No
fue el mejor partido del Madrid de Zidane que sí supo sufrir y aprovechar los
desaguisados defensivos del Bayern de Múnich
Antonio Blanca
El
Real Madrid aterrizó en tierras bávaras con la intención de rebatir la sospecha
que les coloca como favorecidos por el estamento arbitral y para demostrar al
Bayern y a sí mismos que lo vivido ante la Juventus fue un accidente. Para
ello, Zinedine Zidane volvió a mover a sus piezas y desplegó un once que
sacrificó a Benzema para apostar por el control a través de la posesión que
pensó que le darían Isco, Lucas Vázquez, Modric, Kroos y Casemiro. Ronaldo
quedaba como islote ofensivo ante un bloque bávaro que presentó un 4-1-4-1 en
el que Javi Martínez ejercería como ancla defensiva de una medular tendente a
la creación de fútbol.
Con
Robben y Ribéry pegados a las bandas, Müller y James eran los interiores que
debían herir entre líneas a la delegación española y, de paso, alimentar a
Lewandowski. Jupp Heynckes eligió a Rafinha y a Kimmich como laterales (para
suplir la lesión de Alaba) y, también, ordenó incendiar el ritmo desde el
comienzo del partido. Lanzarían presiones abrasivas y muy elevadas los
campeones de la Bundesliga, que crearon la primera ocasión del envite fruto de
este agresivo método, James repelió un despeje de Carvajal que le cayó a
Lewandowski. El polaco llegó a línea de fondo y centró para que Müller
perdonara el remate en el segundo poste. No había transcurrido ni un minuto.
Ramos
y Varane se plantarían para uniformarse como anti aéreos que despejaran los
centros laterales consiguientes, en plena marejada construida por los locales.
El viento soplaba con fuerza en dirección a la meta de Keylor Navas, pero
ajustaría mejor la formación de 4-5-1 merengue en fase defensiva para
anestesiar el tempo. Además, en el séptimo minuto los germanos sufrieron un
imprevisto potente: Robben se retiró lesionado. La flecha neerlandesa, amenaza
latente, salió de circulación y ocupó su lugar Thiago. Mas los alemanes
frenaron su compás para virar de la verticalidad precoz a una horizontalidad en
estático. Y no dejarían de propulsar presiones altas, hecho que empujó a los
españoles a amontonar pelotazos.
Sin
embargo, cuando se superó el vigésimo minuto había ganado peso en la guerra por
la pelota el Madrid. Isco, Modric y Kroos se asociaron con más fluidez y el
remate desde larga distancia emitido por Rafinha (a las manos de Navas) quedó
en la anécdota que atestiguó la transición de las riendas. Los defensores del
título habían padecido para conectar con Ronaldo (receptor de envíos optimistas
y largos al espacio) pero cuando se arribaba a la media hora el cuero era
madridista, con Carvajal como herramienta primordial de avance. De hecho, el
lateral ejecutó el primer disparo de los de Chamartín a los guantes de Ulreich,
el sustituto de Neuer, y puso a Ronaldo un centro que culminó el luso con un
testarazo demasiado angulado.
El
problema para los madrileños resultó que esta vez fueron ellos los que cedieron
cuando mejores sensaciones emanaban. Justo después, el Bayern sacó de puerta
con astucia y James tradujo la salida de pelota en una transición venenosa. El
colombiano sangró el pobre repliegue visitante, en claro fallo táctico, para
disparar un 3 para 2 con mayoría alemana. Kimmich condujo, en solitario (durante
40 metros), para abrir el marcador. El lateral engañó a un Navas descentrado
que regaló su primer poste. La pegada fue teutona. El Madrid acusó el golpe y
volvió a ceder el timón del pentagrama. No obstante, se desplegaría hasta el
descanso un intervalo de inseguridad y desconcentración notables en labores de
achique (personalizadas en Marcelo, que no bajó y dejó su espalda como el
escenario perfecto para el éxtasis de la tribuna).
Así,
mientras que Boateng también se rompió (entró Süle), el Bayern navegaba al
galope de su convicción refrescada. Otra pérdida en campo propio entregó a
Ribery la opción de hacer el 2-0. El contragolpe fulgurante localizó a Thiago
como asistente. El galo, de cara a Keylor, falló en el control y el 'tico',
urgido, llegó a tiempo para maquillar el descenso de la atención táctica de sus
compañeros. Sobre su meta rematarían con nitidez Hummels (tras el desvío en el
primer poste de Lewandowski, en saque de esquina) y Müller, tras otro centro
lateral. El esfuerzo de cierre merengue hacía aguas. Incluso los pases
frontales hacia el delantero polaco hacían temblar a Varane y Ramos. La
facilidad de llegada a posiciones de finalización germana era sonrojante.
