Carlos de Blas
La segunda jornada de esta Liga de Campeones recién
estrenada ofreció un desafío rotundo al punto de cocción del Real Madrid.
Visitaba Dortmund, una plaza de la que sólo había sacado tres empates y tres
derrotas -nuncá ganó- y en la que se medía al líder de la Bundesliga (19 goles
a favor y uno en contra) que llegaba a este duelo de perder en Londres contra
el Tottenham, por lo que le urgía sacar los puntos como fuera ante el coloso
español. Las ausencias de Marcelo y de Theo -que vaciaban el lateral izquierdo-
y la soberana irregularidad liguera redondeaban un reto de examinaría la
concentración y acierto de una plantilla que, pese a ganar Liga y Champions ya
está bajo sospecha.
Zinedine Zidane eligió a Nacho para completar un once de
gala en el que regresaban los descansados Modric y Bale, con Isco por Asensio
en la mediapunta de ese 4-4-2 flotante. El técnico galo pretendía guardarse el
arma de la contra sin renunciar a la posesión, ya que se presuponía un duelo de
ida y vuelta. No obstante, Peter Bosz expuso su alineación más ofensiva, si
bien dejó a Pulisic y Kagawa en el banco. Formó un centro del campo de tres
piezas creativas (Sahin, Castro y Götze), sin destructor que equilibrara, y
tres flechas arriba. Pretendía atacar y hacer daño por mor de la fulgurante
verticalidad que ya le caracterizó en su etapa al frente del Ajax. La necesidad
y su estilo se confabulaban para arriesgar.
Por tanto, se constituyó un partido en el que el vigente
campeón trató de jugar con la pelota para bajar el diapasón del ritmo
desaforado al que pretendía conducirse un Borussia hiperactivo de inicio.
Piszczek y Toljan -sustituto del lesionado -Schmelzer-, los laterales, se
convertían en extremos puntiadugos en cada opción de disparar una transición y
ponían a la zaga visitante en un paseo por el filo. Cada pérdida sería una
línea recta hacia la meta de Navas si el bloque merengue no atendía a la
cohesión. Y le costaría mucho poder neutralizar a los capitalinos esa dinámica.
Pareciera que al serle imposible superar la presión de dos
equipos que ofrecían espacios a su espalda a costa de presionar con ardor la
salida de pelota rival, al Madrid le interesó apuntarse a ese escenario de toma
y daca, casi perpeuo, hacia la profundidad, con 30 metros por recorrer si el
pase del lanzador era certero. Así, en ese burbujeante espectáculo ofensivo,
intercambiarían ambos sistemas ocasiones, con un pase de Casemiro hacia
Carvajal abriendo el telón. El lateral conduciría su carrera desde la medular
hasta el área local, con Ronaldo y Bale en el segundo palo. Sin embargo, el
canterano decidió recortar y chutar, centrado, a las manos de Bürki -minuto
10-.
Isco sería el siguiente en horadar la renunciada estabilidad
de los de Bosz, dos minutos más tarde, con un envío el largo que cazó Ronaldo.
El luso volvió a ganar la espalda a la zaga y cedió para que Bale marcara a
placer, pero Piszczek salvó la situación "in extremis". Los alemanes
inaugurarían su pericia con ferocidad en la siguiente acción. Un pase certero
rompió las líneas visitantes y dejó a Varane contra el tridente local.
Yarmolenko centró y Philipp remató cruzado para el desvío de Navas y la mano
-no pitada y sobre la línea- de Ramos.
Pero no solo no haría mella el susto a los españoles, sino
que ahondarían en el esquema para hacer caja. Apostó el entrenador doble
campeón de Europa por Bale para golpear en transición, en su banda buena, la
izquierda, y el galés le daría la razón. Al tiempo en que Modric y, sobre todo,
Kroos, crecían para modificar el desgobierno que borró la importancia del mediocampo,
Carvajal emitió un centro en diagonal que recibió la deliciosa continuación de
una volea, sin dejarla caer, a la escuadra del palo largo -minuto 17-. La diana
dorada llevó el sello del discutido jugador británico que, a la postre,
resultaría decisivo.
