Jordi Grimau
Mano de hierro en Liga, con una diferencia inalcanzable
para el segundo, invicto tanto en casa como en Europa y con una ventaja de tres
goles para la vuelta. Con este bagaje, el FC Barcelona se presentaba en el
Olímpico de Roma para poner el sello al pasaporte y pasar al bombo del sorteo
de semifinales. Un guión escrito hace siete días y que hubo que hacer pedazos.
¿Se presentó el futurible campeón de Liga española hoy en
el Olímpico? La respuesta no parece afirmativa. La Roma, que se marchó el fin
de semana entre pitos de su afición tras perder, arrasó al Barcelona. El 3-0 y
el pase no sólo pareció justo sino que incluso se pudo quedar corto teniendo en
cuenta lo que se vio sobre el terreno de juego. Exhibición de los de Di
Francesco ante un equipo azulgrana inédito. Un muñeco de trapo en manos de los
romanos, inertes en el césped mientras eran zarandeados e incapaces de electrificar
una mínima reacción ante el abismo que se abría ante ellos.
Dzeko abrió el marcador en el minuto 6 adelantándose a la
espalda de la zaga azulgrana dando rédito a un fenomenal pase vertical de De
Rossi. El arreón romano era esperable e, incluso, un gol aceptable. Pero la
energía de la Roma no encontraba límite y las llegadas se sucedían una detrás
de otra. Balones aéreos desde los laterales, donde Florenzi y Kolarov, dueños
de ambos carriles, bombardeaban el área buscando los dos "tanques" de
la delantera. Cada pelota alta, un drama para el Barcelona.
El 3-5-2 de Di Francesco ahogaba el centro del campo de
Valverde, que apostó por el mismo once de la ida, el del 4-1. Messi, anulado
por la agresiva presión de la Roma, cedió protagonismo a Ter Stegen, salvador
una derrota aún más sonrojante.
La intensidad y atrevimiento de la Roma continuó en la segunda. Si se dijo "querer es poder" en el vestuario, llevaron al límite el ejemplo sobre el campo. Aún el esfuerzo no estaba recibiendo el premio merecido, pues quedaban dos tantos de diferencia y la posibilidad de recibir alguno.
La pasividad del Barcelona tocó techo cuando Dzeko recibió de espaldas dentro del área y, mientras daba la media vuelta, fue derribado con claridad por Piqué. Penalti. De Rossi, que lleva once penas máximas consecutivas anotando, no perdonó con su infinita carrerilla en la 12ª ocasión. El marcador ya tenía el 2-0 y las 56.000 almas del estadio atronaban para llevar en volandas a su equipo.
Valverde miraba a la banda y no terminaba de decidirse
por los cambios. Dembelé y Paulinho amagaban con prepararse pero eran enviados
de vuelta a calentar. Dudas por un lado y empecinamiento por otro. No perdonaba
la Roma, que metía aún más desborde con la entrada de Under y El Shaarawy.
El egipcio tuvo en sus pies el 3-0, pero de nuevo surgió la figura de Ter Stegen. Under tuvo su protagonismo cuando poco después, ya en el minuto 83, envió un córner donde Kostas Manolas, anticipándose a todos -en especial Semedo-, remató de cabeza en el primer palo para decantar la balanza con el anhelado y merecido 3-0.
Ahora sí, mientras caía por el abismo, el Barcelona trató de asirse al borde del precipicio con un toque de corneta. La Roma se parapetaba y el Barcelona chocaba ahora contra un muro. La historia, hoy, le dio una página dorada al conjunto italiano, que no cruzaba esta frontera en la competición desde 1984.