Pero
al filo del descanso, después de lo descrito y de la confirmación de lo
antagónico de las inercias, Carvajal cruzó desde el pico del área un cabezazo
parabólico que se paseó por el área ajena. La redonda no sería rematada en un
primer intento y quedó suspendida y apetecible para que Marcelo descerrajara
una volea cruzada que se coló por la cepa del poste de Ulreich. Arrancó el
conjunto español un empate de difícil pronóstico que obligó a repensar la hoja
de ruta a Heynckes. El valor doble de los goles a domicilio le propició el
dilema de ir a por el quiebre de la eliminatoria en Múnich o contemporizar y no
exponerse al contraataque merengue. Sea como fuere, todavía Lewandowski cabeceó,
sin marca, un córner que Navas supo sacarse de encima antes de marchar al túnel
de vestuarios.
La
relación de chuts (siete a cuatro y tres a dos en cuanto a los intentos entre
palos) y el ratio de posesión (56-44 por ciento) retrató el mayor cúmulo de
minutos jugado bajo los presupuestos alemanes, por lo que Zidane también tenía
trabajo. El gol del lateral carioca podría ejercer como catalizador, empero la
fragilidad defensiva era muy peligrosa para la supervivencia de los suyos. Su
apuesta inicial no le entregó el control de forma sostenida y se tornó en
ineficaz sin pelota y denso y roto con ella. Isco, Modric y Kroos habían
constituido extras en el devenir. El entrenador galo leyó la necesidad de ganar
verticalidad y rapidez combinativa y sentó al malagueño (con un golpe en el
hombro) en el entretiempo para dar entrada a Asensio.
La
maniobra surtiría efecto, ya que los capitalinos salieron a la reanudación con
voluntad dominadora. Asensio se involucró de inmediato en la asociación y la
manutención de una circulación que se volvería perenne. Eso sí, las lagunas en
las coberturas no se suturarían y Ribéry avisó ganando la espalda de Carvajal,
sentando a Casemiro y centrando para que Varane despejara in extremis. Los
bávaros optaron por entregar el cuero, metros y la iniciativa, pero sus colmillos
siguieron afilados. Y el propio Ribéry, renacido, captó espacio para recorrer,
se coló entre Lucas Vázquez y Carvajal y chutó para que Navas aumentara su
apreciación.
En
una suerte de déjà vu, cuando el
conjunto en desventaja en cuanto a sensaciones crecía, el rival le golpeaba con
puntería. El escuadrón rojo, que volvería a percutir con otro derechazo de Ribéry
conjugado por Keylor, se había apropiado de la exclusividad del peligro, pero
sería el Madrid el que se adelantaría en el marcador. Atrincherado en su cueva,
achicando un saque de esquina, Lucas Vázquez y Asensio se estirarían para
presionar. Propiciaron el error grosero de Rafinha, que le entregó el cuero al
balear. Entonces, se estableció un dos para uno, con inferioridad alemana, que
revolvió Asensio con un zurdazo cruzado inapelable.
Se
lesionó Carvajal al tiempo que sus líneas volvieron a regalar la iniciativa y
recularon. Entró Benzema, en un intento por sentenciar con goles el cruce, pero
la invitación al asedio contrincante le estaba sobrepasando a la tenebrosa
retaguardia merengue. Ribéry era protagonista, y Lucas Vázquez el lateral
improvisado, chutó para el despeje de emergencia de un zaguero el su enésimo
desborde y gestó un córner en el que Müller no empató de milagro. El centro fue
peinado por Martínez y el cuerpeo con Ramos regateó el remate definitivo, con
protestas locales ante el posible penalti. Estaba sufriendo el equipo en
franquía.
A
falta de 20 minutos, Tolisso entró por Javi Martínez (cambio muy ofensivo),
aprovechando la reclusión auto impuesta por los madridistas. Con la irrupción
del cansancio, Benzema brotó (su única aparición en el partido, eso sí, con una
ejecución excelente) para eludir a sus contrarios y marrar un mano a mano con
el meta local. Hasta ese punto, desde el 2-1 los españoles sólo filtraron un
gol anulado a Ronaldo. Kovacic fue el elegido para proteger a Casemiro (con
amarilla) y apoyar a Lucas Vázquez en la contención. El gallego padeció de lo
lindo y cedió una falta lateral infantil que rompió la sobrevenida placidez del
encierro visitante. Acto seguido Tolisso detectó el desmarque centrado de un
Lewandowski que perdonó el cara a cara con Navas, en el 89. La reproducción del
modelo de ventaja en el marcador y repliegue y contragolpe fructificó y el
coloso madridista volvió a tomar el feudo del aristócrata germano. En esta
oportunidad, saliendo a flote con capacidad de sufrimiento.
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