domingo, 4 de junio de 2017

REY DE EUROPA Y NADIE MÁS

Carlos de Blas

Un 20 de mayo de 1998, un Real Madrid sediento de gloria europea tras 32 años de sequía se medía a la todopoderosa Juventus de aquellos días. El fuera de juego de Mijatovic entró directo a los anales de la historia madridista. Ese tanto no sólo supuso la séptima corona europea, no. Un gigante había sido despertado de su largo letargo.

Diecinueve años después, la providencia dispuso que ambos conjuntos se volvieran a encontrar a las puertas de la gloria. Pero esta vez, el gigante vestía de blanco (morado sobre el campo) y el aspirante hablaba italiano. Pero si bien aquella vez el aspirante se impuso al favorito, este sábado 3 de junio el Real Madrid no dejó espacio para la duda.

Bajo techo en Cardiff, como ocurriera en Amsterdam, el Real Madrid levantó su duodécima Liga de Campeones. Abrió el marcador Ronaldo, igualó Mandzukic con un golazo en la primera mitad y de nuevo el astro portugués, sumándose al trallazo de Casemiro, junto a la guinda en el descuento de Asensio, pusieron el 1-4 que quedará sellado en los anales de la historia.

Lejos quedará que la dicotomía Bale o Isco para el once titular. Se impuso el malagueño sobre un galés en estado de convalecencia. No sin desmerecer la forma de Isco en los últimos meses. Ahí se entra en la valoración de Zidane como técnico del Real Madrid. Se seguirá tildando de "alineador", remarcando su "flor"... pero los hechos están al alcance de todos, dos Ligas de Campeones consecutivas en 18 meses, lo que nadie había logrado hasta ahora, saber repartir los minutos de una plantilla que en una gran final se ha permitido dejar en la grada a jugadores como Lucas Vázquez y James Rodríguez sin que el banquillo se resintiera, reconvertir a Cristiano Ronaldo en un Hugo Sánchez del siglo XXI y marcar cuatro goles en noventa minutos a una Juventus que sólo había recibido tres tantos en contra el resto de la competición (incluyendo los 180 minutos contra una delantera formada por Messi, Luis Suárez y Neymar).

Este el bagaje que queda del Real Madrid de la Duodécima. Regresando al césped del Millenium Staduim de Cardiff tenemos a una Juventus que acongojó al equipo blanco en el primer cuarto de hora de final. Higuaín, invocando fantasmas del pasado, soliviantó la moral en los primeros instantes con dos ocasiones en apenas dos minutos. Luego Pjanic, como un cazador experimentado, aguardaba en la frontal para cazar los rechazos que forzaban una y otra vez las estiradas de Navas.

Pero justo cuando más sufría el Real Madrid, azotado por el dominio de una Juventus enfurecida, llegó un contraataque de oro. Condujo Kroos, repartió a Benzema, de espaldas en el centro, se revolvió el francés y cedió a la derecha para que Carvajal, internándose en el área, devolviera la pelota al centro de la frontal para que apareciera Cristiano Ronaldo para ejecutar un disparo medido a la cepa del poste derecho de Buffon.

Llegó el 1-0 y el Real Madrid lograba poner calma ante el dominio italiano. Pero la alegría en la casa blanca duró bien poco. Seis minutos después del gol a favor, la Juventus, que no se amilanó con el marcador en contra, tuvo en Mandzukic la figura de salvador. El croata, en una jugada con cinco toques sin que el balón bajara al suelo, fimró una medio volea que quedará fijada como uno de los mejores goles de la competición. Quizás Navas pudo hacer algo más, pero lo cierto es que el remate de Mandzukic resultó inapelable.

El empate hizo justicia al juego desplegado por el conjunto italiano durante la primera mitad. Pero en una final poco importa el trabajo hecho hasta el momento si ese momento no es el pitido inicial.

Tras los primeros cuarenta y cinco minutos, la Juventus se quedó con el sabor de tener en su mano la final. Pero en la segunda parte, el Real Madrid cogió de la mano el destino para decir que este miércoles sólo iba a haber un equipo.

Atrás quedó la superioridad de los de Allegri, una vez se dio pie a la última mitad de la competición, el Real Madrid tomó el mando del partido para no dejarlo escapar. Hubo unos primeros minutos de incertidumbre, dominados por los parones y las faltas. Pero dentro de esas pausas había un patrón que no tardó en sobresalir.

El Real Madrid hizo suyo el partido y llevó la final a la mitad de campo italiana, que conglomeraba a sus once jugadores en los límites del área de Buffon. Poco a poco, el grupo formado por Casemiro, Kroos, Modric, Isco y Benzema tomó la pelota y no la soltó. Faltaba ese último esfuerzo para descubrir a Buffon bajo palos, pero la paciencia acabó dando frutos.

En el minuto 61, tras una sucesión de largas posesiones en torno al área italiana, Casemiro no se lo pensó y mandó un trallazo sin contemplaciones desde más allá de los 30 metros de distancia. Ayudado por el toque de un zaguero anónimo, el balón engañó lo suficiente al titán de Carrara para acabar en el fondo de las mallas.

Sin dar tiempo a asimilar el golpe, Modric recuperó la pelota en tres cuartos, lanzó una pared con Carvajal y llegó a la línea de fondo para centrar al primer palo donde Cristiano Ronaldo clavóo al primer toque el mortal 1-3.

Corría el minuto 64 aún, pero la sensación en el estadio fue de punto y final. Lo intentó Allegri con los cambios, pero la desesperación se hizo hombre cuando Cuadrado vio la segunda amarilla en los doce minutos que disputó tras suceder a Barzagli. El éxtasis se fue apoderando de público y jugadores. Esta vez no hubo que esperar al descuento. Pero en caso de duda, Asensio dejó su huella para certificar el 1-4 definitivo en el minuto 90.


Ese guarismo, el 1-4, será el que quede grabado en la historia. Dos goles de Cristiano, uno de Casemiro y Asensio con la guinda, sin olvidar el golazo de Mandzukic que puso la incógnita a una ecuación resuelta en una segunda parte espléndida. Gracias a ella, el Real Madrid puede gritar con orgullo a los cuatro vientos que es el digno vencedor de la actual edición de la Liga de Campeones. La tercera en cuatro años y la segunda de manera consecutiva. La Juventus despertó a un gigante 19 años atrás, hoy se volvió a encontrar con él y no tuvo piedad.