Carlos de Blas
Había disparado el Barcelona su rendimiento hasta bordear el
récord de partidos encadenados sin conocer la derrota, en propiedad del
Nottingham Forest. Sin embargo, el gol de Ronaldo que evocó el silencio en el
Camp Nou, el pasado fin de semana, frenó la inercia en 39 duelos invicto
consecutivos y, para desgracia culé, no resultó la afrenta más que la
confirmación del síntoma. Una semana antes vio el líder cómo el Villarreal le
remontaba un 0-2 a pesar de la polémica actuación arbitral que enervó
sobremanera a Marcelino, el técnico asturiano del conjunto castellonense. La
fresca derrota en Anoeta que consumó la apnea de rendimiento -un punto de los
últimos nueve en liza- subrayó el punto de cocción que atraviesa la plantilla
blaugrana a estas alturas de calendario. Con el billete para las semifinales de
la Liga de Campeones adquiriendo un aliño épico, el cansancio y la relajación
en fase defensiva de buena parte del tercio ofensivo catalán ha confluido para
dibujar una tesitura indigesta para los pupilos de Luis Enrique, pero deliciosa
para los perseguidores capitalinos, que han amortizado el descenso de vatios
del coloso barcelonés para ajustar la distancia con la cima liguera a tres y
cuatro puntos -gol average mediante-, respectivamente, con seis partidos por
disputar. Es decir, 18 puntos.
Nunca había padecido el Lucho un intervalo de tres partidos
sin ganar desde que tomó las riendas del Barça. No obstante, para detectar un
paréntesis semejante en el seno del exponente de la Ciudad Condal hay que
remontarse a la infructuosa aventura del Tata Martino. En aquella temporada, de
descalabro de compromiso, los candidatos a todo no superaron las tablas en las
tres últimas jornadas, contemplando cómo el Atlético sacó cosecha del 1-1
postrero para arrancarle el título de las manos en casa. Para más inri. Como
entonces, Leo Messi, elemento gravitacional, esbozó un halo de autocomplacencia
que olvidó el rigor en la presión y pasó de achicar espacios con frugalidad a
caminar, contaminando al resto del esquema. La Pulga ha abrazado dicha actitud,
junto a Neymar, en las últimas fechas, quién sabe si para volver a tomar
impulso cuando más urja. Pero, en reflejo de 2014, la falta de fuelle de un
vestuario que adolece de fondo de armario de garantías –Busquets, pieza
angular, no posee un recambio que le otorgue respiro, con Mascherano obligado a
competir como central- termina por desnudar la endeblez táctica tras cada
pérdida propia y contragolpe rival. Por esta vía sucumbió la obra del Tata y
por el mismo cauce ha dilapidado esta edición azulgrana buena parte de su
renta.
Munir, Aleix Vidal, Sergi Roberto, Vermaelen, Mathieu o Arda
Turan –que sigue jugando más lento de lo que debiera, fuera de afinación con
respecto a la orquesta general- no han aportado lo necesario para que las
sustituciones alcen la energía competitiva del grupo y la decisiva pegada del
tridente también se ha visto nublada, excepción hecha del imperecedero
hambriento Suárez (26 goles). Así, pareciera que, salvo Iniesta, el punta
charrúa y Piqué, el Barcelona haya empezado a experimentar el peso de la
acumulación de citas y la abrasión de la exigencia de excelencia continuada. En
el peor momento posible. Con la circulación de pelota más lenta y horizontal de
lo que deseara el técnico asturiano, el púgil de turno, tenga mucho o poco que
jugarse en este tramo final de ejercicio, complica a los culés si efectúa un
número de repliegue intensivo y salida. Han emergido las costuras sistémicas
del vigente campeón y de los ajustes técnicos y el despertar de la intensidad
de los artistas en plantilla dependerá la resistencia en la gestión de la
ventaja catalana. De momento, el primer y trascendental escrutinio acontecerá
en el ardiente Vicente Calderón. El próximo miércoles. La fiscalización del
compromiso y la pulsión competitiva en grado sumo.
