José Antonio Moya
El estadio Vicente Calderón se vistió con su atuendo de gala para acoger el partido más relevante del Atlético de Madrid
desde la resaca del doblete de Radomir Antic. El equipo madrileño se
reencontraba con la élite del balompié del Viejo Continente en los
octavos de final de esta edición de la Champions League, una ronda que, caprichos del azar, obligaba a enfrentar una empresa de marcado valor simbólico: el aristócrata Milan -venido
a menos por el abandono financiero de Berlusconi y las malas decisiones
de la dirección deportiva en la confección de la plantilla- cedería el
paso al rebelde Atlético, que pide a gritos un hueco en la cima del
fútbol y el subconsciente colectivo.
El 0-1 de San Siro constituía un paso firme en el camino pero
no representó un elemento de influencia en la apuesta de ambos
entrenadores para afrontar esta vuelta en la ribera del Manzanares, por
contradictorio que pudiera resultar. Ni siquiera la afinada actuación de
Villa en Balaídos cambió el plan de partido del “Cholo” Simeone, que repitió esquema y nombres este martes. Así pues, el deseado Courtois figuraba en la meta para tapar el bombardeo rossonero y Filipe Luis regresaba a esta competición
para apuntalar la seguridad de la zaga rojiblanca y, a su vez,
constituir una opción primordial en la salida de la pelota local; Mario, Gabi y Koke taparían líneas de pase y lanzarían las rápidas transiciones del Atlético; Arda manejaría el ritmo del choque y el veneno colchonero; y Raúl García acompañaría en segunda línea a Diego Costa. Presión, intensidad, contragolpe, garra y orden. Sin movimientos creativos en el guión para que nada cambie.
Clarence Seedorf, que todavía no ha encontrado un esquema
motivacional que convierta en equilibrado y competitivo a sus pupilos,
no arriesgó en el once inicial y volvió a apostar por un doble pivote de
cemento: Essien y De Jong. Con laterales muy físicos y sin un jugador al que entregar la pelota para que cree, el técnico holandés volvió a confiar en el cerebro de Poli, en la movilidad y clase de Kaka y Taarabt para lanzar contras y tratar de desequilibrar el organigrama atlético. Balotelli constituía, de nuevo, la incógnita: inestable e irregular en proporciones similares a su genialidad y la capacidad para resolver partidos. Una vez más, anarquía e improvisación milanistas.
Se preparaba pues un choque en el que se medían dos equipos con
preferencia por ceder la pelota al rival, por lo que los de Simeone
debían dar un paso al frente para dominar el centro del campo y, por
ende, el ritmo de juego.
Con esta hoja de ruta arrancó el partido. Con el Atlético presionando arriba y el Milan sufriendo para sacar el balón con claridad. En pleno intercambio de pelotazos, Essien perdió la pelota en una encerrona de Gabi, Koke y Raúl García en las cercanías de su propia área. El navarro sacó un centro a la espalda de la zaga italiana y Diego Costa se lanzó para anotar el primer gol del partido en un remate en escorzo que recordó a Radamel Falcao. Minuto tres de partido y primer golpe colchonero. El Atlético salió dispuesto a no perdonar una. Quedaba a prueba ahora la mentalidad del Milan, que veía como su plan de partido no quedaba alterado: tenían que marcar dos goles para pasar. Sin embargo, debía entrar rápido en el ritmo marcado por el Atlético para no quedar sonrojados por el camino.
Tras el zarpazo vieron sendas amarillas Godín y Poli, pero el bloque de Simeone no aflojaba su estrategia de ahogamiento. Abbiati se vio obligado a actuar en doble oportunidad:
atajó un centro pasado de Juanfran y tapó un remate muy peligroso de
Raúl García, tras falta lateral lanzada por Koke, que lamió el poste de
su meta. Diez minutos de asedio absoluto. El Milan, panza arriba, era presa del club que mejor presiona en el balompié internacional.
