Carlos de Blas
La selección alemana escribió uno de los
capítulos más brillantes de la historia de los Mundiales tras humillar
(1-7) a Brasil, en su campeonato y ante su público, gracias a veinte
minutos primorosos en la primera mitad que supusieron la humillación de
la 'canarinha', indolente y sin argumentos ante la exhibición germana.
Alemania fue un rodillo, una máquina perfecta. Fiel a su historia,
pero con el fútbol por bandera, el equipo bávaro puso en su sitio a la
mezquina Brasil. Descuartizó la apuesta de Scolari y sentenció su
presencia en la final, la octava de su historia y la posibilidad de
levantar su cuarto entorchado, el primero desde la reunificación.
Los más veteranos recordarán a Matthäus, Klinsmann y Völler, aquél
magnífico equipo que conquistó el último Mundial para los alemanes. La
generación que acabó con Maradona en Italia'90 parece que ya tiene
relevo. Y relevo con mayúsculas. A un escalón del título, Alemania se ha
definido por la insistencia de su fútbol en la última década.
Perfeccionado por varios ajustes, y ayudado por el férreo bloque
del Bayern de Múnich, los pupilos de Joachim Löw culminaron una nueva
final tras la de la Eurocopa 2008, donde fue derrotada por España. Y de
igual manera en 2010, cuando el cabezazo de Puyol dejó a Alemania sin
premio en la semifinal de Sudáfrica. En el último Europeo, Italia se
encargó de dejarles en el camino a un paso de la final.
En Belo Horizonte, los alemanes pasaron por encima de Brasil en 18
minutos que quedarán para la historia. Sin Neymar ni Thiago Silva, los
cuales acusó en exceso la pentacampeona, la anfitriona perdió las pinzas
que la sostenían en el Mundial.
Los penaltis ante Chile, en un mal partido, y la temprana ventaja
ante Colombia, dieron licencia a Brasil para seguir su travesía. Un
equipo militarizado, excesivamente jerarquíco y alejado del 'jogo
bonito' que definió el 'futebol' brasilero por los siglos de los siglos.
En nada se parece Fred a Ronaldo o Romario, fantasía pura.
Müller abrió la cuenta a los 11 minutos, tras rematar sin
oposición un córner en el corazón del área. El gol pareció activar a los
de Scolari, pero ocurrió todo lo contrario. Klose, diez minutos
después, consolidó la apuesta germana con el 0-2, una diana con sabor
histórico pues le convierte en el máximo goleador en la historia de los
Mundiales (16).
A partir de ahí se desencadenó la tormenta. Un doblete de Kroos,
próximo refuerzo del Real Madrid, y otro de Sami Khedira --a puerta
vacía-- secaron a una Brasil que rozaba la desidia y que, más allá de
haber acusado la presión, demostró no tener un patrón de juego, una idea
para frenar el desembarco bávaro.
El descanso no cambió el escenario para los locales, cuya afición
llegó a pitarles mediado el segundo acto. Las pocas ocasiones de Brasil
las detuvo Neuer con destreza y --para colmo-- la goleada engordó a
quince minutos para el final. El 'blue' Schürrle dio el estoque con un
doblete, el segundo gol de inmensa belleza.
Ahí murió Brasil, que pudo incluso haber encajado el octavo en
botas de Mesut Özil. Finalmente fue Oscar quien marcó el gol del honor,
el más triste de la historia del fútbol brasileño. Alemania, con muchos
quilates, ya está en una nueva final. Nada queda de una Brasil que fue
borrada del mapa en un partido para la eternidad.