El
eterno capitán blanco, el ‘7’ del Real Madrid que cuenta con 37 años y juega
para el Cosmos neoyorquino hace veinte años que debutaba en Primera división
con 17 años
Antonio Blanca
Ayer
29 de octubre de 2014 se cumplieron veinte años (que no son nada) desde que un
joven de 17 años recién cumplidos debutase con el Real Madrid en Zaragoza.
Aquella noche de sábado otoñal, Raúl
González Blanco empezaba a escribir su historia como jugador del Real
Madrid, club en el que permaneció 16 temporadas y anotó 323 goles en encuentros
oficiales.
Ese
29 de octubre de 1994 Jorge Valdano
decidió alinear de titular a un jovencísimo delantero que sin embargo no pudo
estrenar su cuenta de goles en su debut en la Romareda, donde el Madrid cayó
por 3-2. Y oportunidades tuvo para ello. Lejos de retirarle la confianza, el
técnico argentino volvió a contar con él de cara al encuentro siguiente, el
derbi en el Santiago Bernabéu ante el Atlético de Madrid. Ahí, Raúl provocó un
penalti y estrenó su casillero histórico de goles con un zurdazo a la escuadra.
Empezaba la leyenda.
El
Atlético de Madrid volvería a ser la víctima, en la temporada 1996/97, de otro
de los grandes e históricos goles de Raúl con el Madrid. En el Vicente
Calderón, el Madrid venció por 1-4 con dos goles del siete blanco, uno
especialmente para el recuerdo.
Como
el que dejó en el Molinón, uno de los templos del fútbol, en el curso 1997/98.
Un zurdazo sutil con el exterior cerca de la frontal del área para elevar
la pelota por encima de Ablanedo y hacer inútil su estirada.
Esa
misma campaña nos dio otra perla, ante la Real Sociedad. Raúl se prepara él
solo un balón de manera magistral elevándolo sobre un defensa del conjunto
donostiarra para dejar lista la pelota y batir al portero rival.
Pero
sin duda alguna, el mejor gol de ese 1998 y quizá uno de los mejores de siempre
de Raúl fue el anotado en la final de la Copa Intercontinental ante el Vasco de
Gama. Fue el gol del aguanís, nombre de un famoso regate que practicaba
Raúl en la infancia y que lo puso sobre el césped en ese duelo intercontinental
para anotar el gol del triunfo merengue.
Uno
de los recursos que más se ha visto a lo largo de la carrera de Raúl es su
capacidad para picar la pelota por encima del guardameta cuando éste salía al
encuentro del delantero blanco. Esa situación se dio en 1999 en el Camp Nou y
Raúl elevó el esférico sobre Hesp para marcar ante el eterno rival y dar paso a
su famosa celebración, donde Raúl mandó callar al público culé.
La
Copa de Europa de la temporada 1999/2000 dejó dos momentos únicos en la carrera
deportiva de Raúl. El Madrid acabaría alzando la octava Copa de Europa, ante el
Valencia, en París, al vencer por 3-0. El último tanto lo firmó Raúl en una
cabalgada en solitario dirección a la meta de Cañizares, al que enseña el balón antes de recortar y supéralo,
para depositar el balón en la red ante la estéril carrera de Djukic.
Un
poco antes, en los cuartos de final de esa Champions, Old Trafford
enmudeció con el taconazo y caño incluido de Fernando Carlos Redondo a Berg,
defensa del Manchester United. Después, el argentino cedió a Raúl, que empujó a
la red el balón, colocando el 0-3 y añadiendo el segundo a su cuenta particular
de aquella noche.
De
nuevo, dos años después de tocar el cielo europeo, el Raúl volvió a dejar poso
en la historia del fútbol, y del Madrid, con dos goles trascendentales. En la
vuelta de las semifinales de la Champions ante el Barcelona, Raúl colocó un
tiro letal en la escuadra blaugrana, para sentenciar todavía más una
eliminatoria muy de cara desde el partido de ida en la Ciudad Condal. Ese día
de mayo de 2002 el Bernabéu asistió a la clasificación del Madrid para la final
de la Copa de Europa, con golazo incluido del capitán.
En
esa final de Glasgow, la de la volea de Zidane
y las paradas agónicas de Casillas,
Raúl enseñó el camino con el 1-0. Un gol de astucia, de talento, ante el que
nada pudo hacer la defensa del Bayer Leverkusen.
Desde
ese momento, Raúl siguió anotando goles, con mayor o menor frecuencia, hasta el
día de su adiós en el Madrid. Para el recuerdo, momentos como el hat trick
ante el Sevilla o el tanto último marcado en Zaragoza. Raúl no volvería a
vestir más la camiseta blanca, pero en la Romareda en 2010, cerró el círculo
que se había abierto en 1994 en el mismo escenario maño. Nadie mejor que el
propio protagonista para relatar cómo fue su último acto de servicio a la causa
madridista. Y lesionado.