Se acogió entonces el equipo transalpino al recurso de la posesión
horizontal para amansar la fiera rojiblanca. Una herramienta que, sin su
creador disponible -Montolivo-, quedaba en un intento fútil, sin
profundidad ni atisbo de inquietud para el representante español, que
solía morir en balones rifados, lejos del control de Kaka. Toda la
producción visitante en los primeros 20 minutos quedó resumida en un
lanzamiento de falta a media distancia de Balotelli, que no llegó a
traspasar la barrera.
Cerró filas el Atlético dispuesto a adoptar el pliegue de su plan de juego: paciencia ordenada y transición efervescente. Corría el 27 de partido cuando, en la primera acción destacada de Balotelli, el delantero salió de la jurisdicción de los centrales, abrió al primer toque a Poli, que permanecía en la espalda de Filipe. El centro del interior italiano fue rematado a la red por Kaka. Partido empatado por un Milan soprendentemente paciente, que quería aferrarse a la eliminatoria entregado al veneno de sus tres cuartos de cancha. El primer error en el esquema defensivo madrileño fue penalizado sin piedad. Con este gol, por tanto, cambiaba el escenario. El Atlético estaba a la expectativa y el bloque lombardo disponía de la pelota con horizontalidad similar a los minutos anteriores pero, esta vez, con la sensación de poder hacer daño. Era ahora, con media hora de partido, cuando le tocaba al Atlético mostrar su fortaleza mental.
Asomaban las primeras contras peligrosas del Milan, con conexión Kaka-Balotelli como recurso exclusivo,
con el Atlético tratando de adelantar líneas y hacerse con la posesión
del balón. Los pupilos del “Cholo” no llegaban a la presión y la salida
de pelota rossonera no quedaba interrumpida. Kaka tuvo el 1-2 en el 35 con un cabezazo que rozó el larguero de Courtois tras desborde y centro de Taarabt. Un aviso claro para un Atlético noqueado.
Sin soluciones físicas para el sistema de partido que se estaba
desarrollando. Achicar espacios, perder un poco de tiempo siempre que
surgiera la ocasión y contemporizar el temporal. Esta era la
prerrogativa colchonera antes del descanso.
Pero la fortuna se alió con el Atlético en el 40. Un mal
despeje de la zaga visitante cayó en las botas de Godín que, de centro
frontal desde el medio campo, encontró el pecho de Diego Costa. La
pelota cayó en las botas de Arda Turan, que controló y chutó sin
miramientos. Su intento rebotó en Rami para colarse mansamente en la red
de un Abbiati inmóvil. El 2-1 no hacía justicia pero demostraba la
pegada rojiblanca.
No en vano, dos minutos más tarde, Raúl García no
encontró portería de milagro en una chilena espectacular. Cambiaba la marea de nuevo en este alocado choque. Arda buscó sin éxito su segundo tanto particular en una contra con el Milan partido. En esta tesitura llegó el descanso, no sin antes ver la amarilla Balotelli por protestar. Respiraba el equipo italiano y con ello lo hacía este partido bipolar.
Seedorf apostó fuerte arriesgando parte de su cabeza como entrenador del Milan dando entrada a Robinho por Adel Taarabt. Un cambio que buscaba más llegada y menos creación.
El Atlético, que mantuvo su lista de nombres sobre el césped, llegó
rápido, en el 46, con un disparo demasiado cruzado de Diego Costa. Sin
tiempo para acomodar el movimiento táctico transalpino llegó una contra
letal colchonera concluida por Gabi con lanzamiento al poste. Aún
así, la idea del holandés era tener más la pelota, aferrar a Filipe en
su campo por miedo a su espalda. Se la jugaba. Conceptos como equilibrio
y tapar las contras locales quedaban arrinconados en pos de levantar la
eliminatoria a base de fútbol de ataque.
