Julio Candela
La palabra imposible no tiene cabida en el diccionario de
Simeone ni en el de su ejército. Dijo en la previa que "las guerras no las
gana quien tiene los mejores soldados, sino el que mejor los utiliza". A
pesar de la baja de Godín, el Atético jugó con Luis Aragonés y la plantilla del
74 en el recuerdo y ganó 1-0 al Bayern, en el que Guardiola sorprendió dejando
en el banquillo a Ribery y a Muller. Los rojiblancos toman ventaja en la ida de
las semifinales de la Champions y están a un paso de disputar su tercera final
en la historia.
Dicen los tópicos del fútbol que los primeros 15 minutos de
los partidos son tan importantes para el devenir del partido que pueden llegar
a ser decisivos. Por eso Simeone y Guardiola dibujaron en la pizarra dos
sistemas distintos y una idea totalmente opuestas para jugar a lo que ellos
querían desde el minuto uno. Es en esos momentos cuando la calidad individual
de los jugadores tiene que romper todos los esquemas.
Apenas dos acercamientos sin peligro del Atleti cuando
apareció Saúl justo en la misma zona que ante el Barcelona, pero esta vez no
fue para centrar, sino para marcar un gol solo al alcance de los grandes
jugadores. Cogió el balón en el círculo central, aceleró a 30 metros de la portería,
dejó atrás a un Thiago, a Xabi Alonso y Bernat con un regate maravilloso, entró
en el área, encaró a Alaba y la colocó con suavidad exquisita junto al palo de
Neuer en el minuto 10 de partido. Golazo.
No se le podían poner mejor las cosas al equipo rojiblanco,
pero aún quedaban 170 minutos de eliminatoria. El Atlético presionaba al Bayern
para ahogar la salida del balón, pero los que se fueron quedando sin aire
fueron los jugadores de Simeone con el paso de los minutos y las carreras.
Entonces el Atlético replegó unos metros, era el momento de
tejer una tela de araña y desesperar al Bayern con Augusto, Gabi, Saúl y Koke
cerrando todos los carriles más Torres y Griezmann en su papel contragolpeador.
El Bayern no quería pérdidas por dentro y repetía una y otra vez jugadas con
Coman y Douglas Costa, pegados a la línea de cal.
El único que aparecía por dentro era Arturo Vidal, pero
apenas dispuso de dos disparos lejanos que ni siquiera estuvieron cerca de la
portería de Oblak, que todo el trabajo que tuvo lo solventó sin dudar. Ese paso
atrás del Atlético simplemente fue para coger más fuerza y después de varios
balones para la carrera de los delanteros, Neuer evitó que Griezmann anotara el
segundo en un mano a mano justo antes del descanso.
El campo pareció inclinarse en el inicio de la segunda mitad
y el Bayern se volcó sobre la meta de Oblak. Primero estuvo cerca del empate
con un cabezazo de Coman y después con una contra que finalizó Vidal y rebotó
contra el cuerpo de Augusto cuando iba dirección a la portería.
El equipo alemán presionaba muy arriba y no daba respiro al
Atlético. La ofensiva era total y Alaba se sacó un disparo lejano que repelió
la escuadra de Oblak cuando parecía el empate. Minutos después Javi Martínez la
tuvo de cabeza, pero atrapó el portero esloveno. Aún quedaba media hora y la
defensa rojiblanca achicaba aguas como no se vía obligada a hacer desde hace
tiempo.
El ejercicio de resistencia era titánico en el Atlético
mientras Neuer era un espectador más. Guardiola dio entrada al campo a Ribery y
a Muller ante un equipo mucho más cansado que al inicio mientras continuaban
las hostilidades alemanas sobre la meta de Oblak. Entonces el Atlético disfrutó
de la única contra de la segunda mitad. Griezmann corrió sin mirar atrás,
entregó para Torres y El Niño sentó a Alaba, pero el palo evitó el segundo tras
un remate de seda con el exterior del pie.
Quedaban 10 minutos para el final y el Bayern pasó por
momentos de duda. No sabía si ir en busca del empate o firmar el resultado para
la vuelta. El Atlético sacó la bandera blanca para firmar la paz y el Bayern
protagonizó los últimos fogonazos, pero el resultado de 1-0 no se movió. Renta
mínima para el Atlético, que acaricia la venganza ante el Bayern, pero como en
el 1974, los alemanes lucharán hasta el último minuto y Milán queda aún muy
lejos.