miércoles, 13 de septiembre de 2017

CON MESSI SIEMPRE BASTA

Jordi Grimau

La Copa de Europa 2017-18 se estrenó en el Camp Nou por la puerta grande. El Barcelona acogía la visita de la Juventus, vigente subcampeona del torneo y candidata firme a repetir senda ganadora. Los dos equipos llegaban a esta confrontación de altura como líderes en España e Italia pero con dudas sobre la adaptación de los nuevos. No obstante, los catalanes se desprendieron de Neymar y los transalpinos de Bonucci y Dani Alves, piezas clave en sus esquemas ofensivo y defensivo. Además, los cambios en el matiz de juego introducidos por los técnicos todavía no están engrasados y el riesgo de verse retratados por un gigante y a las primeras de cambio del curso se palpaba en el ambiente.

Valverde estrenó su participación en la máxima competición desde el banquillo culé entregando la primera titularidad a Dembélé. La perla de más de 100 millones de euros compartiría banda con Semedo. Además, Rakitic recuperaría su papel en la medular, como apoyo de Busquets e Iniesta, en un once en el que Jordi Alba y Umtiti se han asentado como esenciales. Messi y Suárez tratarían de batallar con un candado rival al que le faltaban los lesionados Chiellini, Mandzukic y Marchisio. Allegri, viejo zorro, incrustó a Betancur en el regreso a los tres centrales, con Alex Sandro y De Siglio como carrileros y Matuidi y Douglas Costa como novedades capitales. El primero presionaría y aportaría músculo en el ecuador del terreno y el carioca ejercería como puñal, en contragolpe o en estático.

Con ese ajedrez arrancó un envite en el que salieron mejor los bianconeri. La Juventus supo alternar la presión muy alta -hasta el punto de asfixiar la circulación local- con el cierre intensivo en campo propio. No tardó Messi en retrasar su posición y tratar de asociarse para ganar la posesión, pero había salido más concentrado y hambriento el dictador de la Serie A. No obstante, su furor competitivo y verticalidad señalaron a Stegen como protagonista azulgrana en el prólogo: el alemán sacó un chut de De Siglio -minuto 6- y un latigazo de Pjanic, más serio -minuto 12-. El mando era juventino y lo seguiría siendo.

Sólo un balón en largo de Busquets al que Dembélé no llegó por poco -Buffon se adelantó, inteligente, en una salida arriesgada pero atinada- supuso una amenaza para los visitantes. El primer chut del Barça arribaría producto de un chispazo de Iniesta, el factor diferente cuando se jugaba en campo italiano, que fintó a tres zagueros en la frontal para forzar una falta. Messi chutaría a la barrera y Suárez cazaría el rechace para forzar una reacción de reflejos del eterno guardameta transalpino -minuto 19-.

Traspasada la media hora se confirmó la apariencia inicial: la valentía y buena ejecución posicional y táctica de la Juve marcaba al juego del Barcelona en su conjunto. Campaba la reducción de espacios y, por consiguente, de llegadas a portería. Allegri llegó a colapsar su terreno para forzar combinaciones demasiado exigentes entre Messi y un Suárez en el rol de Neymar (sin acoplarse a sus atributos). Dembélé lo busaba en individual pero, como en el intento coral, los obreros italianos se cerraban y multiplicaban. Y, ante la subida de la presión local, se descolgaban Dybala y Douglas Costa para lanzar contras que rompían el ritmo pretendido por los del Txingurri.

Sobrevino la lesión del sustituto de Dani Alves, De Siglio, en el minuto 40. El que fuera lateral del Milan fue sustituido por Sturaro en tal minuto, complicando en adelante esa parcela defensiva para una Juventus que no había sufrido en defensa hasta entonces. El recién entrado era un mediocentro reconvertido que si Valverde le enfrentaba con Dembélé sufriría. Reaccionarían los automatismos italianos para robar el mandato de la pelota al Barça de camino al descanso. Incluso alcanzó su variopinta paleta colectiva a llegar con peligro al área de Stegen, si bien no cosecharon más que un saque de esquina por un remate fallido de Higuaín y otro de Matuidi, despejado.

