Julio Candela
PSG y Real Madrid desarrollaron este martes una pugna con
sabor a vértigo. Los primeros interpretarían una eliminación prematura, en los
octavos de final de la Liga de Campeones, como un fracaso absoluto después de
la inversión realizada, sobre todo este verano; y los segundos no querían
conocer cómo resulta de erosivo transitar hasta junio sin más ambición que
cerrar una plaza entre los cuatro primeros de la Liga. Después de haber
concatenado dos Copas de Europa, un torneo liguero y las Supercopas (de España y de Europa) y los
Mundiales de Clubes correspondientes. Por tanto, la presión que afligía al
aspirante a aristócrata y al vigente campeón era notable y se dejó sentir en la
apertura de este tenso segundo capítulo del cruce.
El bloque en ventaja empezaría alternando presiones elevadas
con achiques intensos en cancha propia e iría virando, al comprobar que la
salida de los parisinos no fue tan fulgurante como se esperaba, hacia el modelo
de la espera contemplativa, pero concentrada, y la pesca de una transición
provechosa. Sin riesgos. Las ayudas de la delantera a Kovacic y Casemiro (doble
pivote del 4-4-2) y las de Asensio y Lucas Vázquez a Marcelo y Carvajal
taponaron los intentos de jugar entre líneas o de ganar superioridades en banda
del sistema local. Le exigían los visitantes velocidad combinativa a los
representantes de la Ciudad de la Luz, que no detectaban las rutas de acceso al
meta 'tico'. No obstante, el fluctuar de Di María y Mbappé hacia el interior,
en la zona de la mediapunta, no alcanzaría a herir la cohesión lineal bien
implementada por el defensor del título.
No obstante, la jurisdicción del peligro, de la escueta
producción de llegadas, pertenecería al vuelo madridista. Areola sería el
primero en estrenar los guantes. Lo hizo en el minuto 10, al atrapar un centro
de Asensio que desvió Dani Alves. Y el que fuera guardamenta del Villarreal
vería cómo un envío en profundidad del balear sería culminado por Benzema con
un zurdazo que se fue a córner. Éste era el primer aviso del poder del
contragolpe visitante -minuto 16-. Ramos remataría el saque de esquina
consiguiente para que Areola salvara a los suyos, en la oportunidad más nítida
del atenazado primer acto. Lucas Vázquez conduciría otro relámpago, en pared
con Ronaldo, para que Karim volviese a provocar un córner.
Una falta lanzada desde 30 metros y a la barrera por Di
María (minuto 26( representaría la primera jugada atacante culminada por un
equipo que no mutaba su horizontalidad combinativa en verticalidad. Sólo las
imprecisiones españolas alimentaban su convicción. De hecho, de una de ellas
nació el centro-chut de Mbappé. Como respuesta, el Madrid
evidenciaría la ruptura del dibujo de Emery tras pérdida o si su presión no era
del todo coordinada, Marcelo imaginó y ejecutó un pase parabólico, y desde la
cueva, que dejó a Benzema en un mano a mano angulado que solventó Areola (el
mejor de su vestuario). Carvajal finalizaría la superioridad madrileña en chuts
con una volea sin la dirección justa.
Pero antes y después del intermedio desataría algo más sus
exigencias tácticas el preparador vasco. La prioridad de no recibir un gol a
domicilio que sentenciara su anhelo encontró en ese intervalo una ventana para
arriesgar. En consecuencia, el PSG amortizaría el cansancio mental de un
gigante esforzado sólo en defender e inquietaría a Navas, por vez primera, con
seriedad. En el 42, Verratti ganó un balón dividido (parámetro en el que
gobernó el Madrid) y abrió para que Di María centrara con veneno. Keylor se
anticiparía Cavani; en el 43, Asensió no cumplió en su cobertura, Alves se
disparó y filtró hacia el desmarque y chut de Mbappè que Navas diluyó; y en el
47, en la reanudación, Motta mandó a las nubes un rechace.
Había vuelto al césped el conjunto francés con más
intensidad y vehemencia. Se jugaba en la frontal del área española. Éste se
asemejaba al momento estudiado por los locales para entrar en ebullición y
tratar de sacar de eje a la entidad visitante. Pero lo que acontecería sería
que los ultras parisinos pararían el ritmo al encender bengalas en su fondo. Acto seguido, la pegada merengue recalcaría su renacido magnetismo, Asensio
recibió en la izquierda, con Benzema como aliado, y puso un pase genial vertical que
fijó a Lucas Vázquez sobre la línea de fondo. El gallego lanzaría un centro
hacia el segundo poste que Ronaldo embocó a las mallas en el minuto 50.
La diana del luso atragantó lo pretendido por los locales.
Antes ya habían concedido un testarazo del Balón de Oro que lamió la madera y
les costó salir del 'shock' ante la multiplicación de la montaña a escalar. A
partir de ese punto de inflexión se desplegaría un ajedrez en el que los de
Chamartín querrían más posesión para redondear la maniobra de anestesia, sin
descartar, ni mucho menos, horadar a la contra a una táctica cada vez más
abrasada. Verratti retrataría la fragilidad mental de su escuadrón ganándose la
roja (segunda amarilla, por protestar). Con espacios, no perdonarían los que
gestionaban el 0-1 con placidez.
Emery se la jugó, como no podía ser de otro modo, y sentó a
Motta para incluir a Pastore. Se quedó sin mediocentros defensivos y cosechó el
empate al engatillar a la red Cavani un balón suelto, a la salida de un saque
de esquina embarullado. Ese tanto y otro centro punzante de Yuri
que Navas atajó asomaban como el abrazo a la épica por parte del PSG. Nada más
lejos. El desenlace conllevaría un dulce decantar para un Madrid que chutaría dos
veces al poste (una de Asensio y otra de Lucas Vázquez). Y en el 80, Casemiro
daría carpetazo a la primera victoria de su equipo en el feudo parisino. Lo
hizo con un derechazo que se coló, manso, en la meta de Areola tras tocar en
Marquinhos.
El portero local reforzaría su condición de líder en el
rendimiento de su trinchera, abortando intentos de Ronaldo, Benzema, Lucas
Vázquez y Bale. Kroos, el galés e Isco darían descanso a Kovacic, Benzema y a
Asensio al tiempo que Draxler y Lass también comparecerían en la debacle gala.
Mbappé, sustituido, pasó indavertido por mor de la solidaridad en fase
defensiva de los merengues.
En definitiva, pesó más la ausencia de Neymar que
la de Modric y la puesta en práctica más comprometida de una plantilla bajo
sospecha amaneció el día en que debía hacerlo. Ya en la siguiente fase, cuesta
localizar el techo del Real Madrid irregular pero imperial cuando riman
concentración, trabajo y calidad. La tarjeta de tiros lo refrenda: cedieron
ocho remates (dos a puerta) y emitieron 21 intentos (seis entre palos).