Año
histórico para el Real Madrid, empañado por el mal comienzo de Liga 2017/2018,
con un City indiscutible en Inglaterra y la bomba del fichaje de Neymar como
hechos más destacados
Antonio Blanca
Cinco
títulos en un año. Nunca antes en la más de centenaria historia del Real Madrid
se había dado una cosecha semejante. La mejor plantilla que se recuerda en
Chamartín cimentó el doblete constituido por la Liga de Campeones (ganada ante
la Juventus por 4-1 en un duelo resplandeciente, posiblemente la mejor final de
Champions de la historia) y la Liga
arrebatada al Barcelona (con 93 puntos, tres más que los catalanes). Lo hizo en
base a la política rigurosa de rotaciones aplicada por el gran triunfador:
Zinedine Zidane. El técnico galo dio paso y minutos a segundos espadas y
jóvenes y el resultado fue el paroxismo en Cibeles.
Marco
Asensio, Matteo Kovacic, Lucas Vázquez, Isco, Morata, James Rodríguez, Mariano
o Danilo llegaron a compartir camarín y fueron alternando participación con los
titulares, ganando peso con el paso de las fechas hasta el punto de resultar decisivos,
sobre todo el genio malagueño que terminó el año y el curso 2016-17 como
mediapunta de obligatorio uso (lesiones de Bale mediantes). Los goles y
asistencias de unos, muchos de ellos para remontar o arrancar los tres puntos
en los minutos finales, y el sudor y el despliegue táctico de los otros
cohesionó el mayor esplendor colectivo paladeado por la tribuna madridista en
mucho tiempo.
En
consecuencia, el Madrid se destacó como el mejor equipo del planeta en ambas
fases del juego. Y Ronaldo ganó su quinto Balón de Oro al despegar su
producción goleadora en cuartos, semis y final de la Copa de Europa. Le metió,
respectivamente, cinco goles al Bayern (con hat-trick), tres al Atlético
(hat-trick que solventó el cruce en la ida) y dos a la Juventus (por el oro
europeo). Al galope de sus dianas hizo leyenda el club de Florentino Pérez, el
único capaz de repetir título dos años seguidos en la era de la Liga de
Campeones.
El
trabajo lo completarían los capitalinos ganando las dos Supercopas (una al
United, con sudor, y la otra al Barça, con goleada y brillo de Asensio) y el
Mundial de Clubes (1-0 a Gremio con gol de Cristiano). Pero este último trofeo
constituiría un oasis en el intervalo posterior al mercado estival. La pérdida
de calidad y experiencia en el fondo de armario y el descenso en el nivel de
los suplentes en algunos puestos clave han desarrollado una inercia titubeante
que les ha dejado casi sin opciones de revalidar la Liga. Viajan, en diciembre,
a 14 puntos del líder, habiendo cedido ya 17 puntos (en las 38 jornadas de la
Liga precedente perdieron 22 unidades).
Y
es que al tiempo que los madrileños se desinflaban en el arranque del
campeonato, el nuevo Barça de Valverde, más industrial, físico y menos
efectista y técnico, acumuló victorias hasta el punto de mandar en la
clasificación a ritmo de récord. El 0-3 que cerró el 2017 en el Bernabéu
remarcó la estridencia con la que Suárez, Iniesta, Busquets y Ter Stegen
reaccionaron al palo de la Supercopa de España. Desde ese duelo perdido en
agosto no volverían a caer. Nadie puede con la mejor retaguardia de España y
Messi se multiplicó para cubrir la ausencia de Neymar y guiar a los suyos hacia
la excelencia en la efectividad -Bota de Oro y pichichi, con 37 dianas,
incluidos.
