miércoles, 7 de marzo de 2018

NAPOLEÓN MADRID

Julio Candela


PSG y Real Madrid desarrollaron este martes una pugna con sabor a vértigo. Los primeros interpretarían una eliminación prematura, en los octavos de final de la Liga de Campeones, como un fracaso absoluto después de la inversión realizada, sobre todo este verano; y los segundos no querían conocer cómo resulta de erosivo transitar hasta junio sin más ambición que cerrar una plaza entre los cuatro primeros de la Liga. Después de haber concatenado dos Copas de Europa, un torneo liguero y las Supercopas (de España y de Europa) y los Mundiales de Clubes correspondientes. Por tanto, la presión que afligía al aspirante a aristócrata y al vigente campeón era notable y se dejó sentir en la apertura de este tenso segundo capítulo del cruce.

El Parque de los Príncipes asistiría a un nuevo salto de página de Zidane. El técnico merengue decidió no arriesgar el físico de Modric y Kroos. Además, apostó por ganar en consistencia y seguridad defensiva, entregándose al repliegue y al contragolpe. Dejó en la banca a Isco y Bale y acompañó a Casemiro con Kovacic, Asensio y Lucas Vázquez. Le saldría redondo el planteamiento hasta el descanso, pues el once de Emery (Di María, Cavani y Mbappé como tridente, Rabiot, Verratti y Motta en la medular) no superaría el reto que le fue entregado, llevar la iniciativa, controlar la posesión y traducir ese dominio del cuero en peligro sobre la meta de Navas.

El bloque en ventaja empezaría alternando presiones elevadas con achiques intensos en cancha propia e iría virando, al comprobar que la salida de los parisinos no fue tan fulgurante como se esperaba, hacia el modelo de la espera contemplativa, pero concentrada, y la pesca de una transición provechosa. Sin riesgos. Las ayudas de la delantera a Kovacic y Casemiro (doble pivote del 4-4-2) y las de Asensio y Lucas Vázquez a Marcelo y Carvajal taponaron los intentos de jugar entre líneas o de ganar superioridades en banda del sistema local. Le exigían los visitantes velocidad combinativa a los representantes de la Ciudad de la Luz, que no detectaban las rutas de acceso al meta 'tico'. No obstante, el fluctuar de Di María y Mbappé hacia el interior, en la zona de la mediapunta, no alcanzaría a herir la cohesión lineal bien implementada por el defensor del título.

No obstante, la jurisdicción del peligro, de la escueta producción de llegadas, pertenecería al vuelo madridista. Areola sería el primero en estrenar los guantes. Lo hizo en el minuto 10, al atrapar un centro de Asensio que desvió Dani Alves. Y el que fuera guardamenta del Villarreal vería cómo un envío en profundidad del balear sería culminado por Benzema con un zurdazo que se fue a córner. Éste era el primer aviso del poder del contragolpe visitante -minuto 16-. Ramos remataría el saque de esquina consiguiente para que Areola salvara a los suyos, en la oportunidad más nítida del atenazado primer acto. Lucas Vázquez conduciría otro relámpago, en pared con Ronaldo, para que Karim volviese a provocar un córner.

Una falta lanzada desde 30 metros y a la barrera por Di María (minuto 26( representaría la primera jugada atacante culminada por un equipo que no mutaba su horizontalidad combinativa en verticalidad. Sólo las imprecisiones españolas alimentaban su convicción. De hecho, de una de ellas nació el centro-chut de Mbappé. Como respuesta, el Madrid evidenciaría la ruptura del dibujo de Emery tras pérdida o si su presión no era del todo coordinada, Marcelo imaginó y ejecutó un pase parabólico, y desde la cueva, que dejó a Benzema en un mano a mano angulado que solventó Areola (el mejor de su vestuario). Carvajal finalizaría la superioridad madrileña en chuts con una volea sin la dirección justa.

Pero antes y después del intermedio desataría algo más sus exigencias tácticas el preparador vasco. La prioridad de no recibir un gol a domicilio que sentenciara su anhelo encontró en ese intervalo una ventana para arriesgar. En consecuencia, el PSG amortizaría el cansancio mental de un gigante esforzado sólo en defender e inquietaría a Navas, por vez primera, con seriedad. En el 42, Verratti ganó un balón dividido (parámetro en el que gobernó el Madrid) y abrió para que Di María centrara con veneno. Keylor se anticiparía Cavani; en el 43, Asensió no cumplió en su cobertura, Alves se disparó y filtró hacia el desmarque y chut de Mbappè que Navas diluyó; y en el 47, en la reanudación, Motta mandó a las nubes un rechace.

Había vuelto al césped el conjunto francés con más intensidad y vehemencia. Se jugaba en la frontal del área española. Éste se asemejaba al momento estudiado por los locales para entrar en ebullición y tratar de sacar de eje a la entidad visitante. Pero lo que acontecería sería que los ultras parisinos pararían el ritmo al encender bengalas en su fondo. Acto seguido, la pegada merengue recalcaría su renacido magnetismo, Asensio recibió en la izquierda, con Benzema como aliado, y puso un pase genial vertical que fijó a Lucas Vázquez sobre la línea de fondo. El gallego lanzaría un centro hacia el segundo poste que Ronaldo embocó a las mallas en el minuto 50.

La diana del luso atragantó lo pretendido por los locales. Antes ya habían concedido un testarazo del Balón de Oro que lamió la madera y les costó salir del 'shock' ante la multiplicación de la montaña a escalar. A partir de ese punto de inflexión se desplegaría un ajedrez en el que los de Chamartín querrían más posesión para redondear la maniobra de anestesia, sin descartar, ni mucho menos, horadar a la contra a una táctica cada vez más abrasada. Verratti retrataría la fragilidad mental de su escuadrón ganándose la roja (segunda amarilla, por protestar). Con espacios, no perdonarían los que gestionaban el 0-1 con placidez.

Emery se la jugó, como no podía ser de otro modo, y sentó a Motta para incluir a Pastore. Se quedó sin mediocentros defensivos y cosechó el empate al engatillar a la red Cavani un balón suelto, a la salida de un saque de esquina embarullado. Ese tanto y otro centro punzante de Yuri que Navas atajó asomaban como el abrazo a la épica por parte del PSG. Nada más lejos. El desenlace conllevaría un dulce decantar para un Madrid que chutaría dos veces al poste (una de Asensio y otra de Lucas Vázquez). Y en el 80, Casemiro daría carpetazo a la primera victoria de su equipo en el feudo parisino. Lo hizo con un derechazo que se coló, manso, en la meta de Areola tras tocar en Marquinhos.

El portero local reforzaría su condición de líder en el rendimiento de su trinchera, abortando intentos de Ronaldo, Benzema, Lucas Vázquez y Bale. Kroos, el galés e Isco darían descanso a Kovacic, Benzema y a Asensio al tiempo que Draxler y Lass también comparecerían en la debacle gala. Mbappé, sustituido, pasó indavertido por mor de la solidaridad en fase defensiva de los merengues. 

En definitiva, pesó más la ausencia de Neymar que la de Modric y la puesta en práctica más comprometida de una plantilla bajo sospecha amaneció el día en que debía hacerlo. Ya en la siguiente fase, cuesta localizar el techo del Real Madrid irregular pero imperial cuando riman concentración, trabajo y calidad. La tarjeta de tiros lo refrenda: cedieron ocho remates (dos a puerta) y emitieron 21 intentos (seis entre palos).