Un Sevilla-Betis nunca es un partido cualquiera.
Tampoco una eliminatoria cualquiera. Es el Partido. Es la vida, el
corazón, el orgullo y, si me apuran, el alma de una ciudad que no
respira fútbol, sino que lo mastica y deja que los sentimientos (pasión,
entusiasmo, miedo…) fluyan por las arterias de los sevillanos. Y,
encima, Europa. Sevilla no vive: está en vilo.
La media parte de Sevilla, la sevillista, se encuentra inmersa en un manojillo de contradicciones. El Sevilla, que encadena cuatro victorias consecutivas
(tres en Liga y una en Europa), vivaquea en la zona noble de la tabla
pero en su interior maldice verse las caras en Europa con el eterno
adversario de su ciudad. El Betis, último de la Liga y máximo candidato
al descenso, se ha venido arriba tras la victoria frente al Getafe y
dejar en la cuneta europea al poderoso (económicamente hablando) Rubin
Kazan.
Las cuentas del aficionado, bético o sevillista, son muy claras. Los béticos podrán descender de categoría
pero si consiguen eliminar al Sevilla en su histórica confrontación
europea, esa medalla quedará ahí para siempre. El Betis lo tiene muy
complicado para mantener la categoría (quedan once partidos y necesita
ganar como mínimo seis), pero eliminar al 'eterno rival', le daría alas
de acero. Eso al menos piensa Gabi Calderón, el entrenador, que no solo
quiere pasar a la historia, sino seguir en el Betis un año más, aunque sea en la categoría de plata. Pero la renovación solo pasará si elimina al vecino de rojo y blanco.
El
Sevilla parte como favorito y, como tal, la lógica del fútbol lo coloca
en posición ganadora. Pero a doble partido todo puede suceder y un
derbi sevillano es lo más parecido a una caja gigante de emboscadas.
El equipo que prepara Unai Emery ya sufrió un descalabro en la Copa,
donde el Racing de Santander, cuyos jugadores no cobraban y viajaron a
Sevilla en autocar, lo eliminó del torneo. La posibilidad de un nuevo
golpe, esta vez asestado por el Betis, produce ardor de estómago a los
sevillistas.
El equipo blanco, con jugadores de enorme calidad y
gran solvencia frente al gol, ha castigado duramente al rival bético en
sus dos últimas visitas. Cinco a uno y cuatro a cero, dos resultados que producen sangre en el recuerdo de los verdiblancos, que no quieren un nuevo castigo.
Gabi
Calderón concentró al equipo del viejo Heliópolis la noche del martes.
El argentino anuncia “una sorpresa” para este jueves. El antiguo
'Matador' asegura que “conoce el punto débil del adversario” y atacará por ahí.
Calderón apela a la intensidad y a la concentración de los suyos para
que el Sevilla no les vuelva a sorprender. Rubén Castro (que ha
recuperado su olfato goleador), N'Diaye, Adán y Leo Baptistao… nombres
que serán claves en el armazón verde.
Unai
Emery ve cómo sus jugadores no necesitan ningún plus de motivación. Ya
se han encargado los aficionados sevillistas, en la misma calle, de
meter a los suyos en el partido. José Antonio Reyes, talismán de Utrera, genial e imprevisible,
ha sido el último gran matarife de los sevillistas; Reyes ha entendido
como nadie el significado de un partido de este calibre y, con goles y
pases de gol, ha mortificado a los béticos. Es una de las bazas de los
sevillistas. Pero no será la única. Afilan sus armas Rakitic (que ha
desmentido a su presidente sobre su inminente renovación), Carlos Bacca,
Gameiro, Fazio…
El campo registrará un lleno espectacular. Será
dirigido por el turco Cuneyt Cakir, un árbitro con fama de enérgico y al
que no le tiembla la mano a la hora de “disparar” tarjetas. Cakir fue el árbitro que expulsó al inglés Terry en
una eliminatoria de Champions entre el Chelsea y el Barça. Los
madridistas también se acuerdan de él: fue el árbitro que expulsó al
portugués Nani por propinarle una patada en las costillas a Arbeloa en
el último Manchester United-Real Madrid de Champions.
La UEFA ha
calificado 'cinco estrellas' este partido de la Europa League. En
Sevilla, las calles huelen a encuentro grande y a euforia contenida. El respeto al rival es máximo. Aunque
juegan el séptimo contra el último de la Liga, median 23 puntos de
distancia y en Kazajistan no entiendan tantas precauciones, el miedo a
perder es pavoroso. Este tipo de victorias te colocan en la gloria. Pero
una derrota te arrojará a los infiernos.