Julio Candela
El Chelsea se proclamó el sábado
campeón de Europa por primera vez en su historia tras imponerse al
Bayern de Múnich (1-1) en una emocionante tanda de penaltis (3-4) que se
decidió con un lanzamiento de Didider Drogba, impecable durante todo el
choque, y bandera del cuadro inglés que ya conoce la gloria del Viejo
Continente.
El conjunto de Roberto di Matteo, reservón durante los 90
minutos, forzó la prórroga con un gol del marfileño en el 88. A siete
del final Muller marcó el primero del Bayern, que parecía definitivo, y
Robben marró un penalti nada más comenzar el tiempo extra. El guión se
pintaba de color azul. Todo hacía indicar que ésta era la Champions de
los ingleses por mucho que insistiesen los alemanes.
800 millones de euros después (con una final perdida en el
camino) el Chelsea de Roman Abramovich ha conseguido, por fin, el
premio por el que fue construido: reinar en Europa a toda costa. No hubo
luces de colores, ni jugadas para las videotecas, ni tan siquiera
plasticidad en el fútbol. Hubo brega, esfuerzo y suerte, mucha suerte.
Desde el comienzo, el Bayern fue quien propuso. Los muniqueses
tenían la obligación de luchar contra la maldición que impedía ganar al
anfitrión, pero sobre todo, por la necesidad de tomar la iniciativa y
convertirse en un digno sucesor del FC Barcelona.
Robben, que jugaba contra sus ex compañeros, fue el primero en
avisar con un lanzamiento desde el costado derecho. El holandés --que
no quiso lanzar en la tanda final-- no dejó de insistir pese a su mala
fortuna y reclamó el balón con constancia, muchas veces avalado por ese
desborde que le hace único.
A los lanzamientos lejanos del '10' del Bayern, el conjunto
londinense contestó con una falta de Mata que no encontró portería. El
español, algo perdido entre tanta maraña creada por Di Matteo, parecía
una especie en extinción, sin espacios ni continuidad en el apoyo.
Antes del descanso, el Chelsea todavía tuvo que sufrir un poco
más con dos remates de Ribery y Mario Gómez. El francés (menos
vertiginoso que otras ocasiones-) se chocó una y otra vez con Cole, que
siempre contó con la inestimable colaboración de Drogba, enorme en el
trabajo físico.
En ocasiones, el delantero marfileño ejercía de lateral zurdo y
olvidaba su principal función. Recordaba a la Grecia de 2004 que se
proclamó campeona de Europa. Mucho trabajo, pero poco talento en un
equipo de grandes jugadores, castigados a apostar por el balón directo
para buscar a su hombre clave.
En la segunda parte, el choque continuó por los mismos
derroteros. Los de Heynckes no tuvieron miras para buscar la portería de
Cech y Lahm ayudó a crecer a los suyos. Además, la seguridad de
Schweinsteiger en la medular daba crédito a los 'locales', que
merodeaban el área británica con fiereza, pero sin éxito.
Robben se estrellaba una y otra vez en su jugada fetiche,
buscando la diagonal, mientras que Ribery no encontraba el camino para
meter mano a un David Luiz pletórico. Sin embargo, tanto conservadurismo
se tradujo en el 1-0 a falta de siete minutos. Un magnífico centro de
Kroos terminó en la testa de Müller, que remató picado.
El efervescente alemán la dio mal, pero su golpeo descolocó a
Cech y le batió por alto. Entonces Di Matteo recurrió a Torres para
quemar las naves, pero sin rasgarse las vestiduaras. El de Fuenlabrada,
acto seguido, provocó el córner que acabó en el gol de Drogba. Empate y
prórroga; el Chelsea ya tenía lo que quería.
Y así pasó, con muchas revanchas por resolver, el conjunto
bávaro tuvo 30 minutos para citarse con la historia, sobre todo Robben,
tras tres finales perdidas. Pero dio igual porque el holandés erró un
penalti a los cinco minutos y desapareció del mapa en la tanda
definitiva.
Neuer ejerció de héroe al principio. Marcó el tercero y paró
el de Mata, pero sin embargo el Bayern se topó con el azar desde los
once metros. Era la primera tanda de penaltis que perdían los germanos
en su historia. Era la primera Champions para el Chelsea. Los 'blues' ya
tienen en su vitrina el trofeo para que el que fueron diseñados. Torres
y Mata, también.