lunes, 11 de abril de 2016

NUEVO PANORAMA MERCED AL APAGÓN CULÉ

Carlos de Blas

Había disparado el Barcelona su rendimiento hasta bordear el récord de partidos encadenados sin conocer la derrota, en propiedad del Nottingham Forest. Sin embargo, el gol de Ronaldo que evocó el silencio en el Camp Nou, el pasado fin de semana, frenó la inercia en 39 duelos invicto consecutivos y, para desgracia culé, no resultó la afrenta más que la confirmación del síntoma. Una semana antes vio el líder cómo el Villarreal le remontaba un 0-2 a pesar de la polémica actuación arbitral que enervó sobremanera a Marcelino, el técnico asturiano del conjunto castellonense. La fresca derrota en Anoeta que consumó la apnea de rendimiento -un punto de los últimos nueve en liza- subrayó el punto de cocción que atraviesa la plantilla blaugrana a estas alturas de calendario. Con el billete para las semifinales de la Liga de Campeones adquiriendo un aliño épico, el cansancio y la relajación en fase defensiva de buena parte del tercio ofensivo catalán ha confluido para dibujar una tesitura indigesta para los pupilos de Luis Enrique, pero deliciosa para los perseguidores capitalinos, que han amortizado el descenso de vatios del coloso barcelonés para ajustar la distancia con la cima liguera a tres y cuatro puntos -gol average mediante-, respectivamente, con seis partidos por disputar. Es decir, 18 puntos.

Nunca había padecido el Lucho un intervalo de tres partidos sin ganar desde que tomó las riendas del Barça. No obstante, para detectar un paréntesis semejante en el seno del exponente de la Ciudad Condal hay que remontarse a la infructuosa aventura del Tata Martino. En aquella temporada, de descalabro de compromiso, los candidatos a todo no superaron las tablas en las tres últimas jornadas, contemplando cómo el Atlético sacó cosecha del 1-1 postrero para arrancarle el título de las manos en casa. Para más inri. Como entonces, Leo Messi, elemento gravitacional, esbozó un halo de autocomplacencia que olvidó el rigor en la presión y pasó de achicar espacios con frugalidad a caminar, contaminando al resto del esquema. La Pulga ha abrazado dicha actitud, junto a Neymar, en las últimas fechas, quién sabe si para volver a tomar impulso cuando más urja. Pero, en reflejo de 2014, la falta de fuelle de un vestuario que adolece de fondo de armario de garantías –Busquets, pieza angular, no posee un recambio que le otorgue respiro, con Mascherano obligado a competir como central- termina por desnudar la endeblez táctica tras cada pérdida propia y contragolpe rival. Por esta vía sucumbió la obra del Tata y por el mismo cauce ha dilapidado esta edición azulgrana buena parte de su renta.

Munir, Aleix Vidal, Sergi Roberto, Vermaelen, Mathieu o Arda Turan –que sigue jugando más lento de lo que debiera, fuera de afinación con respecto a la orquesta general- no han aportado lo necesario para que las sustituciones alcen la energía competitiva del grupo y la decisiva pegada del tridente también se ha visto nublada, excepción hecha del imperecedero hambriento Suárez (26 goles). Así, pareciera que, salvo Iniesta, el punta charrúa y Piqué, el Barcelona haya empezado a experimentar el peso de la acumulación de citas y la abrasión de la exigencia de excelencia continuada. En el peor momento posible. Con la circulación de pelota más lenta y horizontal de lo que deseara el técnico asturiano, el púgil de turno, tenga mucho o poco que jugarse en este tramo final de ejercicio, complica a los culés si efectúa un número de repliegue intensivo y salida. Han emergido las costuras sistémicas del vigente campeón y de los ajustes técnicos y el despertar de la intensidad de los artistas en plantilla dependerá la resistencia en la gestión de la ventaja catalana. De momento, el primer y trascendental escrutinio acontecerá en el ardiente Vicente Calderón. El próximo miércoles. La fiscalización del compromiso y la pulsión competitiva en grado sumo. 

