Carlos de Blas
Un 20 de mayo de 1998, un Real Madrid sediento de gloria
europea tras 32 años de sequía se medía a la todopoderosa Juventus de aquellos
días. El fuera de juego de Mijatovic entró directo a los anales de la historia
madridista. Ese tanto no sólo supuso la séptima corona europea, no. Un gigante
había sido despertado de su largo letargo.
Diecinueve años después, la providencia dispuso que ambos
conjuntos se volvieran a encontrar a las puertas de la gloria. Pero esta vez,
el gigante vestía de blanco (morado sobre el campo) y el aspirante hablaba
italiano. Pero si bien aquella vez el aspirante se impuso al favorito, este
sábado 3 de junio el Real Madrid no dejó espacio para la duda.
Bajo techo en Cardiff, como ocurriera en Amsterdam, el Real
Madrid levantó su duodécima Liga de Campeones. Abrió el marcador Ronaldo,
igualó Mandzukic con un golazo en la primera mitad y de nuevo el astro
portugués, sumándose al trallazo de Casemiro, junto a la guinda en el descuento
de Asensio, pusieron el 1-4 que quedará sellado en los anales de la historia.
Lejos quedará que la dicotomía Bale o Isco para el once
titular. Se impuso el malagueño sobre un galés en estado de convalecencia. No
sin desmerecer la forma de Isco en los últimos meses. Ahí se entra en la
valoración de Zidane como técnico del Real Madrid. Se seguirá tildando de
"alineador", remarcando su "flor"... pero los hechos están
al alcance de todos, dos Ligas de Campeones consecutivas en 18 meses, lo que nadie había
logrado hasta ahora, saber repartir los minutos de una plantilla que en una
gran final se ha permitido dejar en la grada a jugadores como Lucas Vázquez y
James Rodríguez sin que el banquillo se resintiera, reconvertir a Cristiano
Ronaldo en un Hugo Sánchez del siglo XXI y marcar cuatro goles en noventa
minutos a una Juventus que sólo había recibido tres tantos en contra el resto
de la competición (incluyendo los 180 minutos contra una delantera formada por
Messi, Luis Suárez y Neymar).
Este el bagaje que queda del Real Madrid de la Duodécima.
Regresando al césped del Millenium Staduim de Cardiff tenemos a una Juventus
que acongojó al equipo blanco en el primer cuarto de hora de final. Higuaín,
invocando fantasmas del pasado, soliviantó la moral en los primeros instantes
con dos ocasiones en apenas dos minutos. Luego Pjanic, como un cazador
experimentado, aguardaba en la frontal para cazar los rechazos que forzaban una
y otra vez las estiradas de Navas.
Pero justo cuando más sufría el Real Madrid, azotado por el
dominio de una Juventus enfurecida, llegó un contraataque de oro. Condujo
Kroos, repartió a Benzema, de espaldas en el centro, se revolvió el francés y
cedió a la derecha para que Carvajal, internándose en el área, devolviera la
pelota al centro de la frontal para que apareciera Cristiano Ronaldo para
ejecutar un disparo medido a la cepa del poste derecho de Buffon.
Llegó el 1-0 y el Real Madrid lograba poner calma ante el
dominio italiano. Pero la alegría en la casa blanca duró bien poco. Seis
minutos después del gol a favor, la Juventus, que no se amilanó con el marcador
en contra, tuvo en Mandzukic la figura de salvador. El croata, en una jugada
con cinco toques sin que el balón bajara al suelo, fimró una medio volea que
quedará fijada como uno de los mejores goles de la competición. Quizás Navas
pudo hacer algo más, pero lo cierto es que el remate de Mandzukic resultó
inapelable.
El empate hizo justicia al juego desplegado por el conjunto
italiano durante la primera mitad. Pero en una final poco importa el trabajo
hecho hasta el momento si ese momento no es el pitido inicial.
Tras los primeros cuarenta y cinco minutos, la Juventus se
quedó con el sabor de tener en su mano la final. Pero en la segunda parte, el
Real Madrid cogió de la mano el destino para decir que este miércoles sólo iba
a haber un equipo.
Atrás quedó la superioridad de los de Allegri, una vez se
dio pie a la última mitad de la competición, el Real Madrid tomó el mando del
partido para no dejarlo escapar. Hubo unos primeros minutos de incertidumbre,
dominados por los parones y las faltas. Pero dentro de esas pausas había un
patrón que no tardó en sobresalir.
El Real Madrid hizo suyo el partido y llevó la final a la
mitad de campo italiana, que conglomeraba a sus once jugadores en los límites
del área de Buffon. Poco a poco, el grupo formado por Casemiro, Kroos, Modric,
Isco y Benzema tomó la pelota y no la soltó. Faltaba ese último esfuerzo para
descubrir a Buffon bajo palos, pero la paciencia acabó dando frutos.
En el minuto 61, tras una sucesión de largas posesiones en
torno al área italiana, Casemiro no se lo pensó y mandó un trallazo sin
contemplaciones desde más allá de los 30 metros de distancia. Ayudado por el
toque de un zaguero anónimo, el balón engañó lo suficiente al titán de Carrara
para acabar en el fondo de las mallas.
Sin dar tiempo a asimilar el golpe, Modric recuperó la
pelota en tres cuartos, lanzó una pared con Carvajal y llegó a la línea de
fondo para centrar al primer palo donde Cristiano Ronaldo clavóo al primer toque el mortal 1-3.
Corría el minuto 64 aún, pero la sensación en el estadio fue
de punto y final. Lo intentó Allegri con los cambios, pero la desesperación se
hizo hombre cuando Cuadrado vio la segunda amarilla en los doce minutos que
disputó tras suceder a Barzagli. El éxtasis se fue apoderando de público y
jugadores. Esta vez no hubo que esperar al descuento. Pero en caso de duda,
Asensio dejó su huella para certificar el 1-4 definitivo en el minuto 90.
Ese guarismo, el 1-4, será el que quede grabado en la
historia. Dos goles de Cristiano, uno de Casemiro y Asensio con la guinda, sin
olvidar el golazo de Mandzukic que puso la incógnita a una ecuación resuelta
en una segunda parte espléndida. Gracias a ella, el Real Madrid puede gritar con
orgullo a los cuatro vientos que es el digno vencedor de la actual edición de
la Liga de Campeones. La tercera en cuatro años y la segunda de manera
consecutiva. La Juventus despertó a un gigante 19 años atrás, hoy se volvió a
encontrar con él y no tuvo piedad.