domingo, 17 de diciembre de 2017

EL MUNDO ES MERENGUE

Carlos de Blas

El Real Madrid escogió este sábado para ilustrar cuál es su mejor versión en cada parámetro del fútbol. En consecuencia, tumbó al críptico Gremio en un combate muy físico en el que terminaría por imponerse la calidad después de una siembra de trabajo sobresaliente. Así, los españoles alzaron su sexto trofeo intercontinental -el tercer Mundial de Clubes- y el que constituye el quinto título de 2017.

Zinedine Zidane apostó por su once de gala para redondear el camino iniciado con el doblete de Liga y Champions cosechado en la pasada temporada. Se decidió por aplicar el 4-4-2 en el que Isco ejerce como mediapunta versátil y Marcelo y Carvajal son necesarios como carrileros. El regreso de Ramos y la recuperación del trivote conformado por Modric, Kroos y Casemiro sugería la necesidad de usar la pelota como arma ofensiva y defensiva ante un equipo que examinaría el equilibrio táctico español tras cada pérdida. Bale, resplandeciente en las semis ante Al Jazira, esperaría turno. Sabía el técnico galo que habría que sudar desde el prisma colectivo para imponer la calidad.

Gremio tardó muy poco en desnudar su hoja de ruta. En el segundo minuto el central Geromel pisó el gemelo de Ronaldo, en una acción instrascendente en la medular. En el seis, Kannemann, el otro zaguero, asestó un rodillazo en el muslo a Modric. Su estrategia estaba clara: hiperactividad y agresividad en el cierre y verticalidad imprudente en la relación con el cuero. La baja de Arthur, el foco de creación, condicionó la alineación de Renato Gaucho, que reprodujo el 4-2-3-1 en el que la red de ayudas, la presión y el físico entremezclan con la explosividad de sus mediapuntas.

Los brasileños salieron al verde ahogando el temple asociativo del favorito. Se desató una batalla por cada pulgada del ecuador del territorio y los fallos en el pase de ambos escuadrones confeccionaron un primer cuarto de hora de desgobierno. Se jugaba a lo que quería el campeón de la Copa Libertadores. El ritmo era frenético y Casemiro, Ramos y Varane parecerían habitar en el riesgo latente a quedar expuestos después de cada imprecisión de sus compañeros en la salida del balón.

Ante ese paisaje, los madrileños se empeñaron en su anhelo de dictar el tempo con posesiones horizontales, pero el devenir le resultaba demasiado apresurado. La táctica de los tricolor forzaba a los campeones de Europa a precisar mucho el envío para sobrevivir a la soga de esfuerzo hiperbólico implementada por Gremio. El correcalles tardaría en revertirse aunque, en el entretanto, Benzema y Ronaldo ejecutaron los primeros chuts. El primero cazó una arrancada desde la cueva de Varane con un lanzamiento que se marchó a saque de esquina -minuto 10- y el segundo conectó un zurdazo desviado desde media distancia -minuto 16-.

En esta ocasión sí se activaría la solidaridad de todos los peones merengues. Fruto de este cambio de actitud con respecto a duelos precedentes alcanzaron los pupilos de Zidane a abortar cada intento de transición ajena, procurándose, además, maniobras rápidas tras robo que desembocaron en una volea de Carvajal que sacó Geromel, un cabezazo fuera de tino de Varane y un latigazo de un Isco creciente. Todo ello cuando se atravesaba el minuto 20. Modric, omnipresente, rozó la madera con un chut cruzado tras regate en la frontal. Bajó al barro un Madrid pleno de compromiso y su rol de patrón del duelo era nítido.

En cambio, un cañonazo de Edilson desde 25 metros rozó el larguero de Navas en el minuto 28. El rigor madridista en fase defensiva había apagado a Luan y Fernandinho, excelsos si cuentan con espacios, y, por ende, la producción ofensiva de los brasileños quedó reducida al mínimo. Pero pasada la media hora el mencionado lateral diestro protagonizó la primera contra venenosa brasileña, atacando la espalda de Marcelo. Carvajal despejaría el centro antes de que el ajedrez volviera a caer en un intervalo denso y efervescente.

Antes del descanso refrescó el conjunto capitalino su vehemencia en la circulación para poner el lazo a la exigencia impenitente oponente y llegaría a rondar la meta del gran Marcelo Grohe con mayor asiduidad. Al tiempo que los de Porto Alegre se resignaban a atrincherarse debido al buen hacer de la presión española y su fuelle remitía -no concatenaban tres pases-, Isco creció y se jugaría en cancha brasileña, con el mediocampo más calmado y no como el espacio exclusivo para la carrera en que había sido uniformado con anterioridad. Ronaldo lanzó a la red superior de la portería en lanzamiento de falta directa y el bloque de Gaucho entró en vestuarios perdiendo en posesión (63% merengue) y tiros (9 a 1). Quedaba por contrastar a quién causaría un mayor perjuicio el cansancio después de un primer acto abrasivo en lo anatómico.