Courtois tapó un centro de Abate en el 52 tras otra buena salida y
apertura de Balotelli, pero el tiempo jugaba ya en contra de los
intereses milanistas. Se cumplieron los primeros 10 minutos de segunda
mitad con un ritmo lento de juego aliñado con constantes interrupciones. Arda
trataba de emerger para robar la posesión al Milan y los visitantes no
encontraban una circulación lucida. La bajada de Poli a la línea de
Essien y De Jong no daba frutos. Balotelli protagonizó el primer disparo italiano de la reanudación con un lanzamiento de falta desde media distancia que se fue a córner en el minuto 60.
Sin profundidad, el Milan naufragaba y el Atlético crecía poco a poco en el manejo de la pelota. Miranda cabeceó a las manos de Abbiati dos minutos más tarde tras una acción de desborde de Diego Costa. Era ahora el equipo visitante el que no encontraba el balón. Simeone había decidido luchar por este aspecto del juego -de manera decidida tras el descanso- para cerrar la eliminatoria. Raúl García confirmaba el escenario favorable con un control y remate a la media vuelta en el 63. Robinho cerró el arranque de segundo tiempo con un disparo muy desviado desde larga distancia. Recurso desesperado.
Seedorf dio entrada entonces a Pazzini, delantero centro rematador, por Essien, confirmando el suicidio ofensivo. La
apuesta total atacante llegaba, con coherencia futbolística, en pleno
dominio colchonero. La ausencia de creadores en la medular estaba
castigando hasta convertir en nefasta contradicción la decisión del
técnico holandés. Raúl García, con soberbio cabezazo en una falta lateral lanzada por Koke, confirmaba el descalabro táctico
y futbolístico del Milan en el 71. Y Simeone le brindó la ovación del
partido al navarro al cambiarle por Sosa segundos más tarde.
Un genial pase de Kaka desde la banda encontró el remate de
Robinho al larguero en una llegada aislada del equipo visitante. Últimos
extertores de un gigante destronado, sin cabeza sobre el césped.
Todavía dolorido por el regalo de Pirlo a la Juventus. El “Cholo” siguió
con su plan dando entrada al “Cebolla” Rodríguez en el 77 por Arda Turan,
el genio turco, todavía sin corona, que volvió a protagonizar el
sentido ganador del Atlético cuando más le necesitaba su equipo. Con su
gol en el peor momento local en la eliminatoria y con su calidad para
mantener la posesión de balón tras el descanso. Seedorf quitó a De Jong,
el único amarre a la tierra de su once, para dar entrada a Muntari, más
ofensivo en su despliegue sobre el campo.
Se cerró el carrusel de cambios con la última ovación de la tribuna:
Koke —firme, ordenando, y lúcido en el manejo de la pelota y el balón
parado- dejó su sitio a Diego Ribas, condenado a los minutos de la basura,
pagando quizás decisiones polémicas pretéritas que no le permiten
tener un hueco en este Atlético aspirante a todo. Y la eliminatoria
agonizó con largas posesiones colchoneras y un Milan de brazos caídos,
con cuatro arriba, que concluyeron el partido caminando, dos
mediocentros improvisados y desorientados. La goleada se confirmó con un
pase al hueco de Sosa al desmarque de Diego Costa que ajustició al
infame despliegue milanista con un cañonazo al segundo poste en el 85.
El Atlético sigue su andadura en la Champions League sin fisuras,
respondiendo a cada revés con tensión competitiva, hambre y calidad. La
víctima en octavos ha sido un Milan que concluyó arrodillado, sin
respuesta al despliegue físico colchonero, ni ideas para llegar a la
meta de Courtois -se llevó el premio a la mayor posesión-. Simeone ganó la batalla táctica
con un equipo que gobernó el choque salvo en 15 minutos del primer
acto. Con el pase de cuartos cerrado con una exhibición más que añadir a
esta temporada tan seria como ilusionante, se despide un Calderón
festivo, confiando de tumbar al que se ponga por delante.