Aránzazu Gálvez
Tras perder goleado ante el Real Madrid, el Atlético de Madrid
regresó a la senda de la victoria con dos triunfos en casa ante el PSV y fuera
contra Osasuna. El equipo de Simeone se mostró más sólido en ambas citas,
olvidando la endeblez defensiva del derbi madrileño. La explicación ha sido
casi unánime: volver al doble pivote sin Koke, moviendo al '6' a una banda.
El cambio del entrenador argentino es, en resumen, una
vuelta a los orígenes. Un Atlético bien formado en el centro del campo,
priorizado el orden y con varias puntas de lanza rápidas en ataque para
aprovechar las contras. No se esconde del balón, pero tampoco lo busca como
imperativo para jugar. No le importa esperar atrás, haciendo tiempo hasta
disponer de oportunidades con el desorden rival. Porque siempre llegan.
La version rojiblanca contra PSV y Osasuna fue superior a la
mostrada en el Calderón ante el Real Madrid. No era difícil, pero sí evidenció
un aumento de las prestaciones que se echaron en falta en el derbi: más
intensidad, menos errores, más solidez en la media. Con Tiago en el centro del
campo, la escuadra también ganó en confianza. No era poca cosa, y más después
del severo golpe sufrido ante el eterno rival.
Hasta aquí todo correcto. Se trata de una serie de señales
claras que se muestran al espectador en todo su esplendor tras 180 minutos de
juego. Tiempo, por otra parte, en el que se ha visto que con el esquema de
antes también comete errores.
La primera media hora en El Sadar dejó a un Osasuna bien
plantado que llegó con frecuencia a los tres cuartos de campo. No lo hizo con
su arrojo histórico, sino con un fútbol agradable a la vista, inteligente. Y el
Atlético cedió metros. Lo pagó especialmente en la defensa, donde Giménez
estuvo muy desacertado. Provocó el penalti, sufrió con Kenan Kodro en varios
lances y su sobreexcitación fue motivo de preocupación para la zaga y el resto
del plantel. Oblak, con su penalti parado, salvó a un equipo que después golpeó
con el mazo de su pegada.
Ante estos hechos, queda la duda, una sospecha: ¿y si el
bajón del Atlético no respondiese a esa confección más agresiva del centro del
campo? En el fútbol caben otros factores, variables que complementan al
esquema. Errores de concentración, el estado de forma de los jugadores, incluso
la suerte.
El Atlético desplegó el mejor fútbol que se le recuerda hace
tan solo algo más de mes y medio. Atacar con más hombres (con la mejor
plantilla de su historia) le permitió ser líder, golear y divertir. Se desnudó
más de lo normal, pero en el cómputo global salía ganando. En paralelo a esto,
entra dentro de lo lógico un bajón.
La transformación de una escuadra que fundamentó sus éxitos
en la defensa necesita tiempo. Simeone, que durante mucho tiempo fue tildado de
inmovilista, se atrevió a evolucionar en su juego. El resultado, al igual que
no se pudo ver en octubre, tampoco se puede comprobar en noviembre. Tanto para bien
como para mal, falta tiempo para evaluar de manera correcta el paso dado por el
técnico.
En todo caso, las derrotas ante Sevilla, Real Sociedad y
Real Madrid vienen marcadas por varios hechos: el bajón de Saúl, el mal momento
de la defensa, la falta de acierto de Antoine Griezmann...matices que, a pesar
de quen o justifican los pinchazos, sí ayudan a explicar los malos resultados.
La transición a un modelo mucho más ofensivo es determinante de cara a ciertos
problemas, pero no es la única de las causas. Parece injusto atribuir a este
cambio el mal devenir del Atlético en Liga. Parece necesario dar más tiempo y
esperar a la hora de dictaminar juicios definitivos.