En la ribera del Manzanares se atrinchera, precisamente, el ingrediente picante de la fórmula que ha refrescado el interés de la lucha por el título del campeonato doméstico. El proyecto de Simeone, que ha navegado sobre la marejada de la redefinición de la identidad propia, superó la indecisión del ecuador de curso para trazar un repunte de rendimiento en las jornadas actuales y reengancharse, como si de un motor diesel se tratara, a su firme ritmo, sin exuberancias, al rebufo del líder. Descolló en el Bernabéu para volver a arrodillar a su enemigo íntimo y, desde entonces, el granítico equipo diseñado por el Cholo ha lucido más colorido en su paleta al tiempo que solidificaba el estatus de mejor defensa del Viejo Continente -Oblak, digno relevo de Courtois, sólo ha recogido el esférico de sus redes en 16 ocasiones, lo que constituye 11 y 13 dianas menos que sus ilustres oponentes-. Arriba a este punto la entidad rojiblanca con sólo cinco puntos cedidos en los últimos diez encuentros ligueros desde que claudicara, con dos jugadores menos, en el recinto blaugrana (2-1). El recorrido manifiesta ocho victorias (cinco de ellas habiendo acertado entre palos tres o más veces), un empate ante el escurridizo Villarreal (0-0) y la derrota en el Molinón (2-1), influenciada por la resaca de la agonía continental (el resbalón aconteció días después de desembarazarse del PSV en los penaltis).

El caso es que, recién comenzado abril, el segundo clasificado susurra el acondicionamiento de las características de la plantilla consiguiente al pasado mercado estival con la filosofía de juego. De este modo, el incremento de la calidad y la cesión de músculo planteó un desafío a la dupla Simeone-Burgos que ha conducido a su sistema hacia la inclusión de la pelota como herramienta protagónica, y no accesoria, en amplias fases de sus partidos. Vietto y Correa, todavía por explotar, han ejercido como intermitentes complementos al tiempo que Fernando Torres efectuaba un respingo goleador, Griezmann -siete jornadas seguidas haciendo diana, a un partido de igualar el récord de Diego Forlán y Pruden Sánchez, para un total de 20 goles- se mantenía como referencia anotadora y Carrasco ganaba legitimidad como arma de desborde. El advenimiento de Augusto y el camaleónico acomodo de Koke y Saúl ha encontrado la estabilidad en los presupuestos dominantes colchoneros para edificar un muro en el repliegue y engrasar la fluidez creativa cuando toca. La pelota circula más por el verde que en vuelo y, amén del agradecimiento de la tribuna, confirma el enriquecimiento de la propuesta. Incluso el hiératico mantra ya ha virado hacia un discurso más ambicioso, que reconoce la batalla por la gloria cercana como un objetivo asimilable al presentismo. A pesar de no depender de sí mismo, el Atlético goza de la mejor puesta a punto anatómica, un elemento que, conducido bajo el paradigma de juego indio, puede resultar determinante en este último esfuerzo que afrontan. El calendario, con cuatro duelos de seis en casa, efectúa un guiño para que el gris y responsable trabajo de laboratorio diario, sin altavoces y como complacido tapado, vuelva a coquetear con el paroxismo.