En la ribera del Manzanares se atrinchera, precisamente, el
ingrediente picante de la fórmula que ha refrescado el interés de la lucha por
el título del campeonato doméstico. El proyecto de Simeone, que ha navegado
sobre la marejada de la redefinición de la identidad propia, superó la
indecisión del ecuador de curso para trazar un repunte de rendimiento en las
jornadas actuales y reengancharse, como si de un motor diesel se tratara, a su
firme ritmo, sin exuberancias, al rebufo del líder. Descolló en el Bernabéu
para volver a arrodillar a su enemigo íntimo y, desde entonces, el granítico
equipo diseñado por el Cholo ha lucido más colorido en su paleta al tiempo que
solidificaba el estatus de mejor defensa del Viejo Continente -Oblak, digno
relevo de Courtois, sólo ha recogido el esférico de sus redes en 16 ocasiones,
lo que constituye 11 y 13 dianas menos que sus ilustres oponentes-. Arriba a
este punto la entidad rojiblanca con sólo cinco puntos cedidos en los últimos
diez encuentros ligueros desde que claudicara, con dos jugadores menos, en el
recinto blaugrana (2-1). El recorrido manifiesta ocho victorias (cinco de ellas
habiendo acertado entre palos tres o más veces), un empate ante el escurridizo
Villarreal (0-0) y la derrota en el Molinón (2-1), influenciada por la resaca
de la agonía continental (el resbalón aconteció días después de desembarazarse
del PSV en los penaltis).
El caso es que, recién comenzado abril, el segundo
clasificado susurra el acondicionamiento de las características de la plantilla
consiguiente al pasado mercado estival con la filosofía de juego. De este modo,
el incremento de la calidad y la cesión de músculo planteó un desafío a la
dupla Simeone-Burgos que ha conducido a su sistema hacia la inclusión de la
pelota como herramienta protagónica, y no accesoria, en amplias fases de sus
partidos. Vietto y Correa, todavía por explotar, han ejercido como
intermitentes complementos al tiempo que Fernando Torres efectuaba un respingo
goleador, Griezmann -siete jornadas seguidas haciendo diana, a un partido de
igualar el récord de Diego Forlán y Pruden Sánchez, para un total de 20 goles-
se mantenía como referencia anotadora y Carrasco ganaba legitimidad como arma
de desborde. El advenimiento de Augusto y el camaleónico acomodo de Koke y Saúl
ha encontrado la estabilidad en los presupuestos dominantes colchoneros para
edificar un muro en el repliegue y engrasar la fluidez creativa cuando toca. La
pelota circula más por el verde que en vuelo y, amén del agradecimiento de la
tribuna, confirma el enriquecimiento de la propuesta. Incluso el hiératico
mantra ya ha virado hacia un discurso más ambicioso, que reconoce la batalla
por la gloria cercana como un objetivo asimilable al presentismo. A pesar de no
depender de sí mismo, el Atlético goza de la mejor puesta a punto anatómica, un
elemento que, conducido bajo el paradigma de juego indio, puede resultar
determinante en este último esfuerzo que afrontan. El calendario, con cuatro
duelos de seis en casa, efectúa un guiño para que el gris y responsable trabajo
de laboratorio diario, sin altavoces y como complacido tapado, vuelva a
coquetear con el paroxismo.
