Jaime Trevijano
El presunto trámite en que el duelo de este miércoles
parecería ser disfrazado por la selección española se tornó en un resbalón a
tener en cuenta. La imprevista derrota (0-1), que corta de cuajo la inercia
propulsada ante Corea, ofreció un muestrario de conclusiones, casi todas negativas,
entre las que destaca como optimista la visión que interpreta este fiasco
prematuro como un aviso a tiempo de revertir el punto de no retorno.
Georgia cimentó su histórica victoria sobre le rigor táctico
y el compromiso agónico colectivo, en un esfuerzo coral que complicó la fluidez
asociativa a una España demasiado lenta y horizontal. Con el paso de los
minutos, los pupilos de Del Bosque, que apostó por dos extremos de inicio
-Nolito y Lucas Vázquez, que respondieron con sus atributos-, amainaron el
ritmo combinativo y descuidaron las pulsaciones sin pelota, exponiendo una
ruptura de líneas que supo aprovechar el conjunto de la Europa del Este. La
fisura le costó a De Gea el único gol del enfrentamiento, un golpe demasiado
pesado -sorprendentmente- para la autoestima nacional. Okriashvili adelantaba a
su débil pero comprometido vestuario a cinco minutos del descanso.
Exigió el anunciado sujeto pasivo el tono competitivo que
reclamará la Eurocopa, y las probaturas de España no funcionaron. No obstante,
la soledad de Busquets y la espesura de Cesc (paradigmática de su año y de su
concentración con el seleccionado) y Thiago susurran la viabilidad de la
firmeza del doble pivote (Bruno-Sergio), ya que los vigentes campeones de
Europa no produjeron opciones de remate con asiduidad ni zanjaron las escapadas
del limitado frente ofensivo oponente como corresponde. Revishvili, guardameta
georgiano, contuvo pero no protagonizó el baile, pues el encierro no se
materialiazó en tormenta de disparos.
La entrada de Iniesta y Silva dio otro aire a la faceta
creativa, con Alba, Koke y Bellerín asumiendo atribuciones en ataque. Aduriz no
conectó con la dinámica de su esquema (tan descontextualizado como los
rematadores puros reclutados con anterioridad), primero, ni con la diana,
después. Desprovisto de un flujo de llegadas y de puntería en el último tercio,
la posesión alcanzó cotas absolutas de control (72%) y futilidad. La relación
de opciones de disparo (13 a cuatro) e intentos entre palos (tres a dos) emerge
reresentativa. El problema no fue de acierto, sino anterior. Quedan subrayados,
pues, los deberes que ha de acometer Vicente del Bosque, ya que el debut ante
la República Checa podría significar un planteamiento rival similar.
La detección de soluciones a la ortodoxia defensiva ajena y
al desbalance físico-táctico propio sin pelota constituye el desafío del cuerpo
técnico. La autocomplacencia con balón y la desatención, arquetípicos del
naufragio brasileño, han recuperado vigencia en el peor momento. Lo que se
antojaba como una probatura insustancial ha remarcado la necesidad del trabajo
solidario y la paciencia como abono para que la calidad técnica marque
diferencias. Seis días separan este tropiezo del debut continental. Hay tiempo,
pero las flaquezas ya han aflorado.
"Es verdad que el partido lo tomamos como una buena
oportunidad para ganar confianza y generar buen ambiente y ha sido una
decepción. No es que hayamos jugado rematadamente mal, sino que lo que es más
inusual ante un contrario tan replegado es que no hemos estado acertados",
avanzó el seleccionador en su lectura del partido para, a continuación,
confesar que "hoy no hemos encontrado soluciones, no hemos tenido
profundidad, no había acciones individuales, no chutábamos a gol...".
"También hay partes buenas, como la seguridad en el
juego, el dominio de la situación, que ha sido perfecto, pero ha faltado lo más
importante", expuso el entrenador, al tiempo que consideró el envite como
una derrota que no hay que justificar, sino aceptar: "En la primera parte
hemos estado como no entendiendo el partido y amontonábamos gente en una zona
inútil. No hay que justificar la derrota, pero hay que aceptarla. Ahora tenemos
un reto extraordinario y no nos debe afligir en nada este resultado".
Por último, el artífice de la contestada convocatoria que
renunció al estado de forma de Saúl, Isco o Javi Martínez explicó que "lo
que hemos hecho hasta ahora no lo quita el partido de hoy. Hemos hecho algunas
cosas bien y no quiero ser absolutamente pesimista. La parte final, la más
importante, ha sido mala. No hemos hecho acciones individuales y no hemos
tirado a puerta. Que puedan marcar un gol entra dentro de lo posible, pero que
no hayamos hecho gol es una decepción grande". El equilibrio, entonces,
sigue siendo un concepto excluido de los parámetros de análisis en el discurso
de la selección, a pesar de su influencia en los resultados de la nacional y de
cualquier equipo de fútbol (Casemiro y el Real Madrid campeón de Europa dan
buen testimonio de ello).