Julio Candela
Más tarde que otras temporadas, llegó por fin el duelo más
esperado de la primera vuelta. Un Barcelona que no terminaba de encontrar la
tecla para volver a desplegar el juego del que suele presumir frente un Real
Madrid al alza que buscaba dar un golpe a la clasificación liguera.
En esta situación, Luis Enrique, con Iniesta recuperado tras
40 días fuera de los terrenos de juego, decidió apostar por el mismo once
inicial que tropezó en Anoeta. El manchego se quedaba en el banquillo. Por su
parte, Zidane contaba también con la opción de Casemiro, de vuelta esta semana
con sus primeros minutos disputados en Copa, pero siguió dando confianza a
Kovacic –titular los últimos siete partidos- y metiendo a Isco como
acompañantes de Modric, dejando a Lucas Vázquez como relevo del lesionado Bale.
Con esta mecánica, pese que los focos y las cámaras
apuntaban a Messi y Cristiano, el protagonismo del partido estuvo en el centro
del campo. Ambos conjuntos dejaron de lado la espectacularidad de sus figuras y
decidieron apostar por hacer de este “clásico” uno de los más conservadores de
los últimos años. Con el orden y la disciplina defensiva como leitmotiv, las
faltas, la intensidad y el juego duro desplazaron a los regates, las
combinaciones y el buen juego.
En esta situación, un nombre sobresalió de entre los 22 que
estaban sobre el terreno de juego: Luka Modric. El croata se erigió una vez más
en el faro del Real Madrid y, en el duelo particular con Busquets para dominar
el centro del campo, se impuso con claridad decantando la balanza del primer
tiempo para los blancos. Con Isco y Kovacic como escuderos de lujo, todo balón
tocado por Modric generaba incertidumbre en el rival. Busquets, casi en
solitario dado que Rakitic y André Gomes restaban más que sumaban en sus
escasas intervenciones, se vio superado y, por ende, el Barcelona.
Pero esta superioridad blanca no se transformaba en
ocasiones, siendo Lucas Vázquez el referente arriba y la banda izquierda defendida
por Sergi Roberto y Rakitic, el lugar por el que llegaban los ataques más
claros.
El Barcelona, una sombra de sus mejores tiempos, se
conformaba con que Neymar inventara ocasiones en alguno de los pocos balones
que le llegaban. Sin embargo, las 12 faltas del Barcelona y las 6 del Madrid
con las que se cerró la primera parte no reflejaban con exactitud la realidad
de un período marcado por el juego físico y la falta de fluidez. El más
perjudicado, Messi, que quitando alguna conducción en tres cuartos apenas
intervino.
El Madrid echaba en falta algo más de garra por parte de
Benzema y Cristiano arriba y el Barcelona claridad y pausa en el centro del
campo. Cuando Iniesta parecía la solución perfecta para la segunda mitad, Luis
Enrique apostó por seguir con los mismos en la reanudación.
Así, sin mayor novedad, el encuentro se reanudó de la misma
manera, con los azulgranas sufriendo ante el empuje blanco. Sin embargo, a los
diez minutos, el balón parado volvió a servir de abrelatas al Barcelona. Como
hiciera Mathieu hace dos años y Piqué el pasado, en esta ocasión fue Suárez el
encargado de abrir el marcador. Tras una falta inocente de Varane en el costado
izquierdo del ataque local, el mismo francés fue el que dejó al uruguayo
rematar sin salto desde el área pequeña el balón lanzado por Neymar. Al minuto 53, el 1-0 cambiaba el partido.
De los aplausos por el gol se pasó en poco tiempo a dedicar
los mismos a Andrés Iniesta, que entraba en el campo sustituyendo a Rakitic.
Con el 1-0 y el de Fuentealbilla, el centro del campo cambió de dueño y con
ello el dominio de la pelota y el partido. El Barcelona encontró su juego a
través del gol y no al revés.
Tratando de volver a recuperar el equilibrio, Zidane apostó
en el minuto 66 por Casemiro en lugar de Isco, que ya tenía amarilla. Al
brasileño se le notaba todavía falto de ritmo y su entradano sólo apenas cambió
la situación sino que llegaron las mejores oportunidades para sentenciar del
Barcelona.
Neymar tuvo la sentencia en el minuto 68, cuando se
aprovechó de la falta de ayudas a Carvajal para dejarlo atrás con una finta en
un mano a mano dentro del área. Tras hacer lo más difícil, el brasileño falló
un gol cantado chutando alto cuando tenía todo el segundo palo para mandar la
pelota al fondo de la red.
El Barcelona se iba gustando cada vez más y Neymar y Messi
seguían rondando a Navas con peligro. El Madrid, ya pensando más en ir a por el
gol que en el orden, dejaba muchos espacios para deleite de le medular y ataque
azulgranas.
A 13 minutos del final, Zidane prosiguió con su apuesta por
la juventud y metió a Asensio por Benzema mientras que Luis Enrique sacó a Arda
en lugar de André Gomes. El toque de corneta blanco deparó un ida y vuelta
constante en el tramo final que no hacía sino incrementar la emoción del
encuentro.
Seguían los cambios con Mariano por Kovacic y Denis Suárez
por Neymar, a la vez que el reloj corría en contra del Madrid y a favor del
Barcelona. La racha de 32 partidos imbatidos de Zidane corría peligro.
Si bien a la medianoche se le conoce como la hora de las
brujas, el fútbol actual está dejando claro a base de ejemplos que el minuto 90
va siendo cosa de Sergio Ramos. De nuevo, una falta inocente –esta vez de Arda-
abrió la puerta a la redención. Como merecedor del MVP del partido, se hizo
justicia con Modric cuando se le encargó la tarea de mandar la pelota al área.
En la frontal esperaban Cristiano, Varane, Ramos… no
precisamente la lista deseada por ninguna defensa para una situación así. Pocos
segundos después de entrar en el tiempo extra, la pelota surcó los aires para
ir anunciando lo que parece que ya estaba escrito. Ramos atacó la pelota y con
su testa mandó el esférico al fondo de la red. El Real Madrid empataba el
partido y abortaba las ilusiones del Barcelona de recortar distancias en Liga,
los seis puntos siguen haciendo de frontera entre ambos.
Por cierto, mala actuación de Clos Gómez pues el devenir del
partido hubiera sido otro si hubiera pitado los tres penaltis que el Barça
cometió (Carvajal también realizó uno), o en lugar de dar el gol de Luis Suárez
lo hubiera anulado por estar en posición adelantada.