Aránzazu Gálvez
No corren buenos tiempos en lo que la relación entre
seguridad y fútbol se refiere. El recuerdo de la actuación de los hooligans en
la pasada Eurocopa francesa, los incidentes protagonizados por varios grupos
ultras dentro del balompié español, la lamentable muerte del ertzaina que
trabajaba para bloquear el enfrentamiento entre radicales del Athletic y del
Spartak de Moscú y el trato de favor que el PSG ha dado a la rama más violenta
de su afición confeccionan un panorama tenebroso. Y más si se atisba que el
Mundial 2018 se desarrollará en Rusia.
Pues bien, este sábado el rotativo galo L'Équipe ha
publicado una información que todavía embarra aún más la permisividad que el
club parisino habría tenido con sus ultras en el marco de la vuelta de los
octavos de final de la Liga de Campeones ante el Real Madrid, Y es que, además
de lo investigado por la UEFA en el expediente abierto (se está escudriñando el
control de acceso a los asientos por el escándalo explícitado por las bengalas
que fueron encendidas durante el partido), se ha filtrado un informe todavía
más inquietante que la laxitud en la seguridad del Parque de los Príncipes.
Según la prestigiosa publicación francesa, la directiva
catarí del PSG habría entendido como lógico que la Policía no escoltara al
autobús del Real Madrid de camino al recinto donde se iba a disputar el choque.
Todo dentro de hacer hostil el trámite a Ronaldo, Benzema y compañia. Como ha
hicieron al lograr que hubiera un lapso nocturno en el que sus ultras pudieron
atronar el sueño de los futbolistas merengues. El hecho es que el club pidió a
las autoridades de la capital gala que no brindaran escolta policial al bus
español en el camino desde el hotel hasta el estadio.
La narración cuenta que el PSG trasladó esa petición formal
a la sede de la Policía en París durante el mismo día del partido, el martes
pasado. El trayecto entre el distrito 8 y el coliseo habría de ser sin medidas
de seguridad. Una imprudencia proverbial que fue solicitada por mor de incomodar
al máximo al rival deportivo. Las autoridades, como no puede ser de otro modo,
se negaron de forma tajante. Hay un protocolo establecido legalmente y ni los
petrodólares pudieron con su cumplimiento en territorio francés. Sin duda, este
apartado bien puede ser añadido al expediente que prepara la UEFA.
Pero, sin salir de Francia, este sábado se vivió otro escena
lamentable. El Lille, ese club de nuevo propietario que echó a Bielsa por
saltarse las normas del internas -con motivo de viajar a Chile para despedirse
de uno de sus mejores amigos-, viaja confirmado en posiciones de descenso en la
Ligue 1. Lo que parecía un proyecto con tintes continentales al comienzo del
curso se ha tornado en una pesadilla. Y su facción más radical de la hinchada,
ubicada en el fondo norte del estadio Pierre-Mauroy, no se contuvo tras el
empate a uno registrado ante el Montpellier.
Las imágenes resultan un tanto inquietantes. Decenas de
ultras saltaron las vallas de seguridad y se adentraron en el verde en cuanto
que el árbitro pitó el final del enésimo empate casero. Desde el fondo norte
descendieron exaltados que lanzaron objetos, amenazaron e insultaron a sus
propios futbolistas. De hecho, alguno de los profesionales llegó a ser
zarandeado en la escaramuza colectiva. Las fuerzas de control se vieron
obligadas a conformar un cordón policial que garantizara la salida a vestuarios
sin más ataques a los deportistas.
Y al otro lado del Canal de la Mancha también se degustó el
amargor del hoolinganismo. Londres acogió el el 0-3 que asestó el Burnley al
West Ham en el Estadio Olímpico, Ese recinto ejercería como marco de otra
escena dantesca. El club se encuentra tres puntos por encima del descenso y sus
ultras se erigieron en protagonistas del día.
Primero, justo después del 0-1 anotado por Ashley Barnes
-minuto 66- saltó al campo un personaje que entró en batalla con el capitán del
equipo local. Mark Noble, icono de los 'Hammers' terminó por echar al
desubicado a golpes. En segundo lugar, tras el 0-2, obra de Chris Wood, otro
tipo saltó a la hierba, sacó un banderín de córner y corrió hasta el centro del
campo, donde clavó el mencionado palo. Y tras el tercer tanto visitante
(doblete de Wood) varios ultras más entraron en la cancha y corretearon antes
de ser placados, completando un rocambolesco retrato del presente futbolístico
en el Viejo Continente.