martes, 29 de noviembre de 2016

RESPIRAR

Aránzazu Gálvez

Tras perder goleado ante el Real Madrid, el Atlético de Madrid regresó a la senda de la victoria con dos triunfos en casa ante el PSV y fuera contra Osasuna. El equipo de Simeone se mostró más sólido en ambas citas, olvidando la endeblez defensiva del derbi madrileño. La explicación ha sido casi unánime: volver al doble pivote sin Koke, moviendo al '6' a una banda.

El cambio del entrenador argentino es, en resumen, una vuelta a los orígenes. Un Atlético bien formado en el centro del campo, priorizado el orden y con varias puntas de lanza rápidas en ataque para aprovechar las contras. No se esconde del balón, pero tampoco lo busca como imperativo para jugar. No le importa esperar atrás, haciendo tiempo hasta disponer de oportunidades con el desorden rival. Porque siempre llegan.

La version rojiblanca contra PSV y Osasuna fue superior a la mostrada en el Calderón ante el Real Madrid. No era difícil, pero sí evidenció un aumento de las prestaciones que se echaron en falta en el derbi: más intensidad, menos errores, más solidez en la media. Con Tiago en el centro del campo, la escuadra también ganó en confianza. No era poca cosa, y más después del severo golpe sufrido ante el eterno rival.

Hasta aquí todo correcto. Se trata de una serie de señales claras que se muestran al espectador en todo su esplendor tras 180 minutos de juego. Tiempo, por otra parte, en el que se ha visto que con el esquema de antes también comete errores.

La primera media hora en El Sadar dejó a un Osasuna bien plantado que llegó con frecuencia a los tres cuartos de campo. No lo hizo con su arrojo histórico, sino con un fútbol agradable a la vista, inteligente. Y el Atlético cedió metros. Lo pagó especialmente en la defensa, donde Giménez estuvo muy desacertado. Provocó el penalti, sufrió con Kenan Kodro en varios lances y su sobreexcitación fue motivo de preocupación para la zaga y el resto del plantel. Oblak, con su penalti parado, salvó a un equipo que después golpeó con el mazo de su pegada.

Ante estos hechos, queda la duda, una sospecha: ¿y si el bajón del Atlético no respondiese a esa confección más agresiva del centro del campo? En el fútbol caben otros factores, variables que complementan al esquema. Errores de concentración, el estado de forma de los jugadores, incluso la suerte.

El Atlético desplegó el mejor fútbol que se le recuerda hace tan solo algo más de mes y medio. Atacar con más hombres (con la mejor plantilla de su historia) le permitió ser líder, golear y divertir. Se desnudó más de lo normal, pero en el cómputo global salía ganando. En paralelo a esto, entra dentro de lo lógico un bajón.

La transformación de una escuadra que fundamentó sus éxitos en la defensa necesita tiempo. Simeone, que durante mucho tiempo fue tildado de inmovilista, se atrevió a evolucionar en su juego. El resultado, al igual que no se pudo ver en octubre, tampoco se puede comprobar en noviembre. Tanto para bien como para mal, falta tiempo para evaluar de manera correcta el paso dado por el técnico.


En todo caso, las derrotas ante Sevilla, Real Sociedad y Real Madrid vienen marcadas por varios hechos: el bajón de Saúl, el mal momento de la defensa, la falta de acierto de Antoine Griezmann...matices que, a pesar de quen o justifican los pinchazos, sí ayudan a explicar los malos resultados. La transición a un modelo mucho más ofensivo es determinante de cara a ciertos problemas, pero no es la única de las causas. Parece injusto atribuir a este cambio el mal devenir del Atlético en Liga. Parece necesario dar más tiempo y esperar a la hora de dictaminar juicios definitivos.