Carlos de Blas
El Real Madrid escogió este sábado para ilustrar cuál es su
mejor versión en cada parámetro del fútbol. En consecuencia, tumbó al críptico
Gremio en un combate muy físico en el que terminaría por imponerse la calidad
después de una siembra de trabajo sobresaliente. Así, los españoles alzaron su
sexto trofeo intercontinental -el tercer Mundial de Clubes- y el que constituye
el quinto título de 2017.
Zinedine Zidane apostó por su once de gala para redondear el
camino iniciado con el doblete de Liga y Champions cosechado en la pasada
temporada. Se decidió por aplicar el 4-4-2 en el que Isco ejerce como
mediapunta versátil y Marcelo y Carvajal son necesarios como carrileros. El
regreso de Ramos y la recuperación del trivote conformado por Modric, Kroos y
Casemiro sugería la necesidad de usar la pelota como arma ofensiva y defensiva
ante un equipo que examinaría el equilibrio táctico español tras cada pérdida.
Bale, resplandeciente en las semis ante Al Jazira, esperaría turno. Sabía el
técnico galo que habría que sudar desde el prisma colectivo para imponer la
calidad.
Gremio tardó muy poco en desnudar su hoja de ruta. En el
segundo minuto el central Geromel pisó el gemelo de Ronaldo, en una acción
instrascendente en la medular. En el seis, Kannemann, el otro zaguero, asestó
un rodillazo en el muslo a Modric. Su estrategia estaba clara: hiperactividad y
agresividad en el cierre y verticalidad imprudente en la relación con el cuero.
La baja de Arthur, el foco de creación, condicionó la alineación de Renato
Gaucho, que reprodujo el 4-2-3-1 en el que la red de ayudas, la presión y el
físico entremezclan con la explosividad de sus mediapuntas.
Los brasileños salieron al verde ahogando el temple
asociativo del favorito. Se desató una batalla por cada pulgada del ecuador del
territorio y los fallos en el pase de ambos escuadrones confeccionaron un
primer cuarto de hora de desgobierno. Se jugaba a lo que quería el campeón de
la Copa Libertadores. El ritmo era frenético y Casemiro, Ramos y Varane
parecerían habitar en el riesgo latente a quedar expuestos después de cada
imprecisión de sus compañeros en la salida del balón.
Ante ese paisaje, los madrileños se empeñaron en su anhelo
de dictar el tempo con posesiones horizontales, pero el devenir le resultaba
demasiado apresurado. La táctica de los tricolor forzaba a los campeones de
Europa a precisar mucho el envío para sobrevivir a la soga de esfuerzo
hiperbólico implementada por Gremio. El correcalles tardaría en revertirse
aunque, en el entretanto, Benzema y Ronaldo ejecutaron los primeros chuts. El
primero cazó una arrancada desde la cueva de Varane con un lanzamiento que se
marchó a saque de esquina -minuto 10- y el segundo conectó un zurdazo desviado
desde media distancia -minuto 16-.
En esta ocasión sí se activaría la solidaridad de todos los
peones merengues. Fruto de este cambio de actitud con respecto a duelos
precedentes alcanzaron los pupilos de Zidane a abortar cada intento de
transición ajena, procurándose, además, maniobras rápidas tras robo que
desembocaron en una volea de Carvajal que sacó Geromel, un cabezazo fuera de
tino de Varane y un latigazo de un Isco creciente. Todo ello cuando se
atravesaba el minuto 20. Modric, omnipresente, rozó la madera con un chut
cruzado tras regate en la frontal. Bajó al barro un Madrid pleno de compromiso
y su rol de patrón del duelo era nítido.
En cambio, un cañonazo de Edilson desde 25 metros rozó el
larguero de Navas en el minuto 28. El rigor madridista en fase defensiva había
apagado a Luan y Fernandinho, excelsos si cuentan con espacios, y, por ende, la
producción ofensiva de los brasileños quedó reducida al mínimo. Pero pasada la
media hora el mencionado lateral diestro protagonizó la primera contra venenosa
brasileña, atacando la espalda de Marcelo. Carvajal despejaría el centro antes
de que el ajedrez volviera a caer en un intervalo denso y efervescente.
Antes del descanso refrescó el conjunto capitalino su
vehemencia en la circulación para poner el lazo a la exigencia impenitente
oponente y llegaría a rondar la meta del gran Marcelo Grohe con mayor
asiduidad. Al tiempo que los de Porto Alegre se resignaban a atrincherarse
debido al buen hacer de la presión española y su fuelle remitía -no
concatenaban tres pases-, Isco creció y se jugaría en cancha brasileña, con el
mediocampo más calmado y no como el espacio exclusivo para la carrera en que
había sido uniformado con anterioridad. Ronaldo lanzó a la red superior de la
portería en lanzamiento de falta directa y el bloque de Gaucho entró en
vestuarios perdiendo en posesión (63% merengue) y tiros (9 a 1). Quedaba por
contrastar a quién causaría un mayor perjuicio el cansancio después de un
primer acto abrasivo en lo anatómico.
