Carlos de Blas
España se congeló este martes en Rusia y sacó un empate, sin
efectos prácticos, gracias al colegiado Gianluca Rocchi, que se inventó dos
penaltis a favor de 'La Roja', ambos materializados por Sergio Ramos, que
fueron clave para la victoria final en el Estadio Krestovski de San
Petersburgo, el segundo campo por importancia de todos los que albergaran el
Mundial el próximo verano.
Esta vez España no brindó el fútbol alegre que regaló el
sábado en Málaga, pero tuvo otro componente importante en el fútbol: mantenerse
con vida en todo momento en un partido en el que no tienes tanta brillantez.
Bien es verdad que el duelo era amistoso, carente de toda emoción, y que el
rival, Rusia, es bastante menor, pero todo test, para eso existe, debe servir
para algo.
Lopetegui hizo debutar a Suso y mezcló a teóricos titulares
con suplentes. A los De Gea, Ramos, Piqué, Jordi Alba o Busquets, titulares
seguros en el Mundial, los unió con los Nacho (en el lateral derecho), Rodrigo
Moreno, Thiago Alcántara o Asensio. El equipo estuvo descompensado, pero
tampoco se puede sacar conclusiones de un partido sin historia y sin sentido
alguno, salvo el del dinero.
España no recibía tantos goles en un partido desde el 1-5 de
Holanda en el Mundial 2014. Lógicamente, las cosas ahora son muy distintas. Los
tres goles de Rusia fueron el resultado a un equipo que se dejó llevar, que
bajó el pistón, que apenas tuvo tensión y que fue totalmente consciente de que
era más una china en el zapato que un partido en el que dejarse la vida. En
mitad de la temporada, con encuentros muy importantes que en nada llegan (hay
un Atlético-Real Madrid en cinco días), era normal que a los futbolistas
prefirieran no meter la pierna en ciertas acciones.
Se adelantó España con el único gol que marcó de jugada, un
centro de Asensio y un sorprendente cabezazo de Jordi Alba. El más bajo marcó
de cabeza. Después todo lo que vino fue la locura total y eso que no fue del
todo un partido en el que se perdiera el rigor táctico, pero la poca tensión
que había dejó muchos goles y pocas conclusiones.
Hasta dos penaltis se inventó el árbitro Rocchi a favor de
España. El primero, a la media hora de juego, al interpretar que Kuzyaev había
tocado el balón con el brazo. Error del colegiado, ya que había golpeado al
esférico con el hombro. Ese era el 0-2, pero con 2-2 vio un débil agarrón a
Ramos que el propio capitán de España materializó. Las equivocaciones de Rocchi
ayudaron mucho a España. Fueron en momentos decisivos del partido.
Al empate llegó Rusia primero con un buen remate de Smolov,
el mejor de los rusos, en el tramo final de la primera mitad, y después con
fortuna y mal jugada de Piqué, dejando entrar al área a Zhirkov y rematando
finalmente a Miranchuk. Ya con el 2-3, Smolov irrumpió otra vez con un zapatazo
desde la frontal del área que sorprendió a De Gea.
Salvó Lopetegui la que podría haber sido su primera derrota
con España, pero habiendo llegado a estar 0-2 el encuentro bien se podría
contar como perdido. Como amistoso que fue, sirvió para sacar pocas
conclusiones, pero también para ver que el Mundial no será fácil: queda mucho
trabajo por hacer.