jueves, 19 de noviembre de 2015

CAPITÁN, MI CAPITÁN

Con la perspectiva que da el tiempo (su paso), se comprenderá lo que significó Raúl González Blanco para el Real Madrid y para el fútbol toda vez que se marchó el pasado domingo ganando la liga americana

Antonio Blanca

El pasado fin de semana dijeron adiós dos hombres que han ofrecido mucho espectáculo en los últimos años. Uno dio por terminada su carrera como futbolista tras veintiún años de éxitos. El otro estrenó su cuarta película de James Bond y parece que también será la última tras nueve años.
                  
¿En qué se parecen James Bond y Raúl González Blanco? En muchas cosas. 007 es un caballero de Inglaterra, un hombre con gusto refinado y siempre bien rodeado. Leal a su país, nunca rehúye el cuerpo a cuerpo y se lo deja todo en cada misión. Por su parte, el ‘7’ siempre ha demostrado ser un "gentleman" tanto dentro como fuera del terreno de juego. Su imparable ambición solo ha sido comparada con su profesionalidad. En cada entrenamiento, en cada partido y en cada jugada se dejó el alma por su equipo, por una camiseta, por un fin común, Raúl al servicio del Madrid o de España, nunca viceversa.

Además, el Gran Capitán tenía una característica que le convertía en el mayor temor de sus rivales durante los partidos. Su particular “licencia para matar (golear)”. Cuando otros dudaban, él sentenciaba ganando la banda en Glasgow por ejemplo, poniendo la Novena de cara; cuando para otros la cosa se ponía complicada era cuando mejor sabía actuar; los que les daban por muerto, terminaban siendo los que acababan sepultados. Jamás le pudo la presión y siempre salió indemne de cualquier enfrentamiento, no sin antes haber maculado la zamarra merengue, de barro, césped, sudor, sangre y lágrimas.

Veintidós años en el Real Madrid, muchos de ellos al frente del timón del gran transatlántico. Raúl siempre ejerció de líder en sus equipos. Ya fuera de adolescente con solo diecisiete años, él se echó el equipo a la espalda y sentó a todo un mito como Emilio Butragueño. Poco a poco fue conquistando el corazón de todos los madridistas y acabó siendo el máximo goleador de la historia del club (ahora superado por una “Bestia”) y el futbolista que más veces defendió su escudo.

Pero hubo un día en el que Raúl tuvo que decir adiós. Pellegrini le enseñó el camino del banquillo y la llegada de José Mourinho le invitó a proseguir con un nuevo rol, jugador-ayudante, algo que el ‘7’ agradeció pero nunca quiso como viejo guerrero, la batalla estaba en el campo y no en los asientos mullidos del Bernabéu u otro estadio. Raúl salió a probar fortuna en otros lares. El "señorío" madridista (la fábula inventada) perdió a su gran estilete el día que el Siete se marchó del Bernabéu. El Schalke 04 le acogió y su afición en seguida le caló: "Señor Raúl" le llamaban, pues era un veterano que lo daba todo y que siempre actuaba convenientemente.
       
Tras dos grandes temporadas en Gelsenkirchen, Raúl González Blanco decidió probar fortuna en Asia, donde además de jugar al fútbol estuvo aprendiendo también otra parte de este maravilloso deporte: la enseñanza a los más jóvenes. Poco a poco, Raúl iba abandonando su vida de futbolista.

Su última etapa fue en Nueva York. El New York Cosmos de Pelé llamó a su puerta y el Gran Capitán no dudó en marcharse a Estados Unidos. Allí apenas jugó una temporada, pero la terminó por todo lo alto. En una final y ganando su vigésimo segundo título en veintiún temporadas. Un escándalo.

Desde que semanas atrás Raúl anunciase su adiós, muchas leyendas del mundo del fútbol han tenido palabras para él. Desde ex compañeros como Beckham, Roberto Carlos, Morientes o Cristiano Ronaldo, hasta rivales como Carles Puyol, Pep Guardiola o Luis Enrique. Daba igual si le tenías de tu parte o si estaba a punto de fusilarte: Raúl marcó a todos los futbolistas de los últimos veinte años.

Para muchos sigue siendo el mejor jugador de la historia de este país. Para muchos otros fue un gran jugador, pero nunca ganó nada con la Selección y eso le lastra de cara a esos elogios. Lo que es evidente es que el mundo del fútbol ha perdido a uno de sus mayores estandartes. Y España, también.

Para mí fue el futbolista con el que crecí y desarrollé mi afición por el deporte rey. Para mí fue y será mi capitán, quien sin nada a cambio, sin prebendas, sin esconderse, dando la cara, siempre y siempre puso al equipo por delante de sus intereses. Nunca vi a nadie dejarse tanto la vida por un escudo y una afición. Para mí fue Mi Capitán.

Pero que nadie dude de que Raúl volverá. No se sabe aún cómo ni donde, pero siempre vuelve. Solamente ha dejado su existencia terrenal para pasar a ser una leyenda. Y las leyendas nunca mueren.