El
Real Madrid acabó pidiendo la hora después de tirar por tierra en diez minutos
un buen trabajo que le llevó a ir ganando por cuatro goles de diferencia
Antonio Blanca
Se
podría decir que más de la mitad de los columnistas tenían medio escrita esta
crónica cuando el Madrid, en el minuto 75, ganaba 0-4 y parecía haber
encontrado consuelo en Ucrania a sus males recientes. Había sido muy superior a
un equipo ordenado y rápido, pero muy alejado del potencial blanco. El regreso
al 4-4-2 (no estuvo Benzema ayer, tampoco James) había devuelto la consistencia
al equipo y Cristiano Ronaldo daba señales de mejoría (dos goles y una
asistencia). Aunque fuese contra un equipo teóricamente asequible, el Madrid se
clasificaba primero de grupo recuperando algunas sensaciones colectivas, su obligación.
Los
de Benítez, sin embargo, se abonaron demasiado pronto a la relajación: en el
minuto 88, cuando el Shakthar se colocó a un solo gol del empate, pasó por la
mente de millones de personas la posibilidad de otro pequeño desastre, un clavo
más en el féretro de un entrenador apoyado “unánimemente” por la directiva,
pero que tiene ante sí la tarea imponente de reconducir a una plantilla
físicamente caída y en la que algunos líderes añoran todavía la figura
carismática y relajada de Carlo Ancelotti, eran más de zanahoria que de palo.
Ya
el segundo minuto del partido trajo
buenas señales para el aficionado merengue, Isco cedió para Modric en la
frontal del área y el croata (más adelantado que de costumbre ante la presencia
del guardaespaldas oficial del equipo, Casemiro) habilitó a Ronaldo para marrar
por alto la primera ocasión clara del encuentro. El Madrid jugaba y tocaba,
Modric encontraba fácilmente a Kovacic o Isco y Casemiro se encargaba de poner
orden en la retaguardia, se hace difícil imaginar su ausencia en los partidos
futuros del equipo.
El
Shakthar, a su vez, tiraba centros altos que no lograban sorprender a Pepe y a
Varane, muy atentos toda la noche (o al menos hasta el minuto 75). La lesión
muscular del francés en el primer tiempo (de alcance aún desconocido) fue la
peor noticia de la noche para Benítez, a pesar del susto final. En el minuto 18
una triangulación madridista terminó con un pase magnífico de Modric para Bale,
que apareció por la izquierda y evitó al portero Pyatov para que Cristiano sólo
tuviese que cabecear a la red. El portugués rompía su sequía y el Madrid
parecía un equipo más unido, más sonriente. En el descanso había buenas caras.
Las
sensaciones mejoraron aún más en el inicio del segundo tiempo, definidos por el
segundo gol de Modric, minuto 50, a pase de Cristiano: el croata pisaba de
nuevo área con la tranquilidad de tener compañeros a su espalda. Dos minutos
después Carvajal marcaba el gol de la noche con la izquiera, desde el pico del
área, enj una vaselina combada que levantó al respetable de sus asientos. Los
periodistas se ponían a escribir para ganar tiempo. El Madrid recuperaba las
sensaciones a costa de un débil Shakthar.
Cristiano
hizo el cuarto en el minuto 70, cuando Modric ya se había ido a descansar (le
sustituyó una indolente Kroos). Todo iba bien para los blancos. Y sin embargo,
Casemiro cometió un penalti que con 0-0 no se hubiese pitado jamás en el minuto
75.
En
un principio el lance parecía solo destinado a deslucir los guarismos del
titular Casilla, pero desembocó extrañamente en una enajenación mental
transitoria que le llevaría a encajar otros dos goles en 12 minutos y a sentir
en la nuca el terror de un empate inverosímil y una resaca espantosa. El equipo
perdió rigor y dejó descubierto a Casilla.
Finalmente no llegó la sangre al río, pero el cuarto de hora final
dejará un regusto superior a los 75 minutos anteriores y aumentará más aún, si
cabe, la expectación ante el peligroso partido del domingo, a las cuatro de la
tarde, en Éibar.