Antonio Blanca
La
diferencia de filosofía entre el Real Madrid y el Barcelona es patente. El otrora
líder del mercado mundial con los fichajes de Cristiano Ronaldo y Bale, Florentino
Pérez ha descartado esa política porque no piensa entrar en el juego del gasto
constante que ejecutan los “equipos de Estado”, como lo son el PSG y el
Manchester City, junto a otros clubes de la Premier.
El presidente del triple campeón de Europa sabe que no puede competir en dinero
con esas dos entidades, presididas por los dólares del petróleo árabe. Además
las cuatro Champions ganadas en cinco
años le han demostrado que es más importante formar plantillas potentes y no
tirar los millones.
El
dirigente blanco ha optado por contratar a las jóvenes promesas, como Vinicius
y Rodrygo, y no pagarlas luego a precio de platino. El Barcelona, sin embargo,
sí ha entrado en esa lucha de pagar cantidades inmerecidas por los futbolistas.
Acuciado por los éxitos del Real Madrid en la Copa de Europa, el club catalán
no ha escatimado en gastos para reforzar un equipo que sigue mostrando una
clara hegemonía en las competiciones nacionales pero que naufraga cuando
traspasa la frontera española.
El
dispendio en las últimas dos temporadas ha ido encaminado a dotar a Ernesto
Valverde de efectivos capaces de desbancar al equipo blanco de lo más alto del
podio del torneo continental, que luce desde hace tres años consecutivos en las
vitrinas del Santiago Bernabéu. La salida de Neymar dejó 222 millones de euros
en las arcas de la entidad azulgrana que los gestores no dudaron en invertir
para menguar los efectos del abandono del brasileño. Ese verano se contrataron
cuatro futbolistas en los que Bartomeu tuvo que capear la inflación del
mercado. Semedo, Dembélé, Deulofeu y Paulinho costaron 232 millones.
La
política del Barcelona dio un giro de 180 grados y se defendió la contratación
de jugadores foráneos dejando de lado la apuesta por la cantera. Varapalo a La
Masía, que veía como su filosofía se desbarataba con la llegada en invierno de
Yerry Mina y de Coutinho. 171,8 millones más para frenar el paso a los jóvenes de
las categorías inferiores. Este verano se mantiene la apuesta por la inversión
extranjera con la llegada de Arthur (40 millones), Lenglet (35,9) y Malcom
(42). En total, un desembolso de 521,7 millones invertidos en el proyecto de
Valverde.
Más
allá de la conformidad con la nueva forma de trabajar del Barcelona y su
apuesta por la chequera, se abren dudas sobre la efectividad de la dirección
deportiva. Viendo el resultado que han dado los seis jugadores contratados este
año pasado, la masa social se cuestiona la coherencia de la hoja de ruta
escogida para liderar Europa de forma inmediata. El análisis del rendimiento de
los fichajes y los bandazos dados a la hora de escoger tanto nombres como
posiciones a reforzar transmiten una cierta sensación de improvisación. No hay
ningún jugador de los contratados la pasada temporada (403,8 millones) que
quede libre de soportar alguna pega. Nelson Semedo se vio relegado al banquillo
por un Sergi Roberto que siendo centrocampista ofrecía mejor rendimiento que el
portugués en el lateral derecho. Paulinho fue caro pero se convirtió en el
tercer máximo goleador del equipo. La crítica llega cuando este verano le ceden
al equipo chino que le vendió estando Valverde satisfecho con su rendimiento.
Deulofeu pasó sin pena ni gloria por el equipo en su regreso al Barça. Dembélé
no estuvo a la altura de la millonada que se pagó por él. Las lesiones, su
juventud y la falta de adaptación le pasó factura.
En
invierno se invirtieron 172 millones más en dos futbolistas. Coutinho está
llamado a marcar historia en el Barça pero se le fichó cuando no podía
participar en la Champions porque lo
había hecho con el Liverpool, Fue el mayor desembolso de la historia del club. El
colombiano Mina aterrizó tras la marcha de Mascherano sin el visto bueno de
Valverde, que no creyó en él. Ahora, siendo una de las revelaciones del
Mundial, se le busca salida porque se ha fichado a Lenglet pagando su cláusula
al Sevilla. 35,9 millones.
El
dispendio lo completan Arthur, que debería paliar en la medular la debilidad
causada por la marcha de Iniesta y Paulinho, y Malcom. El fichaje del brasileño
pone en un brete a Dembélé, ya que es un clon del francés.
Florentino
Pérez representa el polo opuesto del Barcelona. El último gran gasto del
presidente madridista fueron los 80 millones abonados por James hace cuatro
años. Desde entonces, la planificación del Real Madrid ha sido reforzarse con
jugadores jóvenes y cazar a las figuras en ciernes con vistas a incorporarlas
al cabo de una o dos temporadas.
Las
inversiones más caras de la casa blanca en los dos últimos años han sido
Vinicius y Rodrygo, 45 millones cada uno. A los dos chavales se les fichó con
acuerdos a largo plazo para dejarlos cedidos en Brasil hasta que fueron mayores
de edad. Cumplidos los 18, Vinicius se entrena con Lopetegui a la espera de
ganarse un puesto. Rodrygo celebrará los 18 años en enero y vendrá el próximo
verano.
Tras
ellos, Odriozola, 30 millones, representa fielmente el espíritu del Real Madrid
de conseguir a los mejores futbolistas por un precio razonable. Solo tiene 22
años y es un internacional de gran porvenir. La adquisición del guardameta
Andriy Lunin, 8,5 millones, incide en esa persecución de los talentos imberbes,
para formarlos, moldearlos y hacerles progresar en Valdebebas. Ceballos, 16,5
millones, y Theo, 26, también son exponentes de esa forma de trabajo. El Real
Madrid asume que adquirir profesionales tan jóvenes supone que algunos no
puedan digerir la presión que impone este club y tarden tiempo en rendir,
perjudicados por la presencia de grandes jugadores que son la columna vertebral
del conjunto. Es el caso de Ceballos y Theo.
Las
otras novedades de estas dos últimas campañas fueron canteranos: Marcos
LLorente, Vallejo, Achraf y Mayoral. A la espera de Thibaut Courtois, cuyo
precio es 35 millones, el Real Madrid decidirá en agosto, con serenidad, si
contrata un delantero. “Estamos pensando
muy bien lo que necesitamos y lo hacemos”, manifiesta un profesional de la
entidad. En todo caso, nunca tirará la casa por la ventana.