Pero, a 10 segundos para la conclusión del primer acto, Messi amortizó la valentía rival. Con una Juventus jugando en campo del Barça, una recuperación fue traducida por el argentino en el 1-0. Tomó el cuero en la medular, cambió el ritmo hasta plantarse en la frontal gracias a una conducción vertigionsa y una pared afinada con Suárez. Una vez allí, y en vuelo, pausó para ajustar su zurdazo raso a la cepa del segundo poste. Su chut cruzado, sangrante para el plan de Allegri, se coló por debajo de Benatia, imparable para Buffon. La Pulga batía al italiano por primera vez en su carrera (al cuarto partido) para delirio de una tribuna sometida al dictado de la táctica.

Allegri tenía trabajo. Ganó en tiros a puerta (2-4) y totales (4-6) al Barcelona, habiéndole entregado la posesión (63 a 37%) pero explotando su achique acumulativo, que negaba los pasillos centrales por los que circulan Iniesta y Messi, y su capacidad para salir al contragolpe amenazaba. A pesar de haberlo hecho todo bien y de degustar mejores sensaciones, se fueron con 1-0. Se trataba, para los del Piamonte, de evidenciar fortaleza mental ante el desafío de repetir pentagrama camaleónico encontrando más a Dybala y subiendo la apuesta en la ambición sin desequilibrarse. El argentino perdonaría una clara en el 48. Desborde de Douglas, pobre despeje de Piqué y chut a las nubes de La Perla, con todo a favor desde el interior del área.

En el 51 comprobaría el entrenador italiano el envés de su apuesta: Messi recibió entre líneas y en transición para descerrajar un cañonazo cruzado que escupió la madera, con Buffon batido. Y seis minutos después saborearía el error de arriesgar demasiado ante el mejor jugador del planeta. El 10 blaugrana sorprendió a la espalda de Douglas Costa en otra contra puntiaguda, despegó ante Alex Sandro, uniformado de extremo, y asistió para el gol de Suárez. Un zaguero salvaría la llegada, in extremis, pero el cuero llegó a Rakitic, que derribó a un Buffon ya descolocado por lo vertiginoso de la maniobra. Dos relámpagos, en contragolpe, sentenciaron la venganza anhelada por los culés tras los cuartos de final del pasado curso.

No negoció Allegri con su comprensión atacante de este deporte: a pesar de que Messi buscó la escuadra de Buffon de inmediato -en una falta desde la frontal conjugada por el guardameta-, deshizo el tridente defensivo para meter más calidad y ambición. Salió Betancur y entró Bernardeschi. El joven mediapunta que respandeció en la Fiorentina el año pretérito remataría fuera, a la salida de un córner, en su primer contacto con el esférico. Y el colectivo visitante siguió subiendo líneas y presionando arriba, aunque Suárez desperezara su ínfima aportación con una llegada desviada y Messi rematara su hat-trick en un dos para dos en el que resolvió con un par de fintas y otro golpe bajo y cruzado inapelable -minuto 70-.

Se la jugó la Juventus y pereció ante un Barcelona reducido al contraataque y a su astro. Se marchó Dembélé, a continuación, con una actuación discreta como elemento desequilibrante. Sergi Roberto fue insertado en su posición preferida, la de interior, y Paulinho también disfrutaría de hueco. El brasileño entró por Rakitic (en proceso de ganancia de autoestima después de la era de Luis Enrique) después de que Bernardeschi volviera a probar a Stegen. El alemán volaría para sacar de la base del poste un zurdazo impoluto de Dybala. El orgullo del aristócrata herido salía a conversación demasiado tarde.


Se cerró el enfrentamiento con penalti por mano de Piqué no pitado y ovación a Iniesta -absoluta y atronadora, en medio de la polémica por su renovación- cuando cedió su escaño a Andre Gomes. La fiesta catalana, un día después de la Diada y después de confirmarse que la evacuación y el acordonar de la Sagrada Familia (minutos antes del inicio del partido) fue una falsa alarma, resultó completa. La Juventus se fue dolorida, notando demasiado la baja de Mandzukic -su oferta de salidas por alto restó un arma notable a los italianos-, sabedora de lo complicado de ganarle el primer puesto de grupo a los culés después de esto. "Esto" que fue, en lo general y lo particular, otro día de leyenda de Leo Messi.