La baja de Arthur lastró de forma explícita al guión
brasileño de contraataque puntiagudo pero el dibujo dispuesto a defenderse y
contemporizar se ha demostrado muy eficaz en pelota parada y en vuelo. Por lo
que no cabía una relajación en el Madrid con el monólogo en la posesión como
argumento. El segundo tiempo alzaría el telón con el Gremio limitando su
repliegue energético a su campo, redundando en ese espíritu especulador. Y los
de Concha Espina prosiguieron su ejercicio de mando en las sensaciones y el esférico.
Ronaldo inauguró la traducción del dominio en llegadas con un zurdazo
relampagueante desde la frontal -minuto 50-.
El delantero luso, más participativo que de costumbre,
celebraría su quinto Balón de Oro a continuación. Hipnotizó a Jailson con una
amalgama de bicicletas que forzó una falta en al frontal brasileña. Y anotó el
trabajado 1-0 al colar su derechazo entre la barrera. La pelota se filtraría
por la cepa del poste de un Marcelo Grohe impedido -minuto 52-. Se adelantaba
la mejor versión madridista, que recogía el fruto merecido y colocaba a su
contrincante en un dilema estratégico.
Aclararían los españoles que
profundizarían en la posesión como anestesia y el colegiado anularía el segundo
tanto por un presunto fuera de juego de Benzema.
Ronaldo probaría un taconazo para culminar la tercera
circulación virtuosa merengue consecutiva. La velocidad en el pase y la técnica
individual de elementos como Modric, Isco o Marcelo dispararon el control
madridista. Era en este punto el Madrid el que arrojaba al Gremio a la salida
de eje.
Vislumbró el descalabro de su equipo Gaucho, pues las ayudas llegaban
tarde y su arco estaba siendo asediado cada vez más, y Lucas Barrios
-desconectado por Varane y Ramos- dio paso a Jael, el revulsivo atacante del
sistema en desventaja. De inmediato lanzó la presión y subió lineas el ganador
de América, pero la técnica del favorito brillaba y Modric estrelló su
lanzamiento en el poste -minuto 65-. Grohe desvió lo justo el remate para
salvar a su camarín.
Arribarían los primeros centros laterales a las cercanías de
Keylor Navas pero también se multiplicarían los espacios para la sentencia
española en contragolpe. Esta era la escena a 20 minutos para la conclusión. Le
costaba mucho recuperar el balón a los cariocas y Gaucho quemó sus cartas
sentando a Ramiro y Michel y dando entrada a Everton, otra flecha, y a Maicon.
Y Zidane hizo lo propio dando respiro a un Isco vaciado. Lucas Vázquez ocuparía
su escaño y su esforzado rol -minuto 73-.El gallego habría de entrar rápido en
temperatura porque el Madrid nunca soltó la responsable tensión defensiva. Lo
le quedaba otra.
Saltó al césped Bale en el minuto 77, cuando el tiempo
volaba en favor del golpe de autoridad de un Real Madrid que neutralizó la
reacción ajena por medio de un inteligente soliloquio con la pelota. Benzema,
que lanzó sin éxito una volea minutos antes, se marchó ofreciendo un mejor
desempeño en el segundo tiempo, como distribuidor desde la mediapunta. Grohe
alcanzó un chut de Ronaldo y otro de Bale, ambos en vuelo -minuto 83- para
asumir el estatus de mejor jugador de su delegación. No obstante, la tarjeta de
tiros reflejaría un esclarecedor 19-1. La impotencia de Gremio para anular el
despliegue técnico rival (65% de posesión) se extendería hasta el 90.
No le funcionaron las modificaciones a Renato Gaucho y el
decantar de los minutos no ofrecería oportunidades de remate a nadie. Clausuró el
título el Madrid con una combinación perpetua, una metodología poco ligada al
estilo ambicioso del entrenador francés. En nada repercutió el zigzagueo en el
rendimiento doméstico de los españoles. La superioridad y mayor jerarquía en lo
concerniente a la calidad rimó con el obligado compromiso con la táctica y el
repliegue para que unos se agigantaran y otros se minimizaran, a pesar de lo
ajustado del marcador. La competitividad resultó deshabilitada por el mejor del
mundo. En este nivel de ejecución, tutear a al equipo de Chamartín no es cosa
fácil. Zidane selló el seis de seis en finales.