Riazor, el portugués no vivirá la maldición gallega.