La baja de Arthur lastró de forma explícita al guión brasileño de contraataque puntiagudo pero el dibujo dispuesto a defenderse y contemporizar se ha demostrado muy eficaz en pelota parada y en vuelo. Por lo que no cabía una relajación en el Madrid con el monólogo en la posesión como argumento. El segundo tiempo alzaría el telón con el Gremio limitando su repliegue energético a su campo, redundando en ese espíritu especulador. Y los de Concha Espina prosiguieron su ejercicio de mando en las sensaciones y el esférico. Ronaldo inauguró la traducción del dominio en llegadas con un zurdazo relampagueante desde la frontal -minuto 50-.

El delantero luso, más participativo que de costumbre, celebraría su quinto Balón de Oro a continuación. Hipnotizó a Jailson con una amalgama de bicicletas que forzó una falta en al frontal brasileña. Y anotó el trabajado 1-0 al colar su derechazo entre la barrera. La pelota se filtraría por la cepa del poste de un Marcelo Grohe impedido -minuto 52-. Se adelantaba la mejor versión madridista, que recogía el fruto merecido y colocaba a su contrincante en un dilema estratégico. 
Aclararían los españoles que profundizarían en la posesión como anestesia y el colegiado anularía el segundo tanto por un presunto fuera de juego de Benzema.

Ronaldo probaría un taconazo para culminar la tercera circulación virtuosa merengue consecutiva. La velocidad en el pase y la técnica individual de elementos como Modric, Isco o Marcelo dispararon el control madridista. Era en este punto el Madrid el que arrojaba al Gremio a la salida de eje. 
Vislumbró el descalabro de su equipo Gaucho, pues las ayudas llegaban tarde y su arco estaba siendo asediado cada vez más, y Lucas Barrios -desconectado por Varane y Ramos- dio paso a Jael, el revulsivo atacante del sistema en desventaja. De inmediato lanzó la presión y subió lineas el ganador de América, pero la técnica del favorito brillaba y Modric estrelló su lanzamiento en el poste -minuto 65-. Grohe desvió lo justo el remate para salvar a su camarín.

Arribarían los primeros centros laterales a las cercanías de Keylor Navas pero también se multiplicarían los espacios para la sentencia española en contragolpe. Esta era la escena a 20 minutos para la conclusión. Le costaba mucho recuperar el balón a los cariocas y Gaucho quemó sus cartas sentando a Ramiro y Michel y dando entrada a Everton, otra flecha, y a Maicon. Y Zidane hizo lo propio dando respiro a un Isco vaciado. Lucas Vázquez ocuparía su escaño y su esforzado rol -minuto 73-.El gallego habría de entrar rápido en temperatura porque el Madrid nunca soltó la responsable tensión defensiva. Lo le quedaba otra.

Saltó al césped Bale en el minuto 77, cuando el tiempo volaba en favor del golpe de autoridad de un Real Madrid que neutralizó la reacción ajena por medio de un inteligente soliloquio con la pelota. Benzema, que lanzó sin éxito una volea minutos antes, se marchó ofreciendo un mejor desempeño en el segundo tiempo, como distribuidor desde la mediapunta. Grohe alcanzó un chut de Ronaldo y otro de Bale, ambos en vuelo -minuto 83- para asumir el estatus de mejor jugador de su delegación. No obstante, la tarjeta de tiros reflejaría un esclarecedor 19-1. La impotencia de Gremio para anular el despliegue técnico rival (65% de posesión) se extendería hasta el 90.


No le funcionaron las modificaciones a Renato Gaucho y el decantar de los minutos no ofrecería oportunidades de remate a nadie. Clausuró el título el Madrid con una combinación perpetua, una metodología poco ligada al estilo ambicioso del entrenador francés. En nada repercutió el zigzagueo en el rendimiento doméstico de los españoles. La superioridad y mayor jerarquía en lo concerniente a la calidad rimó con el obligado compromiso con la táctica y el repliegue para que unos se agigantaran y otros se minimizaran, a pesar de lo ajustado del marcador. La competitividad resultó deshabilitada por el mejor del mundo. En este nivel de ejecución, tutear a al equipo de Chamartín no es cosa fácil. Zidane selló el seis de seis en finales.