El gol provocó que el Borussia se apocase. Descendió el
ritmo y su furor en la presión alta, alimentando una mayor horizontalidad que
favoreció el control de la situación madrileño. Así, el tiempo se quemaría
inmerso en un centrocampismo inocuo del que sólo sobresaldrían fogonazos de
verticalidad, sin consecuencias, hasta el descanso. Bale, excelso en su perfil
preferido, remató al primer poste una cabalgada de 40 metros -minuto 28-;
Carvajal salvaría el remate en mano a mano de Aubameyang -minuto 32- antes de
que Sahin lo intentara, muy desviado, desde larga distancia; y el delantero
africano, amarrado hasta entonces, chutó una falta frontal -provocada en otro
contraataque- contra la barrera -minuto 40-.
Un cabezazo de Ramos sin la dirección adecuada tras el
córner botado por Kroos dio paso al intermedio y allí, en el camarín, los
locales tocaron a rebato. No les favorecía la lógica templada de juego y
salieron dispuestos a dinamitar, otra vez, el enfrentamiento. Pero, antes de
completar la directriz de Bosz, Bale se filtraría por su banda para punzar
sobre la adelantada zaga oponente y centrar ante la llegada de Ronaldo, que
encañonó con la zurda el 0-2 -minuto 49-. La calidad a la contra del Madrid y
su fluidez con el cuero asaltaban el recinto que se ha demostrado más
complicado en las últimas décadas para los españoles.
Sin embargo, este gol no surtiría efecto similar al primero
y los amarillos mantendrían su querencia por acelerar cada parcela del fútbol,
tanto en defensa como en ataque. De hecho, Varane había sacado una pelota del
área pequeña cuando arrancó el segundo acto. Robarían el cuero a los merengues
y jugarían en campo visitante, con superioridades fruto de la desconexión de un
Madrid que empezó a soltar las riendas del envite y a dejar huecos entre lineas
con Casemiro desprovisto de ayudas. De esta manera los laterales alemanes y sus
extremos desataron una lluvia eléctrica de centros que frutificaría en el 54:
una combinación en tres para dos en la banda zurda, la de Carvajal, dejó a Castro
con hueco para efectuar un centro cerrado que Aubameyang tradujo en el 1-2,
incrustado entre Ramos y Varane.
A media hora del final no cupo otro devenir que otro tú a tú
vertiginoso en el que el esférico era germano y el robo y salida madrileños,
aunque las ocasiones se distribuían en semejante proporción. Yarmolenko,
Modric, Nacho -de cabeza- e Isco -fuera- probarían siguiendo la ruta escogida
por sus entreandores. Y Aubameyang tuvo el empate tras otro pase de seda de
Götze, aéreo y a la espalda de Varane. El africano, mucho más activo y
participativo, remató de manera tenue para lamer el poste -minuto 65-. Y el
técnico local terminó de buscar el anhelado triunfo dando entrada a tres piezas
fundamentales en el desequilibrio por la vía del ritmo disparatado. Pulisic,
Weigl y Dahoud jugarían por Götze, Sahin y Toljan.
En el 75 el equipo de Zidane achicaba agua y los alemanes
acumulaban centros y córners. Le tocaba a los españoles evidenciar convicción y
efectividad en la capacidad de sufrimiento, ya con Asensio en el verde -por
Isco-, y seguir luciendo atino en la manutención de la pelota cuando era
obligado. Así, con esa finura en el pase, llegaría la sentencia firmada por
Ronaldo, que esprintó para pescar el pase en profundidad de Modric que pilló a
la zaga local en un compromiso. El luso remataría a gol un disparo que se coló
por el primer poste de Bürki. El contraataque, la herramienta preferida para la
medular y delantera de ambos equipos, fue el veneno que dejó a los de Dortmund
al borde del precipicio.
No se acabaría el trabajo de Navas ante el orgullo del
herido y valiente Borussia, que, aunque menos vibrante, siguió enfocado en la
meta del portero centroamericano. Lucas Vázquez sustituiría a Bale, agotado, en
uno de los partidos grandes del galés. Y los puntos viajarían a Concha Espina
en un partido que supone la catarsis ansiada, otra vez en competición europea,
y el reencuentro con la puntería. La mejor cara del libreto de Zidane regresó
ante un rival que le ofreció espacios para correr, un hecho que no parece
casualidad. Ahora, tras el descanso y la prueba liguera, se despeja la lucha
por el primer puesto del grupo, que será, previsiblemente, jurisdicción del
doble duelo ante el Tottenham.