Paulinho,
Semedo, Alcácer y hasta Vermaelen se añadirían a la recuperación de Rakitic y
de Jordi Alba para confeccionar un equipo de estadística y resultados
irrebatibles. La respuesta pragmática dada por el estratega vasco ha funcionado
con creces. La última temporada de Luis Enrique -clausurada con una Copa del
Rey ganada al Alavés y síntomas de agotamiento en el vestuario- y el fichaje,
de cifras pioneras, de Neymar por el PSG supusieron un golpe abrasivo a la
autoridad del presidente Bartomeu, pero el viento les empuja a toda velocidad
hacia el éxito, contra todo pronóstico. Hasta su actual liderato imperial, la
histórica remontada (6-1) al 4-0 sufrido en el Parque de los Príncipes (con
actuación soberbia de Sergi Roberto y arbitraje polémico y favorecedor) era el
hito blaugrana en este cúmulo de meses.
El
mediapunta brasileño firmó a cambio de 222 millones de euros por el club
parisino, que también reclutaría a Mbappé, la perla de 18 años que condujo al Mónaco
a las semifinales de la Champions y a la victoria en la Ligue 1 (el PSG acabó
segundo). Los franceses mutaron su competitividad, por ende, y con el tridente
más pomposo y mortífero del panorama internacional, arrasaron en la fase de
grupos de la presente Copa de Europa para meter miedo al Viejo Continente, tanto
como el que imprime el renacido Manchester City de Pep Guardiola. Los ingleses
han empatado un partido y ganando el resto para firmar récords de puntuación en
la Premier League y meter casi 15 puntos a sus perseguidores. A estas alturas
del calendario, parten como favoritos para romper el dominio español en el
cetro continental y suceder al Chelsea de Conte, Marcos Alonso y Hazard como
campeón de la liga isleña.
El
Atlético de Madrid acabó como semifinalista europeo su último curso en el
Calderón e inauguró el Wanda con mal ejercicio, quedando apeado con dirección a
la Europa League a las primeras de cambio. A la espera de la llegada de Diego
Costa y Vitolo, los colchoneros aflojaron su desempeño para no poder examinar
la evolución de su proyecto ante el Manchester de Mourinho, que ganó la antigua
UEFA, el Bayern de Heynckes (Ancelotti fue despedido por una fractura flagrante
con algunos de sus pupilos) o la Juventus que sigue monopolizando los Scudetto (a
pesar del resurgimiento del Inter, el desarrollo del Nápoles o la colosal e
infructuosa inversión impulsada por el dueño chino del Milán).
En
España, amén del renacimiento del Valencia de la mano de Marcelino, el primer
despido de un entrenador en el Sevilla en cinco años (Berizzo fue la víctima de
este lance en plena lucha contra el cáncer), los descensos (Sporting, Osasuna y
Granada), los ascensos (Gerona, Getafe y Levante) y la retirada de Xabi Alonso,
Andrea Pirlo, Francesco Totti, Kaká, Philipp Lahm, Álvaro Arbeloa o de Joan
Capdevila (campeones de Europa y del mundo con España esos dos últimos), la
expulsión de Ángel María Villar de la RFEF fue uno de los asuntos capitales del
balompié.
El
mandatario, que cumpliría tres décadas al frente de la Real Federación Española
de Fútbol, fue encarcelado el 18 de julio. Junto a él cayeron su hijo Gorka y
su mano derecha, el vicepresidente Juan Padrón. La convulsión y el terremoto
desatado coparon portadas. Las acusaciones de apropiación indebida, estafa,
corrupción, administración desleal y falsedad documental sacaron a Villar de la
presidencia del fútbol nacional. El juez de la Audiencia Nacional Santiago
Pedraz le mantuvo en prisión durante 11 días en el marco de la Operación Soule,
que sigue en proceso de instrucción.
Del
vacío de poder consiguiente, Villar fue suspendido hasta julio de 2018, surgió
la presidencia provisional de Larrea, la moción de censura de Luis Rubiales,
expresidente de la AFE, y los ataques al ex dirigente encabezados por el
presidente de La Liga, Javier Tebas. El mandatario herido alegaría un golpe de
Estado organizado, que implicaría hasta al Gobierno, para sacarle del cargo. Y
el TAD, finalmente, decretó su salida del puesto, ya que en ningún momento dimitió
como máximo dirigente. El resultado momentáneo es la convocatoria de elecciones
federativas sin el gerifalte que había mandado desde 1988.