El
efecto del Camp Nou solo duró cuatro días en una noche aciaga del equipo de
Zinedine Zidane que no demostró ni compromiso ni intensidad en la única
competición en la que le quedan posibilidades
Antonio Blanca
Perdió
el Real Madrid en Alemania todo el crédito que había ganado en el clásico del
sábado en el campo del eterno rival. Una derrota contra el Wolfsburgo alemán,
sin haber marcado un gol a domicilio y con la imagen de equipo deslavazado,
apático e inconsistente es un paso atrás importante. Lo de este Real Madrid no
tiene explicación. O sí.
Venía
de salir por la puerta grande en el Camp Nou, ganar con uno menos y arrollar en
los últimos veinte minutos al Barça. Aquí puede estar el problema y es justo
decir que lo avisó Zidane el día antes del encuentro: “En fútbol, si te relajas
lo pagas caro”. En las caras de los jugadores se vio falta de tensión desde el
túnel de vestuarios hasta en el himno de la Champions,
en el que Cristiano hizo carantoñas con la cámara. Mal síntoma. Eran mejor las
caras de concentración sumida en un respeto reverencial que tenían en los
minutos previos del partido ante el Barça. Ahí se vio el síntoma de un Madrid
dispuesto a morir por algo. En Wolfsburgo buscaron la fiesta o un partido
homenaje por ganar el clásico y se han dado un buen tortazo.
El
Madrid hizo un partido ramplón, muy malo. No sirve el consuelo del penalti
injusto señalado, que puso en ventaja a los alemanes, amén del dudoso gol anulado
a Ronaldo en los primeros minutos. Tras el 1-0 perdió el control del partido y
se abandonó. Cayó el 2-0 en una jugada horriblemente defendida (el peor partido
de Marcelo en años, Danilo firmó su venta anticipada con una actuación digna de
un jugador de Segunda B, y Ramos confirmó que este año está muy lejos del nivel
que le llevó a ser mejor central del mundo) y se esfumó cualquier plan de
ataque (Modric fue otro de los que se sumó a la fiesta de los brazos abajo con
un gatillazo sublime).
El
Real Madrid se perdió en las dudas y acumuló más problemas. Benzema tuvo que
salir del campo lesionado. Entró Jesé, que no mejoró nada y, a partir de este
momento, cada uno hizo la guerra por su cuenta. Hasta Cristiano Ronaldo
recriminó a sus compañeros que adelantaran las líneas. Los defectos del peor
Madrid.
Ahora
queda la vuelta en el Bernabéu para afrontar un partido que debía ser un
trámite y una fiesta como si fuera la gran final. Lo que era un día para
disfrutar se ha convertido en una angustia. Este Real Madrid retrocede. Es un
guantazo en toda regla y una bofetada para una afición que esta temporada está
harta de creer y descreer en el equipo. Queda el consuelo de que el equipo con
Zidane golea en el Bernabéu. El francés de nuevo con la espada de Damocles de
cara a la campaña venidera, caer contra un don nadie en Europa cuando se daban
por hecho las semifinales es un palo durísimo. Ahora toca invocar espíritus de
jugadores que sí dieron todo por esa camiseta, una falta de respeto a la
memoria del maravilloso Juan Gómez “Juanito”, que lo dejen en paz, que remonten
y honren ese nombre De la prepotencia de salir a jugar pensando que el
Wolsfburgo iba a hacerles el pasillo y dejarles golear, a la incredulidad,
indolencia y de nuevo interrogantes de un equipo atronadoramente irregular. Cierto
que el Bernabéu en Champions es
magia, pero no es menos cierto que la eliminatoria y la Undécima están muy lejos.