Julio Candela
La selección argentina volverá a jugar la
final del Mundial 24 años después tras superar a Holanda en la tanda de
penaltis (2-4) gracias a los fallos de Vlaar y Sneijder, por lo que se
repetirá la final de México'86 e Italia'90, el partido que le falta a
Leo Messi en su palmarés, la posibilidad de hacer eterna y colectiva su
gloria individual.
Tuvo que ser desde los once metros, pero Argentina ya está donde
quería estar al comienzo del torneo. En Maracaná, sin el anfitrión
delante y con la vida en juego. Messi recorre el mismo camino que
Maradona. Ya sólo un partido separa al rosarino del 'pelusa'. Ya sólo
restan 90 minutos para que Argentina vuelva a sentirse rey del fútbol.
El partido demostró que nadie quería perder. El miedo se impuso al
descaro y la cobardía hizo lo propio con el balompié. Argentina apenas
lanzó un par de veces a portería, mientras que la 'Oranje' de Van Gaal
estuvo tan encorsetada en su táctica que no llegó a probar a Romero en
todo el partido.
Parecía imposible encontrar la rendija que rompiese la timidez de
unos y otros. Sin ocasiones ni desmarques, las porterías fueron un
complemento de 'atrezzo' en esta semifinal mundialista. La antítesis al
triunfo alemán de este martes, que había sido esplendoroso, goleador,
cautivador para el espectador. Ahí tendrá Sabella su próximo escollo.
Entender cómo parar a la 'Mannschaft'.
Van Gaal, que tuvo en Ron Vlaar a su mejor hombre, dispuso un
marcaje para Messi --perseguido por De Jong hasta cuando la 'pulga'
abandonaba el radio de acción-- y sólo a balón parado pudo hacer daño el
jugador del FC Barcelona. Una falta al cuarto de hora fue lo poco que
tuvo Argentina en su haber.
Pero poco importó a los técnicos que el partido fuese una partida
de ajedrez, todo lo contrario. El objetivo era no fallar en defensa y
esperar un error del rival. Movimientos precisos, balones al aire,
segundas jugadas y bostezos, muchos bostezos en la grada de Sao Paulo
que sólo desaparecieron en los diez minutos finales.
Higuaín, antes de ser sustituido por Agüero, la estrelló en el
lateral de la red tras un excelente servicio de Enzo Pérez; y Van Persie
replicó con una media-chilena que se fue por alto. Nada nuevo bajo el
sol hasta que Robben decidió meterle una marcha más al partido. El
jugador del Bayern se atrevió a quebrar el orden de la albiceleste,
aunque tampoco encontró premio.
Primero en el último suspiro del tiempo reglamentario y, después,
tras ser impedido por Mascherano --el mejor del partido-- en el tiempo
de prórroga. No había manera de abrazar el billete para la final. Sin
ritmo, cualquier comparación con otros 'clásicos' resultaba una ofensa
en la que ya se ha bautizado como una de las peores --sino la peor--
semifinal de la historia.
La prórroga mejoró el aspecto del paciente, pero sólo la tanda de
penaltis pudo decidir al rival de Alemania en Maracaná. Dieciséis años
después, una semifinal del Mundial se resolvió desde el punto fatídico,
el mismo que impidió a Robben, Sneijder y Van Persie concretar una nueva
final.
Sergio Romero, desterrado este curso en el Mónaco, ejerció de
protagonista al detener dos lanzamientos. Lo demás es historia para la
Holanda errante, la misma que siempre tropieza cuando se ha de bordar la
estrella en el pecho.