Carlos de Blas
No estoy preocupado”, “podemos levantar esto”, “sólo
necesitamos una victoria”, “voy a demostrar que puedo resolver estos problemas
en situaciones difíciles”… Zidane lo tenía (tiene) claro. El Real Madrid iba
(va) a reaccionar. Su experiencia le avala. Llegó al banquillo tras la
destitución de Benítez, en un momento complicado, y acabó la temporada
levantando los brazos para ganar su primera Champions como entrenador. Y el
pasado curso, más de lo mismo. Tras los dimes y diretes y las deudas iniciales,
su equipo acabó en el Bernabéu celebrando Liga y Copa de Europa (la segunda
consecutiva). De nuevo, el amago de ‘hacer un Ancelotti’ quedó en simulacro.
Fue el preludio del mejor año de la entidad, con cinco títulos en las vitrinas
del museo.
Quizás todo esto sea cosa de Zidane o del club. Da igual. Lo
cierto es que el conjunto blanco, en las dos temporadas que preceden a la
actual, comenzó mal y terminó por todo lo alto. ¿Y este curso? Parece que puede
ocurrir lo mismo, aunque con algunos matices. El Real Madrid comenzó el curso
con autoridad ganando la Supercopa de España y la de Europa ante Barcelona y
Manchester United respectivamente. Brilló en un primer momento, pero fue
cayendo lentamente en Liga. Casi sin querer, se fue dejando puntos y –a pesar
de su triunfo en el Mundialito de Clubes–, volvió a la competición doméstica
hasta quedarse a 19 puntos del Barcelona (con un partido menos).
Pero la primera vuelta ha pasado, y en esta segunda parece
que todo ha cambiado. Tras ese fatídico partido contra el Villarreal (0-1), el
Real Madrid ha reaccionado. Lo hizo contra el Leganés, sin hacer su mejor
partido, pero cumpliendo con una victoria en los últimos minutos, como antaño
(0-1). Y, de nuevo, el pasado fin de semana, contra el Deportivo, el conjunto
de Zidane se alzó para espantar todos los fantasmas de un plumazo: marcó siete
goles (7-1) y dio un golpe encima de la mesa.
Ante el Deportivo, con la BBC en el campo 273 días después,
el Real Madrid volvió a funcionar. Cristiano Ronaldo y Bale, ambos con un
doblete, se auparon entre aplausos –y eludieron los pitos–; la defensa, herida
en los últimos encuentros, se rehízo para conceder solo un gol y contribuyó al
ataque con dos goles de Nacho; y Modric, quizás uno de los señalados este
curso, anotó y generó juego desde el centro del campo. El equipo, por fin, se
pareció a aquel que arrolló al Barcelona en la Supercopa de España o al que se
hizo con siete títulos en un año, el mejor de la historia de la entidad.
Ahora, el Madrid tiene que confirmar todo eso contra el
Leganés. Ganó en la ida (0-1, tanto de Asensio) y tratará de hacer lo propio en
la vuelta (miércoles, 21:30 horas). No le queda otra. La clasificación para las
semifinales de la Copa del Rey significaría mucho para el club en este momento.
En primera instancia, porque dejaría al conjunto blanco a tan solo tres
partidos de levantar un título. Y, en segundo lugar, en caso de acceder a la
final, la clasificación daría un importante impulso de moral de cara al
encuentro contra el PSG.
Eso sí, el Bernabéu no verá sobre el césped a los jugadores
que aplastaron al Deportivo el fin de semana. Zidane volverá a contar con la
segunda unidad –la que ha llevado al Madrid hasta cuartos de final– de cara a
clasificarse para las semifinales. Bale y Cristiano Ronaldo, por tanto, quedan
descartados. En su lugar jugarán Borja Mayoral y Asensio. Marcos Llorente, como
en Butarque, dirigirá al equipo en el centro del campo, y en defensa Achraf,
Sergio Ramos, Theo y Nacho o Varane completarán el equipo.
La segunda vuelta ha comenzado… ¿Y si termina con dos
títulos: Copa del Rey y Champions?