Tercero navega un Real Madrid de contrastado carácter
bipolar. La imposibilidad de sanar los “vicios heredados” –denominación con que
el presidente del club retrató la indolencia de buena parte del vestuario para
con las labores defensivas- que abortó el mando de Rafael Benítez de panera
precoz ha proseguido la sangría merengue lejos de Chamartín, también con
Zinedine Zidane al frente. La erosiva decrepitud más reciente, la experimentada
en el baile con el Wolfsburgo, refuerza el vaivén perpetuo con el que, sin
embargo, el club capitalino ha subsistido para afrontar la recta final del
curso con opciones de doblete, por remotas que éstas parecieran hace diez días,
cuando la brecha con el Barça superaba la decena de puntos. La goleada asestada
al Eibar este sábado no hace sino profundizar en la doble cara de compromiso y
pericia de un sistema que ganó consistencia tras la inclusión fija de Casemiro
como ancla. El sacrificio de los mártires desenfocados James y Isco deshizo el
desafío a los fundamentos del balompié que venía poniendo en práctica y
retratando a los madridistas desde el desembarco de Ancelotti. La negación del
equilibrio como raíz nuclear de la construcción de un equipo costó el liderato
y la paciencia al conjunto de Concha Espina pero, como en tantos otros
parámetros psicológicos que yacen sobre una incertidumbre latente, todavía está
por testar si los ajustes han llegado a tiempo y han calado en el devenir del
vestuario.
El chispazo acontecido en la victoria granjeada en el
combate frente al Barça no encontró ligazón de coherencia en la consiguiente
cita europea, de amargo sabor, por lo que, una vez más, lo que pareciera una
catarsis quedó matizada con rotundidad cuando se exigía regularidad y
profesionalidad. El sentido de lo colectivo, de la solidaridad de esfuerzos, no
acaba de florecer como norma entre los miembros de la plantilla y la estructura
ha adherido el sufrimiento sistémico a su funcionamiento. Le cuesta mucho recupera
la pelota y, con ello, mantener el ritmo anhelado a los pupilos de Zidane si la
atención en las ayudas y la táctica no permanece regular en las voluntades de
los artistas. Hecho, este, que redunda en el perfil contragolpeador de la
nómina de jugadores que acuden a Valdebebas. Ronaldo (30 goles) y Bale se
alimentan al espacio y padecen en estático, a pesar del crecimiento del galés.
Benzema, lesionado de nuevo, se antoja elemental para que el juego entre líneas
favorezca la gestación de llegadas y remates de forma sostenida. Marcelo vuelve
a asumir la salida de pelota y el desequilibrio ahora que el fuelle de Modric
rezuma sequía. Kroos, transparente en defensa, cede protagonismo al frenesí de
Jesé y Lucas Vázquez en una relación de equilibrios que sólo justifica el
dispendio económico si la intensidad de todas las piezas revierte en la
cohesión coral. Es por ello, por la dificultad para descollar en ambas fases
del juego –desafío verdadero el planteado por el encierro y salida del púgil
alemán que constriñó al gigante a la épica de la remontada- que propios y
extraños se sorprenden de descubrirse con opciones en Liga. Zidane, Ramos y
otros miembros de la delegación merengue sentenciaron sus posibilidades hace
semanas. Pero podría caber espacio para suturar las oquedades y honrar, además
de abrazar cuando toca, al espíritu de Juanito.
Así, la Liga española distribuye efervescencia en cada tramo
de su clasificación para las últimas seis jornadas. La lucha por la
superviviencia, por alcanzar los escaños con acceso a participación en
competiciones continentales y la relativa a hacer cima en el balompié nacional
toma altura a seis partidos del ocaso. La señal dialéctica inherente a la
tensión por la situación presente, pimienta sobrevenida, tomó cuerpo por la vía
de cruce de punzadas virtuales. El sábado de saeta para Madrid y Atlético y Via
Crucis culé tuvo reflejo en las redes sociales por parte de sus enconados
portavoces. "La verdad duele. Gran película! Will Smith es uno de los
mejores actores de todos los tiempos", publicó Gerard Piqué tras el
sonrojo madridista en Alemania. Minutos después del fiasco catalán en San
Sebastían, Arbeloa devolvía el gancho por el mismo cauce, Twitter. “¡Qué
difícil es ganar contra once! ¡Partidazo de Illarramendi y enorme Granero,
promesa cumplida! ;) ¡Enhorabuena Pirata!", proclamaba el lateral
merengue, en clara referencia a la polémica victoria del Barça ante el Atlético
en Liga de Campeones. La temperatura en este arreón final ya ha ascendido y
esto es lo que aguarda a los tres gallos en disputa, con horizonte más
despejado para los dos primeros.