Tercero navega un Real Madrid de contrastado carácter bipolar. La imposibilidad de sanar los “vicios heredados” –denominación con que el presidente del club retrató la indolencia de buena parte del vestuario para con las labores defensivas- que abortó el mando de Rafael Benítez de panera precoz ha proseguido la sangría merengue lejos de Chamartín, también con Zinedine Zidane al frente. La erosiva decrepitud más reciente, la experimentada en el baile con el Wolfsburgo, refuerza el vaivén perpetuo con el que, sin embargo, el club capitalino ha subsistido para afrontar la recta final del curso con opciones de doblete, por remotas que éstas parecieran hace diez días, cuando la brecha con el Barça superaba la decena de puntos. La goleada asestada al Eibar este sábado no hace sino profundizar en la doble cara de compromiso y pericia de un sistema que ganó consistencia tras la inclusión fija de Casemiro como ancla. El sacrificio de los mártires desenfocados James y Isco deshizo el desafío a los fundamentos del balompié que venía poniendo en práctica y retratando a los madridistas desde el desembarco de Ancelotti. La negación del equilibrio como raíz nuclear de la construcción de un equipo costó el liderato y la paciencia al conjunto de Concha Espina pero, como en tantos otros parámetros psicológicos que yacen sobre una incertidumbre latente, todavía está por testar si los ajustes han llegado a tiempo y han calado en el devenir del vestuario.

El chispazo acontecido en la victoria granjeada en el combate frente al Barça no encontró ligazón de coherencia en la consiguiente cita europea, de amargo sabor, por lo que, una vez más, lo que pareciera una catarsis quedó matizada con rotundidad cuando se exigía regularidad y profesionalidad. El sentido de lo colectivo, de la solidaridad de esfuerzos, no acaba de florecer como norma entre los miembros de la plantilla y la estructura ha adherido el sufrimiento sistémico a su funcionamiento. Le cuesta mucho recupera la pelota y, con ello, mantener el ritmo anhelado a los pupilos de Zidane si la atención en las ayudas y la táctica no permanece regular en las voluntades de los artistas. Hecho, este, que redunda en el perfil contragolpeador de la nómina de jugadores que acuden a Valdebebas. Ronaldo (30 goles) y Bale se alimentan al espacio y padecen en estático, a pesar del crecimiento del galés. Benzema, lesionado de nuevo, se antoja elemental para que el juego entre líneas favorezca la gestación de llegadas y remates de forma sostenida. Marcelo vuelve a asumir la salida de pelota y el desequilibrio ahora que el fuelle de Modric rezuma sequía. Kroos, transparente en defensa, cede protagonismo al frenesí de Jesé y Lucas Vázquez en una relación de equilibrios que sólo justifica el dispendio económico si la intensidad de todas las piezas revierte en la cohesión coral. Es por ello, por la dificultad para descollar en ambas fases del juego –desafío verdadero el planteado por el encierro y salida del púgil alemán que constriñó al gigante a la épica de la remontada- que propios y extraños se sorprenden de descubrirse con opciones en Liga. Zidane, Ramos y otros miembros de la delegación merengue sentenciaron sus posibilidades hace semanas. Pero podría caber espacio para suturar las oquedades y honrar, además de abrazar cuando toca, al espíritu de Juanito.


Así, la Liga española distribuye efervescencia en cada tramo de su clasificación para las últimas seis jornadas. La lucha por la superviviencia, por alcanzar los escaños con acceso a participación en competiciones continentales y la relativa a hacer cima en el balompié nacional toma altura a seis partidos del ocaso. La señal dialéctica inherente a la tensión por la situación presente, pimienta sobrevenida, tomó cuerpo por la vía de cruce de punzadas virtuales. El sábado de saeta para Madrid y Atlético y Via Crucis culé tuvo reflejo en las redes sociales por parte de sus enconados portavoces. "La verdad duele. Gran película! Will Smith es uno de los mejores actores de todos los tiempos", publicó Gerard Piqué tras el sonrojo madridista en Alemania. Minutos después del fiasco catalán en San Sebastían, Arbeloa devolvía el gancho por el mismo cauce, Twitter. “¡Qué difícil es ganar contra once! ¡Partidazo de Illarramendi y enorme Granero, promesa cumplida! ;) ¡Enhorabuena Pirata!", proclamaba el lateral merengue, en clara referencia a la polémica victoria del Barça ante el Atlético en Liga de Campeones. La temperatura en este arreón final ya ha ascendido y esto es lo que aguarda a los tres gallos en disputa, con horizonte más despejado para los dos primeros.